Revista Mal de Ojo
  • Quienes Somos
  • Ruido Manifiesto
  • Bases Convocatoria

Literatura
Narrativa
diciembre 2024

    Memorias en guerra
por Cliff Ollin

Crecí en Argelia, en una familia muy estable, de clase media.  Mi infancia fue alegre, sin preocupaciones serias.  Mi madre era cariñosa y siempre sentí su amor y ternura.   Estuve estudiando   en la universidad, y parecía que cuando me graduara, iba a poder conseguir un trabajo bien pagado como funcionario en el gobierno local.    

Mi vida tranquila se acabó cuando los franceses empezaron el servicio militar obligatorio  para gente en sus colonias.  Nos quisieron enviar al miasma de la guerra en Vietnam, que también era su colonia.   Entonces, mi mamá me dijo, más bien insistió que, para evitar el reclutamiento forzado, que yo me fuera a vivir con mi hermana quien se había casado con un gringo y vivía en Ohio, en los Estados Unidos.  

Yo no hablaba inglés ni había pensado nunca en ir a Estados Unidos; Sin embargo, tampoco quería ir a ninguna guerra, pero fue mi mamá quien me obligó a ir a vivir a Ohio con mi hermana.

Pasé unos meses agradables aprendiendo algo de inglés y yendo a bares a oír el jazz que me gustaba aun viviendo en Casablanca.   Tenía visa de residente y no pensaba en la política de la guerra fría. 

De repente mi interludio idílico fue destruido por una carta que llegó a la casa. Era del ejercito de los EUA.  Me estaban reclutando para su guerra dizque para la “emergencia nacional” que representaba su guerra en Corea.   Yo no pude creerlo.  ¡Yo ni hablaba inglés ni era ciudadano!  No sabía qué hacer.   Le llamé a mi mamá.   Me dijo que no regresara ahora a Argelia, que estaban metiendo a los jóvenes como yo  en la Legión Extranjera y que seguramente  era mejor ser militar en el ejercito de los EUA.   

La verdad, siempre he sido como una hoja soplada por el viento.   Por inercia acepté entrar en las fuerzas militares estadounidenses.   Fue una locura.  No les importó que casi no hablara inglés.    Después de un mes de entrenamiento básico, a los inmigrantes nos ofrecieron la ciudadanía.  El sargento nos hizo levantar la mano derecha y juramos lealtad a los gringo.Tan simple.  

A mi no me gustaba disparar el rifle, pero estuvo interesante platicar con los mexicanos también reclutados.  Yo hablaba bastante español por haber pasado tiempo tomando con españoles en bares de Casablanca. Los mexicanos estuvieron felices de volverse ciudadanos.  La guerra se nos hacía muy lejos y no muy real. 

Al llegar a Corea me mandaron a una base militar envuelta en un muro de acero coronado con alambre de púas y fortalecido con montones de bolsas de arena.   Me pusieron como centinela en la orilla de la base.  Fue aburrido, pero me gustaba; Sin embargo, un día me mandaron en un camión que transportaba soldados. Había quince o veinte camiones repletos de soldados.  Eso nos puso nerviosos.  

Dijeron que éramos solo el apoyo, fuerza de reserva para los marines que estaban peleando.  

Después de viajar casi media hora, empezamos a oír los estallidos de las bombas y el rugir atronador de aviones pasando arriba, muy cerca.     Llegamos a un rio donde había un puente.   Se podía ver a los marines, agachados y corriendo para cruzar el puente de ladrillos y así llegar al otro lado del rio donde estuvieron los soldados del Corea del Norte, quienes estaban disparando continuamente.  Cientos de balas impactaron el puente y dejaron hoyos en los ladrillos o en la parte más alta donde estuvieron los marines.  

