Literatura
Poesía
enero 2025
Poemas de Enzo Farías Molina
EL DÍA DESPUÉS DE LA REVOLUCIÓN
¿Recuerdas cómo fue el día después de la revolución?
¿Sabes si la sangre ya regresó a los cuerpos renacidos,
si las balas se extirparon a sí mismas de las carnes o si los ojos volvieron a mirar?
¿Sabes si es verdad que los gritos, si las voces que clamaban por justicia,
si los himnos brotados desde el asfalto no volvieron a ser callados a palos?
¿Sabes si es cierto que las lacrimógenas aún duermen plácidas siestas, olvidadas en
cartuchos,
acopiados en frías bodegas de cuarteles que ya no provocan temor?
¿Sabes si las madres ya no tiritan, si ya no sienten el pánico de aquellos años,
cada vez que sus niños salen a la esquina para exigir educación y dignidad?
¿Sabes si es verdad que los detenidos desaparecidos por fin ya están en casa?
¿Recuerdas cuánto frío hacía esa madrugada?
Tú esperabas ansiosa las noticias, y yo calentaba mis manos con un pucho.
La manzana entera se había podrido a la sombra de frívolas luces, no muy lejanas.
Trataban de ocultar inútilmente su plan de oscura y cobarde venganza.
Los sentimientos aflojados dentro del congelador.
¿Recuerdas lo que hicimos el día después de la revolución?
¿Sabes si pasó lo que siempre quisimos que pasara;
si la realidad se hizo sueño y al fin lloriquean los que ayer se jactaban?
¿Sabes si realmente fue la lluvia quien encubrió los rastros y blanqueó los peldaños,
si al final bastó con la justicia y no con la mano negra de los tribunales,
o si, al menos por esta vez, la barricada no será necesaria?
¿Sabes si las calles ya se olvidaron de todo, sí se aburrieron de escribir la historia,
o si finalmente supieron a quién el tiempo dio la razón?
¿Te acuerdas de ese instante?
La imagen casi detenida de una bomba incendiaria a punto de despegar.
La única forma de emparejar la cancha y, aun así, estar en desventaja.
¿Recuerdas cómo era ser culpable?
Lo fuimos, en ese entonces, y lo seguiremos siendo.
Seremos como esa mugre, dura de limpiar.
Esa basura que permanece escondida bajo la alfombra,
aguantando el momento para asomar y develar el secreto incómodo.
Seguiremos siendo los delincuentes, los descartables, los violentos.
Los malditos.
La causa de todos los males en su puta y miserable sociedad.
¿Recuerdas cuánto esperamos ese día?
Yo te buscaba con la mirada.
Tú te escondías de su mirada.
Teníamos todas las ganas de vivir, y solo pensábamos en no morir.
Perdimos tanto tiempo intentando seguir vivos.
¿Recuerdas qué pasó el día después de la revolución?
¿Recuerdas qué ocurrió realmente?
La sangre nunca se lavó de los pavimentos.
Las carnes envejecieron tristes, entre cicatrices,
sumergidas en añoranzas panfletarias, entre piedras y grafitis.
Los gritos acuchillados al viento, nuevas lumas marcadas en la piel.
Baños de gas y aguas rancias salidos de su letargo.
Muchos de los ojos vueltos hacia adentro
terminaron escapando para siempre de estas orillas.
Su ausencia hace que esto duela aun más.
Nuestras madres volvieron a llorar.
Lloraron juntas. Sangraron juntas.
Las lágrimas regresaron a sus rostros descascarados.
Sus manos están demasiado viejas para volver a pasar por esto.
Y así fue como el miedo regresó, peor al de antes.
Ahora los cuarteles pedían más sangre para rugir.
Más sangre para condecorar sus uniformes,
para limpiar sus caras y lavar sus manos.
Sangre para sus grotescas maneras y disciplinada conciencia.
Para su vago y nulo entendimiento.
Y finalmente no pasó nada. Nada de nada.
Nadie encontró paz, y fue peor que un sueño.
Ni siquiera fue una pesadilla.
Los detenidos todavía siguen desaparecidos.
No fue lluvia. No lo fue en abril, no lo fue en octubre.
Ni siquiera en un viernes por la tarde.
