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Narrativa
septiembre 2025

Tareas en la madrugada
por Miguel Angel Acquesta

                                         “Allí la gente no necesitaba soñar con cosas terribles. Vivía entre ellas”.
Apartamento 16
(2010), Adam Nevillv
Villa Urquiza, Capital Federal, agosto de 1976.

Alrededor de las cinco de la mañana los despertó una fuerte detonación seguida de varios sonidos de disparos de armas de fuego. Pegaron un salto de la cama. Sonaba todo muy cercano. Un fuerte ruido proveniente del motor de un helicóptero cubrió el ambiente. No se animaron a levantar las persianas de la ventana para mirar hacia afuera. Caminaron sin prender las luces hasta el lavadero que tenía un sector abierto por el que se podía ver el exterior. Los sonidos continuaban, disparos aislados y alguna que otra explosión. Una vez en el lavadero en principio no vieron nada extraño. De pronto el ruido del motor se hizo más presente y apareció sobrevolando la zona a baja altura, se trataba de un helicóptero que iluminaba todo con dos grandes reflectores. Al parecer se concentraban en un edificio de la misma manzana en la esquina de la plaza Echeverría. Emitía un mensaje por altavoz informando que se trataba de un operativo conjunto de las Fuerzas Armadas. Ordenaba a la población permanecer en sus hogares hasta nueva orden. La aeronave giró lentamente y acercándose enfocó sus luces en el edificio donde ellos vivían. Aterrorizados volvieron casi empujándose a la habitación. 

Se trataba de un inmueble de ocho pisos con cuatro departamentos por planta que había sido construido por el Banco Hipotecario. Estaba ubicado en Villa Urquiza, justo en el extremo opuesto de la manzana del lugar donde se había iniciado el operativo. En diciembre del año anterior se habían adjudicado las viviendas por sorteo entre las personas inscriptas un par de años atrás en el Plan de Viviendas del gobierno que resultó depuesto por un golpe de estado el veinticuatro de marzo de ese año. Los habitantes resultaban una población variopinta acorde a ese origen azaroso, tan distinto al modo como se accede a un departamento en el marco de la economía de mercado. El dinero genera cierta homogeneidad social. Las unidades del frente de cuatro dormitorios albergaban familias numerosas y las del contrafrente de dos tenían composición diversa. Ellos eran los más jóvenes con sus veintitantos años. El hecho de ser joven era un problema en esa época. Todos los jóvenes resultaban sospechosos. En el caso particular de Ellos se sumaban otros elementos peligrosos. Él era estudiante de Sociología y por ende un potencial subversivo para la dictadura. Ella había integrado el cuerpo de delegados de la Standard Eléctric, en Martínez, donde trabajó como operaria hasta fines del setenta y cinco. Resultó despedida ese fin de año junto a muchos otros obreros y empleados por esa causa. Ese cuerpo de delegados era combativo, es decir defendía los derechos de los trabajadores y por eso estaba enfrentado al gremio oficial proclive a negociar con la empresa en otros términos. Lo que en su momento vivió como una desgracia resultó ser su salvación un año después. De algunos de sus ex compañeros no se sabía nada desde unos meses atrás. 

Nadie sabía que pasaba pero cada día se veían operaciones militares de ese tipo en las ciudades de todo el país.  Vehículos particulares levantaban personas en la vía pública. Grupos militares establecían controles vehiculares de autos y colectivos en todas partes y en ellos casi siempre algunas personas resultaban detenidas. Circulaban rumores que generaban temor. Se formalizaba el clima de terror que se venía gestando desde tiempo atrás. La gente lo padecía.

Los sonidos quedaron reducidos a los del motor del helicóptero. Las detonaciones que venían del lado de la plaza Echeverría cesaron. Ellos permanecían sentados en la cama revuelta. Paralizados. Sin saber que hacer. No se animaban ni siquiera a hablarse en voz baja, como si pudieran ser escuchados.  Ella estiró su brazo derecho hacia él y se tomaron de las manos. Ambos notaron la transpiración en los dedos del otro. Estaban aterrorizados. Se cruzaron sus ojos y las miradas señalaban que no tenían salida. Un intento de dejar el lugar en medio de un operativo de esa naturaleza era un suicidio. Solo les quedaba esperar su destino dentro del departamento, casi vacío de muebles y objetos. Se habían mudado ocho meses atrás y se les hacía difícil equiparlo con sus bajos ingresos. Un refugio  pobre y algo inhóspito. 

