Comunidad
Reseña Literaria
noviembre 2024
Presentación escrita por Rosario Puga sobre el libro “Hay Pueblo en el Barrio”,
Memorias Estelares de otras luchas políticas y sociales en los grises tiempos de la vida popular.
En el marco de la presentación del libro “Hay Pueblo en el Barrio”, memorias Estelares de otras luchas políticas y sociales en los grises tiempos de la vida popular, escrito por Freddy Urbano Astorga, la escritora Rosario Puga comparte la siguiente reseña al libro.
Primero que nada quiero agradecer la invitación a comentar este trabajo.
Desde su título: HAY PUEBLO EN EL BARRIO, el texto nos invita a resistirnos al vacío que domina en los actuales relatos sobre lo popular. Los modos en que nombramos el mundo son los modos en los que lo habitamos, y en un mundo dominado por un orden medial, esa resistencia es clave.
Creo que en la actualidad, desde el mundo social y el académico, y también desde el modo en que se nombran quienes habitan los territorios, se proyecta una visión fantasmagórica de lo popular, que emerge despojada de contraste con la realidad, y se proyecta e introyecta para dejarnos a oscuras. Entonces la PERTENENCIA de las y los autores a los territorios nombrados, resuelve la cuestión de la PERTINENCIA de la práctica de escritura, invitándonos a una lectura cuyas características trataré de reseñar.
Como se señala en el prólogo, la pregunta que cruza la escritura de todos los textos, es qué determinó la degradación de la vida social en los territorios, que recordamos como espacios de resistencia y de construcción de un modo de vida que se nombra como “lo popular”. A esa interrogante, que sirve como gatillador del ejercicio de memoria, se suman las preguntas que cada relato instala en los lectores. Muchas de las cuales quedan como preguntas abiertas.
Así, los textos se relacionan en una suerte de urgencia por entender cómo emergieron las nuevas configuraciones subjetivas de lo social, que terminaron por fracturar la herencia cultural que conforma el recuerdo de quienes recorren los territorios.
De ese modo, el qué pasó, pasa a ser un qué nos pasó. Poniendo en juego la construcción de la memoria, que es siempre la memoria del sobreviviente, del que permanece y mira.
Mi comentario se divide en 2 partes que nombraré en términos simples como las preguntas que instala la escritura en sus lectores y las interrogantes a la práctica de memoria que plantea la lectura
I- Abrir preguntas desde la memoria.
Antes de seguir creo que el hecho de que los autores y autoras sitúen en primer plano la cuestión de las trayectorias personales que operan en la escritura, me obliga a señalar que hago mi análisis desde una vereda diferente a la que transitan ellos y ellas. El campo desde donde leo es el dominio del discurso como disputa y como ámbito de construcción de representaciones.
Debo confesar además que lo primero que vino a mi mente durante la lectura, fue la idea de las y los cientistas sociales como cuentistas sociales. No como constructores de saber en el dominio empírico del respaldo en el dato, si no como observadores implicados y situados, que sostienen una ubicación frente a la realidad que abordan, y la incorporan como componente del saber que se produce y como material de la confrontación con las representaciones a las que se disputa.
La cuestión de la PERTENENCIA que configura la pregunta por el barrio, está hecha en varios casos, desde una mirada que también emerge transformada. El acto de evocar, de referir, encuentra a varios de las y los autores, cambiados en su propia localización por los saberes que portan, y por las trayectorias que la adquisición de esos saberes ha configurado.
La obligación de entender se convierte así en un volver (aunque nunca te hayas ido) sobre el que pesa un conocimiento, que sin embargo nunca se configura como una mirada externa.
En ese contexto el motor de la escritura está puesto deliberadamente en el ejercicio de la memoria. Sin embargo, todos y cada uno logran dominar en ese ejercicio a la nostalgia, palabra cuyo significado refiere al retorno con dolor, consiguiendo posicionar la MEMORIA como la consignación del proceso de transformación, donde se concreta una escritura que es más que solo el recuerdo.
¿Qué nos propone el texto? La práctica textual formada por 9 relatos, organizados en tres apartados, nos lleva a relacionar diversos elementos para formar el campo de lo que los autores nos proponen entender como lo popular.
