Literatura
Reseña literaria
septiembre 2025
Reseña literaria: Te Pito O Te Henua («El ombligo del mundo»)
por Guido Schiappacasse
Sucedió que Hau-Maka tuvo un sueño profético que le indicaba que debía conducir a su pueblo a una gran isla a través del insondable océano, a más de tres mil kilómetros de distancia de Hiva, su islote nativo, próximo a perecer bajo las olas.
Mas, esta narración mítica sobre los primeros pobladores de Rapanui tiene una base histórica que además es apoyada por la genética; así, Rapanui (isla de Pascua) fue primeramente poblada por aborígenes polinésicos provenientes de la mítica Hiva (probablemente ubicada en las islas Marquesas, Polinesia Francesa).
Sólo en 1.772 los europeos oyeron hablar de este terruño rodeado por el Pacífico, porque el marino holandés Jacob Roggeveen, muy asiduo a la aventura, la descubrió en el día de Pascua de Resurrección, de ahí proviene su nombre europeo: isla de Pascua.
Y como las potencias marítimas del Viejo Continente miraban con ojos de rapiña y codicia a esta islita, fue entonces que Policarpo Toro, el visionario capitán de la armada de Chile, la anexionó al territorio de este país por el año 1.888.
Y como esta isla grande de Rapanui es rica en mitos, muy distintos del territorio continental del país de Chile, me parece interesante, atrayente y hasta casi mágico, indagar sobre las creencias aborígenes de esta isla polinésica.
Así, para cumplir mi misión de buena forma, le pediré auxilio a don Cesar Müller Leiva (1.907-1.996), mejor conocido como Oreste Plath, escritor y folclorista chileno, reconocido por su labor de recolección de las tradiciones de los primeros pueblos habitantes de este país; ya que como editor de la revista Nautilius, de la Sociedad de Capitanes y Oficiales de la Marina Mercante, pudo recorrer el país de punta a cabo, aprovechando su tiempo para impregnarse con las tradiciones aborígenes chilenas, variadas y distintas las unas de las otras, como lo es la geografía de este país.
Autor de «Grafismo animalista en el hablar del pueblo chileno», «Juegos y diversiones de los chilenos», «Chile, país de agua», «Tuberculosis, historia y folklore médico», «Folklore chileno», entre otras obras que abarcan distintos tópicos tradicionales, desde lo culinario hasta los modismos en el hablar de este sureño pueblo.
Mas, en este presente quisiese recomendarles el libro de don Oreste «Geografía del mito y la leyenda chilena1», un tan exuberante como completísimo compendio del folclore chileno, en un viaje por las distintas tradiciones de los diferentes pueblos que se asentaron en diversos lugares de este país, un recorrido por la geografía mitológica que nos transportará a un mundo antiguo, repleto de magia y fantasías; de hecho, esta es la obra más acabada sobre los mitos y leyendas chilenas que he podido encontrar, y les aseguro que mucho he indagado sobre el tema.
Pero lo que es muy completo, asusta al que se está iniciando, por eso os digo que, pese a que esta obra tiene más de cuatrocientas páginas repletas de tinta, no es un texto pesado o dificultoso de leer, todo lo contrario, con pluma liviana, hasta diáfana, don Oreste nos lleva por este recorrido mitológico desde Tarapacá hasta la Antártica, entreteniéndonos y divirtiéndonos mediante el uso de la imaginación, mucho más de lo que una consola de videojuegos puede ofrecernos.
Y si bien la lectura de la obra es ágil y sencilla, no por eso el libro no tiene una rigurosa revisión docta, como puede verse de manifiesto en la bibliografía académica con que termina cada capítulo, lo que le otorga más seriedad a las narraciones que componen el texto, dándonos la seguridad de que el autor ha hecho un profundo escrutinio en su estudio sobre los temas mitológicos que aborda.
Sin embargo, el autor, pese a su labor de recolección de los mitos chilenos, una tarea que tuvo que quemarle las pestañas y hasta quizá algo miope lo dejó, porque arduo fue su trabajo como el que más, en su ilustración de las tradiciones aborígenes no pudo vislumbrar todo lo que involucra el concepto de mito.
A continuación, cito al autor en lo que es la introducción de la obra:
«Sabemos que los mitos pertenecen a una época en que la inteligencia del hombre primitivo no era apta para desentrañar la explicación de los fenómenos que en torno suyo se desarrollaban. El mito no es, pues, más que una explicación de la causa o del origen imaginado de tal o cual ser, cosa, fenómeno o hecho. El hombre mitológico sintió que el mundo vivía. Pero no interpretó esa vida como nosotros. Los fenómenos de la naturaleza que se presentaban, no eran el resultado de una ley natural, sino como actos de personajes divinos, o a1 menos sobrehumanos, de poderes buenos o malos. Era el tiempo de la fantasía, de la expresión poética, de las impresiones producidas por los fenómenos de la naturaleza en la sensibilidad virgen de los hombres primitivos. El mito entrega el conocimiento de la vida del hombre antiguo y la interpretación de su pensamiento y de sus acciones».
