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Literatura
Reseña literaria
abril 2025

Reseña literaria: Dino José y los cuentos fantásticos
por
Guido Schiappacasse

Hace un par de años inicié este proyecto en nuestra revista literaria «Mal de Ojo». Así, sabiendo que dentro del generoso género narrativo tenemos expresiones artísticas como lo son la fábula, el cuento, la leyenda, el mito, el ensayo y la novela; dentro de lo narrativo me he empeñado en recomendarles las plumas más brillantes, tanto nóveles como clásicas. 

De esta forma, cuando hecho un vistazo hacia el atrás redescubro que en este camino hemos gozado presentando ejemplos de la fábula tradicional, pero sin olvidar la fabulación satírica o poco ortodoxa; asimismo, dentro del cuento sí que nos hemos engolosinado, disfrutando en revivir aventuras con el microcuento, el tradicional relato de lejanos parajes, la narración navideña, de ciencia ficción, de horror, dirigida a los infantes, empapada de realismo y crítica social, de tipo romántica, histórica, con realismo mágico, erótica, costumbrista, con humor negro, de misterio, surrealista, existencialista y cargada de un realismo poco pulcro1.

Como vemos, mucho hemos disfrutado, pero hoy hemos de dejar el cuento y continuar por nuestro sendero en la narrativa, explorando otras formas de manifestaciones; sin embargo, detengamos nuestro ahínco por un momento y llenemos nuestros fuelles del aire del calmo anochecer, ¡aún nos falta por explorar el cuento fantástico! 

¡Estoy de acuerdo con ustedes!, tomo acción y me pongo a investigar sobre relatos fantásticos, vale decir, sobre cuentos que presentan hechos sobrenaturales o irreales que irrumpen en lo cotidiano, rompiendo con la verosímil realidad, mediante la aparición de situaciones o hechos extraños que provocan asombro o vacilación al violarse las normas de la mera realidad; y que, no menos importante, requieren de una comprometida participación del lector, que acepta con gozo el extraordinario evento sin rechazarlo o cuestionarlo a priori.

Y en esta empresa he de contarles que cual Orfeo2, he de viajar hoy muy lejos, más allá de la bruma que siempre cubre con su manto a las tenebrosas y no tan mansas aguas de la laguna Estigia3; he de ir tan distante, ¡al mismísimo mundo de los muertos!

Así que para ello me preparo con antelación y en mi morral guardo un par de monedas para el barquero4, y también envuelvo tres jugosos filetes para distraer a cada hambriento hocico del Cancerbero5; porque si bien sus huesos ya volvieron al polvo, aún escucho su voz que resuena límpida en el inframundo; sin la menor duda hoy les comunico que he rescatado un imperdible libro de cuentos fantásticos de un autor ya fallecido, pero que a su vez aún vive y respira con mágico hálito a través de su obra…

Así, Dino José Schiappacasse Olmos (1.930-2.013) fue un escritor e intelectual chileno-italiano que dedicó su vida entera a develar los misterios de la existencia y de Dios. Dentro de sus novelas destacan «El apóstol de fuego» (Ediciones Paulinas, Chile, 1.961) y el «Discurso del Mundo Nuevo» (Ediciones Parera, Chile, 1.967). Su inigualable biografía sobre la vida y obra del padre Mateo Crawley-Boevey (El apóstol de fuego), quien es reconocido en la actualidad como el apóstol mundial del Sagrado Corazón de Jesús, renovó e iluminó la fe de muchísimos de sus lectores; y hoy día es conservado como un tesoro en el catálogo de la Biblioteca Nacional del Congreso de Chile, colección del monseñor Diego Dublé Urrutia. Por otro lado, su «Discurso del Mundo Nuevo», declarado texto de estudio por el Ministerio de Educación de Chile en el mismo año de su publicación, le valió, junto a su trayectoria, obtener la calidad de «ciudadano del mundo», es decir, ser miembro de la selectísima sociedad Pugwash. Dicha sociedad internacional, entre cuyos fundadores se cuentan hombres tan respetables como Albert Einstein y Bertrand Russell, cuenta con una conocida trayectoria en el continente europeo y agrupa a los científicos e intelectuales más destacados de Inglaterra, Francia, Rusia y Estados Unidos de América, entre otros países.   