De la lectura surgen imágenes, que quedan en la retina como aspectos de la vida en los barrios y territorios, que se convierten en cuestiones a ahondar y contrastar con el saber propio, en mi caso es un saber formado a través del trabajo periodístico.
Uno de los grandes méritos de este trabajo es abrir preguntas sobre lo creemos sobre la experiencia de la vida en los barrios, abarcando una valiosa diversidad de experiencias y matices.
A continuación reseñare lo que me parece son interrogantes que la lectura instala. Obviamente lo que consigno corresponde a mi propia práctica de interpretación. Pero estos aspectos parecen situados en el análisis textual y se enmarcan en sus etimologías. Esta “instalación” tiene en el centro la significación de la práctica textual como resultado de las experiencias de sus autores y autoras.
La cuestión del sujeto religioso Cómo impacta en la visión del sujeto de los territorios populares, el modo en que el discurso de fe se despoja de una pregunta ética ante un otro excluido y pasa a ser dominado por la norma. De la transformación del origen familiar como determinante de la identidad Cómo una niñez vivida en los márgenes del mundo delictual, opera en el dibujo del marco de una pertenencia militante.
De las militancias partidistas de izquierda como saga familiar y como conformación de una pertenencia Cuáles son los modos en que la cultura militante y de resistencia a la dictadura, dotó a los barrios obreros de una visión de sí mismos y qué de esas representaciones subyace en la idea actual de la lucha de clases.
De las prácticas de vida de una comunidad territorial y sus resistencias ante su segregación como parte de una ciudad. Cómo la cultura propia de un
puerto se desdobla en sus territorios más marginados para ser y reconocer como ciudad y a la vez verse negados.
La intervención del estado como una forma de disciplinamiento y desarticulación de la comunidad territorial. Cómo opera la estigmatización que provoca la intervención estatal en un territorio, entendido por el poder como conflictivo, despojándolo de la capacidad de producir su propio modo de habitar.
Cuál es el significado del rol de la mujer en procesos de organización territorial Los liderazgos entendidos como forma de habitar un espacio dentro de una ciudad que marca territorios, construyendo discursos oficiales que encierran a su gente en ellos, que la organización convierte en identidad.
El cuerpo como territorio político. Los cuerpos como territorios políticos, que construyen saberes y dialogan con el territorio en la construcción de la sexualidad y el placer de las mujeres en un espacio popular. La lucha política como construcción de la subjetividad. Cómo la historia personal pasa de ser en un territorio a ser ese territorio y sus luchas La identidad militante como contraste. La militancia como recreación de las prácticas y como continuidad de la voluntad.
Cabe consignar que en todos y cada uno de los trayectos propuestos, domina la idea de que existía una cultura que sustentaba prácticas ahora perdidas. Cuestión que tiene su comprobación en las vivencias reseñadas como propias por cada autor.
Así, el caleidoscopio de matices y diferencias que forman el conjunto de los relatos, aparece cruzado por la percepción de la vida del mundo popular actual como mayormente extraviada de toda forma de resistencia. Dominados sería otra forma de decirlo.
Esas pérdidas recorren como visiones espectrales a cada uno de los relatos. Lo paradojal es que esa misma noción, la de la pérdida de tejido social, también es instalada por el discurso oficial. Aunque obviamente es usada en una dirección diametralmente opuesta, como fundamento de las intervenciones en el territorio del dispositivo de vigilancia, o del abandono de las comunidades a sus propias dinámicas de poder.
Lo anterior marca la forma en que tanto en los relatos por separado, como en el paisaje que componen en su conjunto, se cuela el presente desde donde se realiza el ejercicio de memoria, como un momento histórico donde la dominación opera como un tipo particular de subjetividad política, basada en el consumo presentista, que incentiva la competencia en lugar de los lazos comunitarios, y que promueve formas de desarrollo individual en línea con una exigencia de conformidad social aterradora.
En los territorios populares muchos y muchas perciben efectivamente algunos beneficios materiales y simbólicos de la sociedad neoliberal como aspiraciones, como campos de lo posible. Y observamos que en el presente la colonización del sentido común sobre quienes somos se convierte en la forma más poderosa de control social.