Si bien el escritor tiene toda la razón, porque lo mitológico intenta explicar los fenómenos naturales mediante la poesía mágica e imaginativa, en una transmisión oral y previa a la escritura, en un mundo que aún no tenía desarrollado un pensamiento filosófico ni científico… sin embargo, he de reparar en el juicio incompleto de don Oreste, porque no atisbó a intuir que:
a.- El conocimiento mitológico no sólo antecedió, sino que también influyó de forma decisiva en el pensar filosófico; e incluso, en algunas ocasiones contribuyó al reflexionar científico.
b.- Es más, lo mitológico esconde bajo la hojarasca profundas realidades psíquicas humanas, como ha sabido más tarde desentrañar la psicología psicoanalítica.
c.- Y cómo si esto fuese poca cosa, las narraciones míticas gustan de recrear nuestra vivencia y experiencia cotidiana, tal como como lo expresa muy bien en su obra don Floridor Pérez.2
Pero, pese a los párrafos anteriores, no creamos que esta crítica decrece el valor esta obra.
Por lo tanto, les propongo que exploremos en los mitos que nos ofrece «Geografía del mito y la leyenda chilena»; y en particular, coloquemos nuestra mirada en las tradiciones ancestrales de los primeros habitantes de la isla grande de Rapanui, terruño que, para el imaginario colectivo de estos aborígenes, narcisista si se quiere, supo colocar a esta isla en el centro de la Tierra y hasta la denominó «El ombligo del mundo».
a.- Make-Make, el creador del mundo: un día estaba más aburrido que de costumbre y su soledad era aún mayor. Vio a la Tierra que había creado, repleta de plantas, árboles y animales, pero ninguno de ellos sabía comprender ni expresarse con palabras.
Entonces, Make-Make, al ver su reflejo en el agua lo saludó:
—¡Qué hermoso y parecido eres a mí!
Y así, este dios creador, decidió engendrar un ser que fuese capaz de pensar y hablar, un ser hecho a imagen y semejanza de sí mismo.
Primero fecundó la roca, pero no fue bueno el resultado.
Luego fertilizó las aguas, surgiendo variopintas especies de peces, pero ninguno conocía el arte de la reflexión, ni menos suponía como comunicarse, como sí sabía hacerlo esta divinidad.
Más tarde, Make-Make observó un terruño colorado dentro de la concavidad de una roca, y sin más, se unió a esa tierra rojiza, naciendo de ese desliz un ser que era muy parecido al dios, porque podía razonar y expresarse por el verbo.
Pero al poco andar, la divinidad se percató de la soledad del hombre, por ende, fecundó la costilla izquierda de su criatura, de donde nació la mujer.
Una exposición tan entretenida como similar al mito del Génesis de la Biblia; en donde, el hombre es hecho a imagen y semejanza de Dios, siendo esculpido por la divinidad a partir del polvo; y, es más, la Providencia de una costilla del varón fabricó a su compañera.
Y como la cultura pascuense e israelita antigua no tuvieron ningún tipo de contacto, ha de concluirse por el propio peso del hecho, que los mitos son resultado de imágenes primigenias arquetípicas propias del inconsciente colectivo3, imagos que son propias de la psique de cada ser humano y de todos ellos en cuanto a especie.
b.- El origen de los moáis: el maestro Miru hizo un primer moái, pero el resultado no fue lo esperado. Por ende, mandó a seis aprendices donde Kave Heke a preguntarle por el secreto de cómo construir un buen moái.
Kave Heke se mostró evasivo y dilató su respuesta por casi una semana, pero finalmente su grito expresó que:
—Abajo, en vosotros, está el secreto de hacer bien un moái.
Los muchachos no comprendieron, empezando con desánimo su regreso al hogar; sin embargo, cuando uno de ellos se detuvo a orinar al borde del sendero, al contemplar su desplegada virilidad, sólo entonces entendió.
Y con la buena nueva llegaron junto a su maestro Miru; e hicieron primero un moái masculino y otro femenino que arrojaron al mar, posteriormente no menguaron en su afán, esculpiendo todos los moáis de la isla con toba volcánica (ceniza volcánica compactada), y con mineral rojo elaboraron los pukaos (copetes de los moáis que encajan sobre la cabeza de los mismos y que se piensa en la actualidad que representan la sexualidad humana, donde la cabeza masculina de la escultura penetra el sombrero femenino que lleva el moái sobre sí).
Más tarde, estas primitivas obras de arte, de ojos grandes de coral y obsidiana, fueron colocadas sobre los ahus (tumbas) para proteger los nichos de los difuntos.