Pues bien, hoy quisiese tener el honor de recomendarles un exquisito libro de cuentos y poemas de este fascinante escritor, me refiero a «El coloso de Rodas»6. Y, es más, dentro de esta renovada obra literaria, me tomaré maña para presentarles tres cuentos fantásticos de suma maestría y connotada tinta.

En «El coloso de Rodas», el paquete de golosinas reposa sobre la cómoda desde hace un mes, ellos no han venido y ni siquiera los dulces los han atraído. Maurice Dupont, al darse cuenta de aquello, se levanta con desánimo, uno que lo acompaña y ensombrece su vista desde que ellos no lo visitan y dejaron de hacerle jugarretas. Con sigilo, para no despertar a Annette, entre en su despacho… Aquí se nos presenta un genial racconto a través de los pensamientos de Maurice, sus recuerdos nos conducen hasta cuatro años en el pasado, al momento que conoció a su Annette, la cual esforzábase en pintar el paraje violeta y rosado de los Champs-Élysées, en la Place Clemenceau, en la colorida Ciudad Luz. A los seis meses estaban casados y su luna de dulce fue idílica en la isla de Capri. 

Hubiese podido decirse que las azuladas olas del mar que baña a este edén, su tornasolado monte Solaro y la roca I Faraglioni que surge del mar entre aguas cristalinas, fueron dichosos testigos del romanticismo entre estas dos almas, las cuales eran la una para la otra; ella un remanso de paz y júbilo entre azabaches cabellos y admiración para este otro, un arquitecto embebido en un espíritu creador y genial… Y sucedió que, en el último anochecer de sus nupcias, él sintió, aunque no pudo ver, una espada flamígera que lo iluminó; y desde entonces, eventos extraños acompañaron a la pareja, coincidiendo con una alegría élfica que sentía Dupont al iniciar los trabajos para el gobierno francés; construir una carretera sobre nivel para descongestionar el siempre tráfico excesivo de París, con su estructura de hormigón helicoidal descansando sobre pilones metálicos y adornada de elegantes balaustres. ¡Un coloso de Rodas!, magnificente como esa gigantesca e imponente estatua de la antigüedad que saludaba a los marineros a su entrada al puerto de Mandraki, en la helénica isla de Rodas. 

Ellos no se dejaban observar, pero estaban presentes, un día las máquinas de afeitar del arquitecto estaban reposando bajo el colchón, otro despertar sus mocasines fueron encontrados por Annette en el fondo de una maleta, siendo que la noche anterior el inventor los había dejado sobre el felpudo, y Annette le juró que ella nada tenía que ver con estos acontecimientos. Más, en otro amanecer Dupont halló sus bolígrafos a modo de remos y su amada regla de cálculo a razón de mástil, insertados en el jabón del baño; es más, en otra feliz aurora un monograma apareció como por arte de magia escrito en la libreta del constructor, un conjunto de planos y líneas que no seguía ningún patrón geométrico conocido por él… Pero ahora, las travesuras esfumáronse; en una semana Dupont entregaba su obra concluida y los honores que ello le significaban ya no le importaban, ellos desaparecieron y esto lo ponía profundamente infeliz; e incluso su estado de ánimo actual le impidió tomar nuevos proyectos y el teléfono de su oficina dejó de sonar. 

El profesor Lestrade, físico experimental de la universidad de La Sorbonne, descartó que estos eventos fueran producto de seres de otra dimensión o un universo paralelo, esas teorías eran para el matemático solo chifladuras. Pero al regresar Dupont de aquella entrevista en busca de respuestas, Annette lo recibió con un sobre que había sido traído por el cartero. La ONU aprobó el nuevo proyecto de Dupont, construir un dique monumental en el estrecho de Gibraltar, hacer bajar el nivel de las aguas y robarle unos 650.000 kilómetros cuadrados al Mediterráneo, tierra fértil que contribuiría a hacer frente al hambre en un mundo sobrepoblado… El arquitecto se iluminó, un desafío monumental esperaba a su genio creador y esa noche los duendes volvieron a hacer de las suyas; a la mañana siguiente, el constructor al darse cuenta de la travesura, volvió junto a su Annette a ser un hombre plenamente feliz.

«El coloso de Rodas» revela la psicología de un genio, de un creador megalomaníaco, de un héroe de la humanidad. Un genio que necesita ver expresado el quid divinum de su fuerza creadora para sentir la plenitud de la felicidad, la dicha de un niño en un mundo de maravilla y encantamiento. 

