Literatura
Reseña literaria
octubre 2024
Reseña literaria: ¿costumbres decadentes o una oda al Vitalismo?
por Guido Schiappacasse
He de apurarme, recién hoy 21 de septiembre del año 2.024 me bajo del avión que ha posado sus alas en el aeropuerto internacional de Santiago de Chile, mi terruño de nacimiento. Con un poco de suerte estaré al mediodía en Viña el Mar, la ciudad balnearia donde vivo. Me he comprometido a llegar a tiempo para pasear a mi ánima por las fondas dieciocheras, porque en esta época se celebra las fiestas patrias en mi país y vengo del otro lado de Atlántico, de la hermosa ciudad española de Barcelona, en plena Cataluña. Lo que acaeció fue que en los días previos asistí al congreso europeo de oncología médica con el objetivo de reforzar mi formación profesional en dicha rama de la medicina, la que ejerzo con pasión y amor, no hay motivo para ocultar aquello.
Y orgulloso camino del brazo con ella mientras mis oídos juguetean con la música folclórica, más allá el organillero y su loro parlanchín dan una nota especial a la celebración; y qué decir del delicioso aroma a carne asada; también habrá que degustar de un «terremoto», bebida espirituosa típica de esta celebración. Y costumbres ancestrales florecen por doquier, unos intrépidos muchachos intentan subir el palo ensebado, otros prefieren las carreras de carretillas y de sacos, los mayorcitos ríen y beben jugando a la rayuela, los menos intrépidos prefieren distraerse con el emboque, las paisanas alumbran el atardecer con sus trajes típicos multicolores, todo esto mientras me propongo explorar dentro del género del cuento el subgénero del Costumbrismo.
Al respecto, el Costumbrismo como movimiento artístico nació en el siglo XIX y pretendió retratar los usos y costumbres sociales, sin ánimos de interpretarlos o criticarlos, actitud que incumbe más al Realismo literario, como ya hemos visto en una reseña anterior guiados por la voz denunciante de Baldomero Lillo y su crítica social sin tapujos a los abusos que recibían los mineros del carbón en la sureña ciudad Lota, arraigada en un país que ya se cae del mapa, llamado Chile[efn_note]Entre picotas, realismo social y el temible grisú: reseña literaria escrita por Guido Schiappacasse sobre Baldomero Lillo y su libro de cuentos «Sub terra», una voz acusadora sobre los abusos laborales que sufrían los mineros del carbón, escritos con realismo y descarnada crítica social. El link de la publicación es: https://revistamaldeojo.cl/index.php/2024/04/18/resena-literaria-entre-picotas-realismo-social-y-el-temible-grisu-por-guido-schiappacasse/[/efn_note].
Es el momento de tomar una decisión, podría sin más presentarles algún relato corto sobre la usanza y la vida campestre de mi tierra; pero mi pluma se detiene; ¡está bien!, haré el mayor de mis esfuerzos y os presentaré una narración sobre hábitos de vida contradictorios y opuestos que nos harán pensar durante todo el resto del día, un escrito del magistral William Somerset Maugham (París, 25 de enero de 1.874-Niza, 16 de diciembre de 1.965).
Así, este autor nacido en Francia, pero de corazón, conducta y hábito británico, porque a los diez años de vida se trasladó a estudiar a Inglaterra, llegó a hacerse muy popular y recibir por sus escritos una importante recompensa económica, cosa muy poco habitual en la profesión de Cervantes. Es más, fue autor de novelas culmines de la literatura universal como «Servidumbre humana» y «El filo de la navaja» y asimismo supo ser un incansable viajero que documentó la vida en exóticos parajes, lo que retrató en su prolífera obra literaria. Y sin más artilugios introductorios, hoy les recomiendo leer el cuento «La caída de Eduardo Barnard»[efn_note]La caída de Eduardo Barnard: cuento costumbrista escrito por William Somerset Maugham. El enlace de la publicación es: https://www.literatura.us/idiomas/maugham/caida.html[/efn_note].