Esta narración nos ayuda a aclarar el misterioso motivo que llevó a los primitivos isleños a construir estas esculturas.
Más tarde, este relato termina de la siguiente manera:
«Y si el maestro Miru no estuviese aún vivo, no hubiésemos sabido el origen de los moáis».
Una oración que nos arranca una sonrisa, y como con estas palabras el narrador se muestra como un sabueso que indaga sobre el enigma de los moáis, aquello mismo contribuye a dar un aire de mayor credibilidad a la historia.
c.- El país de las almas: existe la creencia isleña que, al morir, las almas viajan a un lejano país.
Los que tuvieron mérito en su vida se les viste con atuendos suntuosos, son agasajados con exquisitos manjares y pueden poseer hermosísimas mujeres. Como se desprende de esta narración, el cielo pascuense es muy parecido al paraíso del Corán; siendo ambas culturas bastante machistas por lo demás.
Sin duda, una evidencia más de la similitud entre los mitos de diversas civilizaciones, pese a que no tuvieron ningún tipo de comunicación e intercambio entre sí.
¿Y el sujeto que con sus acciones terrenales sólo trajo penurias en la vida? Su alma, en este distante país, será convertida en un Aku-Aku, especie de espíritu maligno, él mismo que retornará al plano terrenal a atormentar a sus deudos, ya sea en sueños o cuando sus familiares se echen a la mar. Para prevenir estos inconvenientes, los parientes del fenecido, harán ofrendas ante la tumba del que ya no respira.
De esta forma, estamos terminando la reseña de hoy. Un texto que mucho trabajo de investigación tuvo que llevarle al autor, pero el sudor de su frente dio frutos, porque esta obra supo cumplir, a mi modo de entender, con sus dos objetivos fundamentales:
a.- Entretener: el libro divierte y atrae al lector a un mundo mágico y de creencias ancestrales en el poder de la palabra, lo que brinda un justo descanso frente al hastío de la monótona y rutinaria vida cotidiana.
b.- Cultivar: esta obra tiene el mérito de aumentar el bagaje cultural del lector. Al respecto, la palabra cultura viene del latín cultus, que significa cultivar o arar la tierra; y por analogía, hoy significa cultivar el espíritu, vale decir, desarrollar y educar los conocimientos y habilidades humanas.
Y si seguimos el pensamiento de Ortega y Gasset4, la élite, que es la minoría, a través del esfuerzo, el estudio incansable y la educación continua, alcanza un grado mayor de nobleza, siendo llamada a liderar y conducir el destino de su pueblo.
Una comunidad conformada por el «hombre masa», que es la mayoría, mucho menos instruido que la élite e incluso inculto, carente de grandes aspiraciones, conformista, egoísta, mimado, y amante de una vida fácil y sin esfuerzo.
Es más, según Ortega y Gasset, si esta masa llega a dirigir la sociedad, se convierte en una amenaza para la civilización, el progreso y la cultura, porque no valora la originalidad, el esfuerzo intelectual ni el mérito académico.
Por otro lado, el axioma expresa que un escritor que se distingue como tal, es el mejor de los lectores.
Porque solamente a través de la lectura y el cultivo del espíritu, un escritor será parte de esta élite, siendo llamado por su misma profesión y hábito a ser un líder de opinión.
Pero, dejemos algo de tinta para una próxima reseña literaria.
Mas, no quisiese sentirme tan solo como lo experimentó Make.Make al principio de la era de los hombres, por eso os invito, queridos lectores, a acompañarme en la próxima entrega, la cual versará sobre otro interesante capítulo de este mitológico libro de don Oreste.
¡Los espero!

- «Geografía del mito y la leyenda chilena»: completísimo libro que versa sobre las tradiciones ancestrales de los pueblos originarios de Chile, siendo guiados en nuestro viaje por una geográfica brújula, cuyo autor es Oreste Plath, colección de la Biblioteca Nacional de Chile, año 1.983. También se puede descargar esta obra en el siguiente enlace en Internet:https://www.memoriachilena.gob.cl/archivos2/pdfs/MC0031710.pdf
- Floridor Pérez Lavín (1.937-2.019): destacado poeta, ensayista, biógrafo, crítico literario y folclorista chileno.
- Inconsciente colectivo: parte de la psique inconsciente que es común a toda la humanidad y contiene arquetipos, símbolos universales y la experiencia compartida de la historia de la especie humana.
- José Ortega y Gasset (1.883-1.955); filósofo y ensayista español, exponente principal de la teoría del perspectivismo y de la razón vital e histórica, de gran influencia en el pensamiento hispánico e iberoamericano del siglo XX. En su obra «La rebelión de las masas» expone su tesis social sobre la contraposición entre la élite versus el «hombre masa», central en el pensamiento de este autor.