Un cuento de fantasía escrito en forma diáfana, sutil, elegante, con palabras bellas que revelan la connotada pericia del autor, con un título que recuerda la imponente estatua de la  antigüedad y contribuye a la originalidad de la obra; y con seres misteriosos cuyo origen no es develado, tal vez, un simbolismo mágico de la creatividad del hombre genial que se encomienda a su obra con esmero, sudor, pasión y amor; el mismo amor que su compañera le profesa, porque solo una mujer puede amar a un hombre que admira; y para Annette, Maurice Dupont era la persona que ella estaba esperando…

«La otra máquina del tiempo», otro cuento delicioso y fantástico donde cuatro niñas celebran el cumpleaños de Stella, no deben haber tenido más de doce años. Tras disfrutar de chocolate caliente con clavo de olor, van al patio a compartir y deciden juguetear con adivinanzas y penitencias. La pelirroja de verdes ojazos se da cuenta que Sandro, un muchachito hermano de la festejada, está regando los geranios, y de un ala lo trae a compartir con ellas, pese a la inhibición y cándida timidez de aquel. 

La rellenita del grupo imita a un burro dando coces, Stella acierta sin dificultad. Luego, Carla, la mozuela de ígneos cabellos y esmeraldas luminarias, con manos en las caderas resopla y silba una y otra vez, Sandro no puede descubrir que se trata de una tetera hirviendo y por penitencia es colocado dentro de un barril en el otro lado del jardín; muy incómodo está allí, en cuclillas, con sus manos atadas por firme cordel que lastima sus muñecas.

Tras un rato, Sandro deja de oír el barullo de las chicuelas, al interior de la casa se han retirado. Él solloza en el interior del tonel, siente rabia, no puede escapar de su prisión, las mozas han sellado la abertura del barril con una rejilla y han colocado unos ladrillos sobre esta. Les quisiese a las jovenzuelas apretar el pescuezo; entonces, a hurtadillas de las otras niñas, Francesca, de dorados cabellos y alma caritativa, se apiada del muchacho y va hacia la barrica para rescatarlo, cayendo así él sobre ella y rodando por el verde prado.

El muchacho al verse liberado se siente calmo y venciendo su habitual timidez, conversa por un rato con su rescatadora. Sandro y Francesca contactan con prontitud y se dan cuenta que comparten el gusto por los libros. Ella le promete que mañana, al salir del colegio, lo vendrá a ver para prestarle una novela de ciencia ficción de la biblioteca de su papá, «La máquina del tiempo»7, de Herbert Wells. 

El diálogo entre naturaleza y espíritu de los jóvenes es interrumpido. Llaman a Francesca, debe despedirse, ya ha terminado la celebración. Ella se va saltando dichosa hacia el dintel de la puerta de la casa, atravesando para ello un pórtico ubicado al otro extremo del prado; entonces, en un arresto casi inconsciente, Sandro grita:

—¡Detente!

Francesca queda paralizada, el castaño se ha quebrado y cae sobre el pórtico de granito, piedra y madera estrepitosamente aplastan el lugar, si ella en ese instante hubiese pasado bajo el arco de piedra, ahora ya hubiese dejado de respirar y su cuerpo se hubiese reventado entre sangre y esperanzas desperdiciadas. El muchacho corre hacia la joven desde el otro extremo del patio, ella casi sin moverse le cuenta que ayer soñó que moría aprisionada por el tronco de un árbol; él le confiesa que ha tenido imágenes oníricas similares, que un hada, pero ahora está seguro que se trata de ella, es apretujada por la caída de un castaño. El griterío de las otras niñas no se hace esperar, resuena sobre todo la voz disonante de la señora Franca… 

«La otra máquina del tiempo», un relato mágico que nos conduce con mano maestra, a través del más delicioso y cautivante suspenso, que surge de forma gradual del diálogo de dos inteligentes niños, a una verdad última y estremecedora: al divino misterio del alma.

En esta narración el autor explora el cándido mundo de la infancia que despierta a la adolescencia, donde espíritu y materia son uno solo, donde la atracción empieza a inquietar el alma. Pero para mayor interés del lector, el albo mantel de los primeros años de vida también es salpicado por el sadismo infantil, mostrado en la pelirroja muchacha que impulsa a sus amigas a darle una cruel penitencia a Sandro.