El ruido de los ascensores los sobresaltó. Evidentemente habían ingresado al edificio. A esa hora en un día de semana nunca había tanto movimiento de vecinos. Tomados de la mano caminaron descalzos hacia el living, un ascensor se detuvo en algún piso superior. El otro paró en el quinto. Las puertas corredizas se abrieron y cerraron violentamente. Él miró por la mirilla. Varios hombres se movían sin el menor cuidado por el pasillo. Miraban cada puerta. Uno de los visitantes, alto y corpulento, se paró frente a la de Ellos. Tuvo la fantasía de que el tipo lo podría ver y se agachó. Se escuchaban los pasos y ruidos afuera. Ella aprovechó para mirar a su vez por el visor pero también se asustó y retrocedió. Pudo ver que estas personas llevaban armas cortas en sus manos. Esperaban las patadas de esos extraños rompiendo la frágil madera de la puerta y a los cuatro militares abalanzándose encima de ellos. Una voz imperativa se escuchó desde arriba y automáticamente los hombres subieron las escaleras hacia el piso superior, con el estruendo de sus botas golpeando los escalones con fuerza. Ellos, sentados en el piso de flexiplast verde claro miraban la puerta sin poder moverse. Escucharon los ruidos de la madera que se rompía y las voces y sonidos de gente que se movía, al parecer en el piso de arriba. Los ascensores comenzaron a subir y bajar. Algún grito, voces, quejidos, objetos que caían, todo con el ruido de fondo del helicóptero que seguía sobrevolando el lugar y emitiendo el mensaje instando a no moverse de las casas. Después de unos minutos que para ellos resultaron interminables, volvió el silencio. Ninguna puerta de los departamentos del quinto piso y con seguridad del resto del inmueble se abrió. Volvieron a la habitación, se tiraron a la cama y agarrados de las manos rompieron a llorar entre convulsiones.

A las siete de la mañana Él salió apurado para no llegar tarde a su trabajo como empleado administrativo en una dependencia ministerial. No se cruzó con ningún vecino. El portero limpiaba con esmero el espejo del Hall de entrada. Se saludaron evitando entrar en diálogo. Un rato después Ella cruzó a la parada de colectivos a esperar el 71 que la llevara al comercio de Puente Saavedra donde había conseguido un trabajo de media jornada. Desde enfrente comprobó que el edificio estaba igual que siempre. Ninguna señal visible de lo que había sucedido esa madrugada.  

El departamento A del sexto piso quedó vacío por un tiempo. No volvieron a ver al matrimonio de mediana edad que a veces cruzaban en el hall de entrada ni a sus dos hijos pequeños. Al poco tiempo se mudó allí una mujer con tres niños. Se comentaba que era la esposa de un capitán de la marina que había muerto a manos de un grupo terrorista. 

Nunca supieron si esas versiones eran ciertas. Nada era seguro en ese tiempo y no convenía hacer preguntas.

 


Miguel Angel Acquesta. Nacido el 2 de junio de 1949 en Núñez. Capital Federal. Argentina. Es Licenciado en Psicología por la UBA. Se destacó en la actividad forense, la docencia y la gestión universitaria y pública. Produjo siete textos sobre Psicología del Desarrollo y Forense así como numerosos artículos en revistas científicas Paralelamente desarrolló actividades literarias con algunas interrupciones. Lector desde la niñez de autores argentinos,  Arlt, Cortázar, Puig y Bioy Casáres, volcándose luego  a autores estadounidenses en especial Cheever, Holmes, De Lillo, Franzen, Chabon, Carver. Publicó cuentos, en Revistas literarias de la Argentina, Latinoamericanas y en antologías. Obtuvo premios y menciones en concursos Literarios naciones e internacionales. Resultó ganador de una beca del Fondo Nacional de las Artes en 2018 ¨Publicó en Editorial VAnadis Relatos Urbanos 2021 y Ajuste de cuentos 2023

 

Miguel Angel Acquesta narrativa argentina

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