Nuestro sargento nos dijo que tuviéramos los rifles listos.   Cayeron varios marines en el puente, pero los otros seguían corriendo y llegaron al otro lado.  Allí hubo una intensa batalla entre los dos ejércitos.  Los coreanos agachados atrás de piedras y arbustos seguían disparando.  Un intenso tufo a explosivos invadía la atmósfera.   El tat tat tat de disparos fue incesante.   De repente llegó un avión que dejó caer enormes bombas donde estaban los coreanos.    El aire se llenó con humo y cuando se quitó ya estaban docenas de soldados muertos o heridos.  Llegaron corriendo los marines.  Unos coreanos intentaron rendirse alzando las manos, pero también fueron fusilados.  

Vi que habían muerto media docena de marines en el puente, y otra docena estaban heridos y entre gritos y alaridos eran cargados en hombros por los demás marines.  Debajo del puente, en nuestro lado, aproximadamente 40 mujeres y niños coreanos estuvieron parados, los niños abrazándose de las piernas de sus mamás. Le pregunté a mi sargento qué se debe hacer con ellos.   

–Son civiles.  Los dejamos allí. —Me dijo.

Los marines llegaron a nuestro lado.  Cuando vieron a las mujeres y niños apiñados debajo del puente, empezaron a gritarles y a insultarlos.  Las mujeres y los niños estuvieron llorando. El terror en sus caras era más que evidente.   

–¡Cállense  pinches  gooks!—gritó uno.  –¡Cállense el pinche hocico!—

   Las mujeres parecían estarles implorando a los marines que les dejaran en paz.   En tono de suplica gritaban en coreano,.

¡El sargento les dijo que ahora mismo callaran sus “asquerosas bocas”! 

  De súbito una de las mamás, cargando a su hija ensangrentada en sus brazos empezó a caminar lentamente hacía los soldados.  La niña estuvo sangrando profusamente.   

–¡Párate!  ¡No avances! —le gritó el sargento.  

La mujer siguió avanzando con gritos de desesperación. 

–¡Alto! –  Gritó otro marine.  

La mujer, escurriendo sangre de sus manos, avanzó otros pasos.  

–Hija de su chingada madre!  ¡Es un truco!  ¡Seguro que trae una granada!  —le gritó un marine. Levantó su rifle y le disparó a la mujer.  Su hija lloraba angustiosamente.   Las mujeres y los niños abajo del puente gritaban horriblemente, pero se quedaron allí. 

El sargento ordenó a cuatro marines que fusilaran a todas.  Dispararon con sus ametralladoras.  Los coreanos intentaron huir, pero no hubo refugio en la tormenta de balas.  

Me vomité y otros de mi pelotón también.  

El sargento de los marines dijo –-¡Qué pinches novatos!  Así es la guerra.  Todos ellos son el enemigo y nosotros los matamos.  Es lo que hacemos.  Nunca sabes si traen una granada o si llevan una ametralladora escondida.  Este país es un pinche infierno.–   

Mientras viajamos de regreso a la base, la imagen de las personas muertas me pasaba como una escena de horror que se repite y se repite.  

–Estaban desarmados y muy pobres. —pensé.  –Las mujeres tenían la edad de mi hermana y la que se acercó traía a  su hija toda ensangrentada.  Quería ayuda.  Su hija lastimada ¿Por qué chingada madre la mataron?  

La primera noche no dormí.   La imagen de los niños acribillados  me atormentaba.   En las siguientes semanas me afligían pesadillas relacionadas con aquella matanza, pero poco a poco conseguí dormir sin despertarme sudando y temblando.  

Me pusieron de nuevo de centinela.   Al principio, cada vez que veía niños en la calle mi corazón aceleraba y me sentía desesperado… pero pasaron 6 o 9 meses y la sensación disminuía.  La matanza se convirtió en un recuerdo lejano.  

Seguí otros dos años en el ejército. Me gustaban las rutinas y la vida muy disciplinada. No tenía que pensar.  Hasta me subieron al cargo de sargento en el último año.  