Y el título del cuento está muy bien puesto, haciendo alusión a la novela de Wells, que trata de un artilugio que a voluntad puede conducirnos al futuro o al pasado.

¡Sueños premonitores!, ¿la realidad presenta efectos que son siempre antecedidos por sus causas? Al menos no siempre es así en lo más pequeño de lo que llamamos real, el entrelazamiento entre dos partículas muestra que la causa y el efecto pueden ser simultáneos, al cambiar el espín8 de una partícula, la otra cambia su espín de la misma forma e instantáneamente, aunque una distancia sideral separe a las partículas entrelazadas, la causa y el efecto son simultáneos, la causa aquí no parece preceder al efecto. 

Y actualmente, la teoría plantea que un evento futuro o cambio de estado de una partícula en el mañana puede influir en el estado de la misma en el presente, esto se conoce como retrocausalidad cuántica. 

Y quizá el cerebro humano, aquella prodigiosa red neuronal, presente en su esencia un funcionamiento cuántico, lo que explicaría la retrocausalidad de los sueños premonitores, donde un evento futuro que ocurrirá, o podría ocurrir, nos hace soñar de algún modo sobre ello en nuestro presente… Simplemente, un tema fascinante, que es explorado en este cuento por el autor del «Discurso del Mundo Nuevo», caminando con impulso genial varios pasos por delante de la época en la que le tocó vivir.

«El extraterrestre», otro relato fantástico de Dino Schiappacasse, en donde un ermitaño hace incontables años, subió a la montaña con una pregunta, ¿quién era él? 

En tres oportunidades, en el lapso de un par de semanas, recibe a dos hombres uniformados, sus perros los dirigieron todas las veces directo a la cabaña humeante del solitario viejo de nobles rasgos y plateada barba con ánimo de profeta. Lo interrogan por si ha visto algo extraño, un platillo o un disco volador, un piloto comercial observó este objeto volar a 2.000 kilómetros por hora y aterrizar en esta montaña. Después, el gentío del valle y la ciudad; y hasta los astrónomos del observatorio cercano, vieron aterrizar un ovni en este rocoso paraje. Los perros huelen lo distinto, lo extraño, intentan abalanzarse sobre el viejo. Pero este las tres veces replica que no ha visto nada extraordinario, salvo las luminarias nocturnas que Dios puso en los cielos. Los hombres vestidos de kaki se retiran entre ladridos que luchan por vencer las correas y abalanzarse sobre el eremita curtido por el silencio y la soledad.

¡Dios, ahora sabía quién era él! ¡Él no era de la Tierra! ¡Él era un extraterrestre! ¡Y él lo proyectaba, quizá en hipnóticos sueños! Eso explica las visiones de la gente, e incluso de los hombres de ciencia. ¡Y si él no era de este mundo, tampoco los demás hombres lo eran! El mundo está sobrepoblado, los fértiles valles se secarán y el mar se contaminará merced del catastrófico cambio climático que el hombre está provocando; es el hambre la que desencadenará la tercera Gran Guerra, ya no por poder, sino por la lucha por el alimento. 

Y descendió por el angosto desfiladero, atravesó valles salpicados por algunas humildes chozas, luego el rojo y árido desierto fue transitado por el profeta, hasta que vio el hongo oscuro que contaminaba la gran metrópolis, él había sido elegido para salvar a la humanidad…

«El extraterrestre», ¿quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos? Son las tres preguntas eternas que el hombre se viene formulando desde que existe sobre la Tierra, pero que jamás nunca habían sido respondidas de modo tan impactante y dramático por un escritor como en este crucial período de la historia de la humanidad, amenazada por una catástrofe ambiental de proporciones apocalípticas, y una guerra nuclear subsecuente de proporciones abismantes.

Sin duda, no hay nada más fantástico que explorar la esencia de lo humano y vislumbrar que somos extraterrestres; somos del polvo, somos materia, pero no solo eso, tal vez, como dice Jesucristo9, lo divino habita dentro de nosotros, al menos, esa es la verdad de los creyentes.