En este relato desde las primeras palabras ya se produce en el lector un desasosiego y un deseo de saber el motivo de la ansiedad que experimenta Bateman Hunter, que pese a viajar desde Tahití a Chicago, del viaje no disfruta, es más, no sabe cómo le contará a su mejor amiga, Isabel Longstaffe, lo que ha visto y oído de Eduardo Barnard. Aquí el escritor interrumpe el desarrollo lineal del relato e introduce con maestría un necesario racconto, el cual nos permite saber que estos dos hombres ya entrando a la edad madura, alguna vez fueron los mejores amigos en el colegio y lo siguen siendo; es más, ambos están desde tierna edad prendados de Isabel, pero esta solamente corresponde a Eduardo y con él hace el compromiso de matrimonio. Por ende, Bateman Hunter se juramenta no revelar sus sentimientos y ser el mejor compinche de la pareja, no se casará y cuando el matrimonio hubiese fallecido, él se ve en sus fantasías contándole a la futura hija de Isabel que alguna vez amó mucho a su madre; en Bateman el sacrificio puritano es parte de su ser y quehacer.
Los tres gozan de muy buena cuna y sus familias son acaudaladas, «la créme de la créme» de la pujante y creciente ciudad de Chicago. Pero un banco muy conocido quebró intempestivamente y la bolsa dio un revés y tuvo una caída desde muy alto, aquello empobreció de un instante a otro al progenitor de Eduardo Barnard, razón por la cual se suicidó, aunque sin aspavientos, conservando las buenas costumbres y la compostura británica, la cual Chicago tiene el honor de haber heredado.
Ante este traspié, Eduardo le solicita a Isabel que rompan su compromiso nupcial, pero como esta se niega, decide tomar durante uno o dos años una colocación en Tahití en el negocio de George Braunschmidt, un amigo de su familia; y así, una vez que hubiese aprendido el arte y ciencia de estas compraventas, se trasladaría de nuevo a Chicago donde sería premiado con una colocación definitiva, una labor que le depararía prosperidad y riqueza.
Eduardo desde estas islas del Pacífico del sur, se comunica una vez al mes con Isabel y Bateman a través del correo postal. El primer año se le puede leer entre líneas su ansiedad por desposar a Isabel; sin embargo, en el segundo año se encuentra ternura en sus palabras dirigidas a su prometida, pero ni un atisbo de cuando piensa regresar. Al transcurrir más de dos años, Bateman, que no deja sola a Isabel ni al sol ni a la sombra, averigua de los mismos labios de míster Braunschmidt que Eduardo fue despedido de sus comercios hace más de un año, porque resultó ser un flojo y un holgazán, es más, se le advirtió varias veces, pero este insensato no cambió su conducta. Ante la ansiedad de Isabel, Bateman decide, aprovechándose de que su familia abrirá sucursales de su negocio en Sídney, Wellington y Honolulú, darse una vuelta por Papeete y de primera fuente investigar el hecho.
Y así, Bateman encuentra a un Eduardo cambiado, muy influenciado por míster Arnold Jackson, un otrora estafador de cuello y corbata, el que se ha transformado en una especie de maestro de Eduardo y le ha enseñado a vivir disfrutando de cada dádiva que ofrecen el clima y la hermosura de estas islas. Ya Eduardo no da marcha atrás, no quiere pasar su vida laborando de sol a sol para amasar una fortuna que para él ha perdido toda cordura y sentido, prefiere disfrutar de los rayos del sol que lo cubren con encanto, del dulce jugo y pulpa de los cocos que nacen de las palmeras por aquí y por doquier, del mar de agua azul cristalina y verde esmeralda; y del amor de la hija del sinvergüenza bancario redimido, con la cual quisiese contraer nupcias si Isabel le hace el favor de romper el compromiso.
Y todo esto le cuenta Bateman a su Isabel, a la cual admira por su hidalguía y su recto código de honor y conducta…Y aquella, sabiendo desde hace mucho que el camarada de Eduardo la ama, porque cualquiera dentro de la muchedumbre, incluso un ciego, hubiésese percatado de aquello, se entrega sin mayor resistencia a los brazos de Bateman. Este último mientras abraza a su ensoñación se ve haciendo crecer el ya pujante negocio familiar; y ella, se mira a sí misma acomodándose en la vida, con una sólida posición y con hermosos muebles venecianos que decoran la mansión donde vivirá junto con su esposo.
