Literatura
Narrativa
noviembre 2024
La coca
por Ezequiel Olasagasti
No sabés primo, jugamos por una coca. Pero la de vidrio, que dicen que es más rica. Si llegaba a perder, me iba a querer matar. Está re cara la coca esa ¿De dónde iba a sacar plata si perdía? Yo sé que Fede la compra sin drama, pero ¿si perdía yo? Iba a tener que vender el pilón de figuritas de Dragon Ball que me costó una banda juntar. Yo no tengo plata. Vos sabés que mi viejo no me da, y menos para gastar en boludeces. Él tiene que comprarse sus cosas, los remedios esos que toma. Son importantes, le dan ganas de salir a laburar, lo ponen pila. Y si no los tiene se pone de mal humor, muy mal humor. No sabés primo, los días que no se toma los remedios está re loco. No le puedo ni hablar, me caga a pedos por todo o peor.
En fin, hicimos una apuesta. Íbamos a correr una carrera de bicis y apostamos una coca. Yo no tengo bici, pero ya me tenía cansado Fede haciéndose el Shumager con su playera nueva. Encima todos los pibes lo alababan al boludo como si fuera un dios, el dios de las bicis o yo qué sé. Es mi amigo el pibe eh, todo bien, pero me hace calentar cuando se pone en estrella. Cuando presume tanto. Yo le dije:
— Mucha bici, mucha bici, pero yo con la mía te gano.
Ahí nomás todos los chicos empezaron a agitarla. Se escuchó un “UUUUUHHHH” generalizado. Cambió la cara, me miró y me dijo:
— Dale. cuando quieras, donde quieras.
Me había metido en un quilombo. Ni bici tengo yo, primo. Hablé al pedo. Igual no me iba a comer los mocos, Tuve que aceptar. Le pedí para correr ese mismo día. Tenía que aprovechar que esa tarde mi viejo no trabajaba para sacarle su bici. Si me decía para otro día me cagaba. Era ahí mismo o nunca. Decí que me dijo que sí.
Le saqué la bici a mi viejo a escondidas. Estaba re dormido igual, ni cuenta se dio. Anda medio enfermo, creo que el frío le hizo mal. Porque la chapa de mi pieza se rompió y entra aire. Así que me dijo que use el acolchado, el único acolchado que tenemos en casa. Él duerme así nomás, con lo puesto. Dice que se toma un traguito para calentar el cuerpo y está bien. Pero yo lo escucho a la noche haciendo ruidos con la nariz, chupándose los mocos que le deben chorrear. Supongo que el frío lo debe haber enfermado.
Pero bueno, llegué con la bici a donde estaban los chicos y se me cagaron de risa. Me re verdugueaban la bici porque está hecha mierda. Igual no les pasé cabida. Sé que la bici es buena porque la usa mi papá todos los días para el laburo. Y el carro ese que tira es pesado, más cuando tiene suerte y puede juntar mucho cartón y eso. Un huevo pesa cuando está lleno. Un par de veces yo lo acompañé. Esos días que no había comedor en la escuela y es al pedo que vaya. O esos que no me quería quedar solo. Esos días voy y lo ayudo un poco. Bah, trato. Pero no sabés lo que es ese carro cuando está bien lleno. Yo no sé cómo lo mueve. Si la bici se banca eso es porque es buena, está hecha bolsa, pero se la re banca. Yo le pedí si me la dejaba para mí y me dijo que cuando se compre una nueva. Pero qué mierda se va a comprar.
La carrera empezaba en la calle donde nos juntamos siempre, ahí en la esquina de la casa de Lucas. Después, doblábamos en el chino para agarrar Belgrano, a lo último doblábamos en la cuadra de mi casa y llegábamos hasta donde habíamos arrancado. Matías nos dijo el “ya”. Se sacó la remera y la movió como una bandera. No sé, se lo tomó re en serio. Al toque Fede me sacó ventaja. Y sí, si la bici de él era nueva. Iba re rápido. La que tenía yo era durísima. Cuando llegamos al chino me di cuenta que Fede no podía frenar bien, porque la playera es a contra pedal y se ve que él no estaba acostumbrado. Ahí me le acerqué. Hice como vi una vez en la tele de la casa de un amigo que tiene tele. Me acuerdo que el hermano estaba viendo una carrera de motos. En esas carreras los tipos se abren para doblar y hacen equilibrio con la pierna estirada. No sabés como doblé primo, como un profesional. Doblé re bien y eso que no tiene frenos mi bici. Bah, la bici de mi papá. Al final me sirvió ver eso en la tele de mi amigo. Yo me quejaba que era aburrido y que ponga Los Simpson. Igual ya no me invitó más. No veo tele hace mil años.
Fede empezó a ir más rápido que yo de nuevo, pero en Belgrano lo pasé ¿Viste que por esa calle siempre pasan los colectivos? Bueno, venía uno de frente que se notaba que iba a llegar antes que nosotros a la esquina. Fede arrugó. Frenó y dobló por afuera, para que pase el bondi que venía de frente. Yo me mandé por donde tenía que pasar. Estiré la pata para doblar mejor y me mandé por al lado del cordón de la vereda. El colectivo pegó un derrape terrible. Me pasó raspando. No sabés el susto que me pegué. Te juro que no lo hago nunca más, pero es carísima esa coca. ¿Cómo la iba a comprar si perdía? Me tenía que mandar como me mandé. Me dijo de todo el chofer, y me cagó a bocinazos.
Ahí sí que le saqué una buena ventaja a Fede. Me quedaba una cuadra más o menos. Pedaleé lo más rápido que pude. Así y todo, casi me alcanza en el último tramo el guacho. Y gané, al final gané. Seguía asustado, pero gané.
Lo re descansé a Fede.
— Chiva, chiva —le decía.
Sino le cantábamos entre todos “Calentitos los panchos”. Pero se copó eh, pagó la apuesta. La tomamos ahí en la esquina con los pibes. Con Fede también, si es mi amigo el boludo, aunque lo joda.
No sabés lo rica que es la coca primo. La verdad nunca había tomado yo, estaba buenísima. Te juro que el día que gane otra apuesta te traigo un poco para que la pruebes.
Publicado en “El hueco del ralámpago”, editorial Expreso Nova, 2015
Ezequiel Olasagasti nació en 1989 en San Nicolás, Provincia de Buenos Aires. Sin embargo, de muy chico se mudó al partido de Morón, lugar que él define como su lugar en el mundo. Es escritor, periodista y docente. Como periodista se formó en el Instituto Éter de Radio y Comunicación y en la Universidad del Museo Social Argentino (UMSA). Dicta talleres literarios en CABA y Gran Buenos Aires, además de talleres virtuales para todo el país. Tiene cuatro libros de cuentos: “El hueco del relámpago” (Editorial ExpresoNova,2015), “Espejo convexo” (Editorial Imaginante,2017) y “La gente dice amar la lluvia” (Editorial El bien del sauce, 2020) y “Manuscritos para Litost (auto publicación, 2024). Este último fue hecho en colaboración con su amigo periodista Juan Manuel Ferrera. Durante la cuarentena sacó un libro digital de relatos y poemas de forma autogestiva llamado “Consideraciones sobre los goyetes” (2020). Publicó varios de sus cuentos en antologías y revistas literarias de Argentina, Perú, México y España. Escribió artículos y cuentos deportivos para el medio Globalonet y es editor de la sección literaria de la revista Crítica no especializada. Conduce el podcast sobre literatura “Nunca ganamos un premio” junto al escritor Pablo Bauchiero Chávez.