A veces hablaba sobre la matanza con otro sargento,  

Me decía –Sí. La guerra es el infierno.  Nunca se sabe quién es el enemigo.  Pero ya pasó.   No se puede hacer nada.  ¡Mejor olvídate de todo eso y sigue adelante! —   

Sali del ejército y volví a Estados Unidos.    Por ocho años ejercí varios trabajos muy simples.   No aspiraba a nada. No tenía ambiciones, ni ganas de casarme ni nada.    

  Al ver las noticias de la nueva guerra en Vietnam imaginaba a los soldados gringos otra vez en un país pobre.  El recuerdo de la matanza en Corea volvía con horripilante vividez.   Empecé a enfurecerme con la política del país.   Sentí la necesidad de participar en marchas y manifestaciones anti-guerra.  

Algo me empujaba a gritar lemas y animar e incitar a otros manifestantes.  Sentía un profundo odio al gobierno y al país.    

En cualquier tienda, sin ninguna provocación, de repente empezaba a gritar: ¡Abajo con Estados Unidos!  ¡Abajo con el pinche hijo de su chingada madre Estados Unidos!   

Algunas personas me decían:  –¡Entonces vete de aquí!—

No me importó.    Me valía madre si los ofendía.  Era incontrolable la compulsión de expresar cuanto detestaba a este país.  Frecuentemente gritaba en la calle para que todos me pudieran oír.

Una vez fui a una protesta antiguerra afuera del edificio federal.  Los guardias nos ordenaron dispersarnos.  Me quedé allí.   

–Alto a la guerra!  ¡Abajo con el imperialismo yanqui! —yo gritaba. 

 Llegó un policía a esposarme.   Vio mi chamarra verde olivo tipo militar. 

¿Qué está usted haciendo aquí?

Saqué mi credencial del ejercito: –¡Soy un veterano! —


Cliff Ollin. Maestro bilingüe en el Distrito Escolar de Los Ángeles. Escribo poesía y cuentos. Vive en Los Ángeles, California. Estudió escritura creativa en The Evergreen State College. Toca blues y jazz en las calles y en el Centro Médico de Los Ángeles. Toma clases de pintura y poesía. Vivió dos años en la Ciudad de México.

Cliff Ollin cuento EEUU narrativa veterano

Artículo anteriorReseña literaria: el enigmático caso de Felisa Bault y el cuarto pasajero, por Guido SchiappacasseArtículo siguiente Poemas de Javiera León Francino 

Revista Mal de Ojo

https://www.youtube.com/watch?v=aWH36pPO4-g

Con Latido en Revolución

https://youtu.be/y_22mWKKuxc

Muestra fotogràfica Afi Woman y Paula Navarro

https://www.youtube.com/watch?v=DvkILBwwja4&t=47s

Muestra fotográfica Ruber Osoria y Patricio M. Lueiza

https://www.youtube.com/watch?v=7AglD24Q_Ng

TAMBIÉN PUEDES REVISAR:

  • Colaboración
  • Con latido en Revolución
  • Otros
  • Revistas Digitales

ETIQUETAS

argentina colombia Comunidad cuento cuento chileno dictadura ensayo Entrevista España fotografía Gian Pierre Codarlupo Gonzalo Ossandón Véliz Guido Schiappacasse isabel guerrero literatura Literatura Argentina marcelo rubio margarita bustos María Negro memoria Miguel González Troncoso México narrativa narrativa argentina Narrativa chilena narrativa colombiana narrativa cubana narrativa española narrativa mexicana novela chilena Perú poesia argentina poesia boliviana poesia chilena poesia colombiana poesia mexicana poesia venezolana poesía Poesía española reseña literaria Sebastián Alarcón Chávez taller escritura creativa territorio Venezuela Yuleisy Cruz Lezcano

Síguenos en Issuu

Categorías

  • Colaboración
  • Con latido en Revolución
  • Otros
  • Revistas Digitales

Revisa nuestro canal de Youtube

https://www.youtube.com/watch?v=aWH36pPO4-g

Buscar