El eremita baja de la montaña, cual Zaratustra10 viene con una noticia, pero su misión no es anunciar la muerte de la imagen de Dios, sino muy por el contrario, viene a enseñarnos que la imagen de Dios habita dentro de nosotros y que aún podemos cambiar los acontecimientos. Juntos, como hermanos, debemos buscar soluciones al cambio climático que secará a la tierra y a los océanos, dejándonos sin alimentos y a expensas de la locura nuclear en una lucha sin cuartel por los escasos suministros que todavía subsistan.

Nuevamente, el profeta escritor se adelanta a su era y nos plantea esta futura apocalipsis climática, circunstancia que en el ahora estamos empezando a experimentar. Y, es más, en esta entrega, Dino Schiappacasse derriba los cimientos del mito arquetípico en donde el salvador viene a rescatar a la humanidad, no está afuera nuestro héroe, no son los ovnis los que traen a nuestro mesías, nuestro salvador está dentro de nosotros, somos nosotros mismos los que nos pondremos a buen refugio si obramos, de ahora en adelante, fraternalmente y con verdadera sapiencia.

Finalmente, este libro de excepción pone broche de oro a su entrega con «Los poemas de la hermandad universal», que coronan de forma magistral esta antología única de cuentos y poemas, transportándonos a la inspirada cosmovisión franciscana del autor, muy atingente dado el cambio en el clima que estamos viviendo, producto de la insensatez del hombre y de su falta de hermandad que no le permite encontrar una solución a este dilema. 

En resumen, sin lugar a cavilaciones, «El coloso de Rodas» es un libro imprescindible en la biblioteca familiar y apto para lectores de todas las edades.

Dino Schiappacasse, el autor de «El coloso de Rodas», en una mañana jubilosa de 1.990, en la cual, en sus propias palabras, el fotógrafo logró capturar su alma.
Dino Schiappacasse, el autor de «El coloso de Rodas», en una mañana jubilosa de 1.990, en la cual, en sus propias palabras, el fotógrafo logró capturar su alma.

 


  1. Reseñas literarias escritas por Guido Schiappacasse: conjunto de recomendaciones literarias publicadas en la revista especializada «Mal de Ojo» y que versan, por ahora, sobre fábulas y cuentos como subgéneros de la narrativa. A continuación, dejo el enlace de la publicación en Internet: https://revistamaldeojo.cl/index.php/tag/guido-schiappacasse/
  2. Orfeo: héroe mitológico griego que bajó al inframundo para intentar rescatar a su amor Eurídice.
  3. Laguna Estigia: en la mitología griega es un río infernal que separa el mundo de los vivos del inframundo (o lugar donde habitan los muertos).
  4. Caronte: es el barquero mitológico griego que transportaba las almas de los fallecidos a través de la laguna Estigia al Hades (o reino de los muertos). Es más, la tradición grecorromana de colocar un óbolo (o moneda) sobre cada ojo del difunto se hacía con el objetivo de pagar al barquero por el viaje del alma del fenecido por la laguna Estigia.
  5. Cancerbero: monstruoso perro de tres cabezas que en la mitología griega custodiaba la entrada al inframundo.
  6. «El coloso de Rodas»: libro de cuentos fantásticos y contingente poemario de Dino Schiappacasse. A continuación, dejo el enlace de la publicación de Amazon en Internet: https://www.amazon.com/-/es/Dino-Schiappacasse-Olmos-ebook/dp/B0F3Z4FMKW/ref=sr_1_1?__mk_es_US=%C3%85M%C3%85%C5%BD%C3%95%C3%91&crid=5JQRY8O72J8O&dib=eyJ2IjoiMSJ9.0zxzyk0KC-qu5dY4iVWPW
  7. «La máquina del tiempo»: novela de ciencia ficción del escritor británico Herbert George Wells, publicada por primera vez en Londres en 1.895.
  8. Espín: momento angular intrínseco de rotación de una partícula elemental o de un núcleo atómico. 
  9. Jesucristo: personaje histórico central del cristianismo y considerado por el dogma católico como el hijo de Dios.
  10. Zaratustra: personaje ficticio central del libro «Así habló Zaratustra. Un libro para todos y para nadie», del filósofo alemán Friedrich Nietzsche. Escrito entre 1.883 y 1.885, esta obra es considerada la expresión maestra del autor, en la que se resume en forma poética su pensamiento filosófico.

Dino José Schiappacasse Olmos El coloso de Rodas Guido Schiappacasse

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