Fue un espejo roto, una alegoría de la mala suerte.
La realidad dura, hecha pedazos,
las murallas no volvieron a hablar.
Un reproche doloroso después del desayuno
y las ganas que se nos fueron a la misma mierda.
¿Recuerdas lo que hicimos el día después de la revolución?
Salimos, como cualquier otro día.
Y ahí estaban.
Los vimos felices.
Los escuchamos carcajearse.
Seguían acurrucados en su normalidad.
Statu quo.
Y eran los mismos.
Los mismos que rieron ayer, ríen hoy y reirán mañana.
Como siempre y para siempre.
Por los siglos de los siglos.
Amén.
LA CIUDAD ESPERA
Mi nube negra, tu claroscuro.
El cielo inmerso en pensamientos vagos.
Hojas puntiagudas se rebanan en la calma torrencial de los maderos.
Respondo con señales a tus señales, más o menos luminosas.
Nuestras sombras disipan el silencio, abandonadas y con ansias de volver;
caemos al suelo y rodamos, abatidos bajo el aire enrarecido,
pasmados por el frío beso de la muerte y sus embustes.
Y así fue.
Algo que nadie supo ver.
Y así es.
Se desbaratan las ciudades, nadie parece notarlo.
Soportamos.
Correr ya no abre puertas para ninguno de nosotros.
A veces quisiera que mañana fuera un mejor día.
Siempre fallo en el intento.
Habrá, con suerte, un poco más de lo mismo.
Mi espalda desabotonada y doblada, metida a la fuerza en la maleta,
tus manos, sin contratiempos, moldean la arrogancia del instante,
y, a última hora, mis ojos resaltan fuera de la escafandra.
Termino de escribir estas líneas extrañas, desiertas y parlantes:
Cargamos el peso.
Escondemos la crudeza.
Proyectamos la pena.
Abramos paso, dejemos a las flores entrar, se viene el mal tiempo.
Es hora de colgar las cruces y entrar la ropa.
— ¿Qué haremos después de quemar la bandera?
Iremos en busca de mi padre.
Iremos en busca de tu hermano.
Llevaremos la esperanza en carne viva,
subiremos por las praderas manchadas,
donde regaron los cuerpos sin nombre.
Los ojos vendados.
Las manos alambradas.
Mal envueltos.
A medio enterrar.
Todos desnudos.
Tan apaleados.
Terriblemente ametrallados.
Liberados por la lluvia,
pero sin un lugar en este mundo.
—Hay que mirarse los huesos, como los fantasmas, viejos y desanimados.
La ciudad espera a que, un día, regresemos y nos quedemos.
Nos quedemos menos tristes, menos incompletos.
Nos quedemos más acompañados y abrigados,
escondidos del llanto que merodea en el aguacero,
del rompecabezas enfermante de los detalles a cuentagotas;
animados hasta el cansancio, a pesar de las derrotas.
Sembrando los campos y montañas, todos y cada uno de los días,
por el resto de esta y de todas las vidas que nos queden por vivir.
Enzo Farías Molina (Santiago de Chile, 1980) Escritor, compositor y productor musical. Actualmente radicado en el puerto de Coquimbo. Dentro de sus trabajos literarios se encuentra el poemario «Libro Negro: Textos y Narraciones Apócrifas (Episodios I y II)», compilación de poemas y ejercicios literarios publicados a través de La Página de los Cuentos entre los años 2008 y 2009; «¿Cómo llegamos con vida a este lugar?» (2014) y «Episodios: Libro Tercero» (2017). En 2022 su cuento «El hombre que incendió el mundo» obtuvo el segundo lugar en el III Concurso de Textos Breves Beatriz «Tati» Allende Bussi, organizado por la Plataforma Socialista de Chile. Posteriormente los poemas «Del valle hacia el interior» (2023) y «Las aguas» (2024) fueron reconocidos en las versiones consecutivas 8° y 9° del Concurso de Poesía Lucila Godoy Alcayaga: Campesina Nuestra organizado por la Ilustre Municipalidad de Coquimbo y Casa de las Artes Rural. Durante el año 2024 participó del Taller Kenningar de la Fundación Pablo Neruda. Algunos de sus trabajos han sido publicados en medios digitales a nivel
nacional e internacional.