¿Dónde quedan en un escenario así esos componentes que fueron según la experiencia de las y los autores parte de otra configuración de los social/popular? Estoy consciente de que en los textos esa pregunta tiene muchas respuestas. Pero como lectores estamos obligados a poner esos sentidos en relación con el orden actual que rige las relaciones y las representaciones, de lo que hoy entienden como pueblo los sujetos que habitan los barrios. A cada historia le toca entonces una segunda mirada.
II- Preguntas a la memoria
Ahora bien, si la interrogante que se plantea al inicio de la publicación sobre el tejido social sigue siendo el hilo conductor, podemos visualizar lo que fue ese mundo popular que compone el acto de memoria de las y los autores, como el marco que puede sostener una reflexión sobre el presente.
Sin embargo, la determinación de afirmar como válida la afirmación de que hay pueblo en el barrio, nos obliga a reconocer las culturas e identidades que hacen parte del presente de los territorios. ¿Somos capaces de poner nuestra idea de lo popular en diálogo con la diversidad de identidades que surgen en la rebelión al modelo de sujeto social con que se hizo la transición post dictadura y que ha dominado hasta hoy?
Podemos elegir creer, como los autores proponen, que esos modos de ser y construir tejido social todavía pulsan, que la cuestión es que está pendiente una práctica social y política diferente, como sugieren algunos. La creación de esas prácticas políticas también dependen de algunas preguntas que los relatos agitan. Entre ellas quiero destacar algunas que refieren al dominio del discurso.
¿Cómo interpela las prácticas políticas en los territorios ese acervo que se nombra? ¿Qué ámbito de lo político se hace imaginable como posible? ¿Nos dejamos transformar nosotros y nuestro imaginario? Porque es evidente que hoy los territorios están formados también por una gran cantidad de personas, que saben que están marginadas de la sociedad y creen firmemente que nada va a cambiar, que esta versión de la democracia, este Estado y este orden social no son los suyos.
¿Cómo se dibuja la idea de futuro, que podría mover la recuperación de un tejido social? Como se escenificó en el estallido, en la actualidad lo popular conforma una diversidad que no es administrable por el imaginario de ningún proyecto de izquierda en exclusivo. Si la antigua disputa por la construcción de hegemonías no aparece practicable ¿Qué hacemos con eso?
¿Cómo se refundan los imaginarios que convierten lo popular en un campo de significación para quienes sobreviven al margen de cualquier idea de transformación? En el contexto del estallido vimos que existen esos excluidos, que el poder llama marginales, a quienes muchos acusaron de vandalizar la protesta. Ellos y ellas constituyen un rostro de lo popular que permanece ausente de muchas narrativas y son asimilados a una idea difusa de lo popular dejándolos sin expresión. Pero están y muchas narrativas políticas se quedan mudas a la hora de darles el lugar que reclaman cuando piden ser vistos.
¿Qué práctica es posible en ese espacio que parece determinado a auto gobernarse y que reclama el imaginario de lo popular a beneficio de intereses particulares que se presentan como propios del territorio ? Es difícil ignorar las dinámicas de poder que el crimen organizado ha instalado en muchos barrios. Donde aquellos que consideran que el futuro no existe portan prácticas de poder y se constituyen como poderes locales, que administran la dinámica de
participación social en el espacio cotidiano, en función de intereses particulares muy precisos .
¿Cómo se refundan los imaginarios que convierten lo popular en un campo de significación para quienes resisten cualquier idea de transformación pero se constituyen como actores dominantes en los territorios? Es necesario plantearse como ese acervo de prácticas que se nombran se insertan y tal vez disputan su lugar en la vida del barrio con una dinámica de poder que ha girado hacia lo que algunos llaman el poder del clan, con su carga de conservadurismo patriarcal, su enorme carga de violencia y dominación de los cuerpos.
Como pueden ver y como han tenido la gentileza de escuchar, Hay Pueblo en el barrio tiene un poder arrollador para abrir preguntas. Eso tiene un enorme valor político porque nos desafía a pensar en las prácticas que conformarán los horizontes de transformación del presente, y las huellas que la acción dejará en los modos de vida futuros.
Muchas gracias
Rosario Puga