Si bien los trazos de Somerset Maugham son en demasía directos, simples y precisos, lo cual sus detractores le critican, esta aparente simpleza está adornada de una que otra figura metafórica, regaladas con flema británica. Y, es más, su prosa no requiere de más artilugios para encantar al lector, porque el verdadero poder de su escrito está en la historia que desea contar; y puede que excesivos adornos literarios vayan incluso en contra de este objetivo.
Con respecto a las descripciones de los tres personajes principales (Eduardo, Bateman e Isabel), estas son meticulosamente llevadas a cabo, no olvidando ni el tenor del físico ni el hábito interno de los personajes.
Y precisamente, a través de estas descripciones, podemos darnos cuenta el paralelismo comparativo que se establece entre los hábitos, costumbres y forma de vida entre la pujante Chicago y el apacible archipiélago de Tahití.
En la siempre hormigueante y creciente Chicago la vida se experimenta en forma vertiginosa, siempre esforzándose en trabajar, más un día y más todavía el siguiente día, en la esperanza de lograr posición y fortuna, con un código ético estricto como el de Isabel; o una tendencia a sacrificarse por la felicidad de los que se estima, como es el caso del amigo de Isabel y Eduardo. El sentido de la existencia está puesto en la riqueza, esto explica muy bien la pérdida de la brújula y el suicidio del padre de Eduardo cuando se esfuman sus monedas de entre sus rapaces manos.
En cambio, en estas islas del Pacífico se exalta la vida en sí misma, regocijándose con las bondades que el clima de este paraíso puede brindar, conformándose con laborar solo para mantenerse, porque el hacer riquezas es algo vacuo que esclaviza la existencia. En este archipiélago el devenir conlleva una alegría injustificada, con cierto descuido y despreocupación. Además, los sacrificios se ven como algo novelesco e inaplicable, si con ello se tuerce el goce de la vida. De hecho, Eduardo sabe que Bateman ama a su prometida, sin embargo, no abandonará su compromiso por la felicidad de su amigo, sino porque este futuro matrimonio impide que él pueda disfrutar de la vida, sin mayores responsabilidades ni un quehacer excesivo.
Además, hasta el hábito y la costumbre del enamorarse es algo opuesto entre estos dos lugares. En Chicago este sentimiento se ve supeditado al interés y a la futura posición socioeconómica; de hecho, Isabel acepta a Bateman porque aquello es lo que más haberes le proporcionará de acuerdo a las actuales circunstancias, sin duda es un amor que se tranza en un bazar.
En cambio, en los exóticos parajes polinésicos, el amor es algo ingenuo, supeditado al sentimiento en sí mismo, por eso Eduardo a puesto sus azules ojos en Eva, la hija del otrora estafador y actual mentor del protagonista de esta narración. Así, para Eduardo, Eva es una hermosa flor, la cual él desea proteger para así vivir juntos de las delicias que ofrece este edén, sin esforzarse en demasía en su labor, no vaya a ser que el sobresfuerzo en el trabajo opaque la luz de la existencia.
Finalmente, podemos concluir de esta obra que un juicio por parte del narrador brilla por su ausencia, no es el objetivo del autor criticar una u otra forma de vida y sus costumbres, no pretende ponerse de parte de ninguna de las dos posiciones, eso queda en manos del lector… Un lector al cual esta joyita literaria lo obliga a pensar y meditar, rumiando con goce estas costumbres y hábitos opuestos; y sin duda, reflejando en este juicio su propia vida.
Antes de terminar, no os quiero dejar inquietos, todo lo contrario, recordad lo que enseñaron los filósofos en la antigua Grecia, el equilibrio es la respuesta a nuestras premuras y contradicciones. Así, por mi parte, recortaré un poco el tiempo que utilizo en laborar en oncología médica, siempre intentando recordar que esta profesión se ejerce por amor y empatía a nuestros congéneres y no por la obtención de riquezas. Y, es más, dedicaré un poco más de tiempo a disfrutar de la vida, vale decir, como es mi caso particular, a verter en páginas en blanco mis experiencias y sentimientos en nuevas y futuras historias.
Pero, que cada cual saque sus propias conclusiones y las aplique a su vida, yo no poseo la verdad absoluta y solamente les he dado mi opinión ante esta contradicción u opuestas costumbres en la forma de llevar la existencia.
Hasta la próxima entrega, por mientras disfruten de este cuento de Somerset Maugham, que con todas sus letras es una obra magistral de la literatura universal…