Literatura
Narrativa
agosto 2024
Los tres golpecitos
por Luca Cáceres
La ciudad cordobesa amaneció con un color rojizo intenso como Ernesto jamás había visto en su vida. Sentenció que, definitivamente, los amaneceres en aquella ciudad eran infinitamente más hermosos que los de su tierra natal, Buenos Aires. Llevó la taza de té caliente a su boca, a sabiendas de que quizás no sería la mejor idea si su objetivo era conciliar el sueño. Sería su tercera noche sin dormir aquella semana.
Pronto, los ruidos de los autos comenzarían a aturdir sus cansados oídos, el sol se colaría en su ventana molestando sus ojos y ya le sería imposible hasta una siesta. Estaría condenado a vagar todo el día como un zombie hasta que el sueño le ganase y sus pensamientos no pudiesen impedirle descansar.
Apoyó su brazo libre en el barandal, sin dejar de degustar el genérico té, y una voz, molesta y conocida, comenzó a hablar con él.
—Algún día vas a perder la cobardía y te vas a tirar.
Ernesto la conocía, lo acompañaba todos los días, a toda hora, aparecía en todos sus momentos de tranquilidad y disfrute, siempre lista para arruinarlos.
—Dale, si igual ¿quién va a llorar por vos?
Tocó 3 veces su cabeza con unos golpes suaves, una manía que tenía hace unos años cada vez que ella aparecía, con el objetivo único de espantarla.
De pronto, todo comenzó otra vez. Sentía el picaporte de la puerta moverse escandalosamente de arriba hacía abajo, con la urgencia que solo puede tener un intruso.
—Vienen por vos…—Canturreó la voz.—Vienen a buscarte, y van a matarte de una forma tan cruel que los diarios no van a animarse a revelar los detalles.—Se golpeó 3 veces la cabeza otra vez, intentó repetirse que todo estaba ahí adentro, la voz chillona de mujer que lo acosaba, el ruido del picaporte, la inminente presencia de alguien. Nada era real.
Cacho, su perro, comenzó a ladrar con vehemencia. Ahí fue cuando se asustó, Cacho ladraba cuando sentía la llegada de alguien.
—¿Qué pasa, Cacho? ¿Quién anda ahí?—Dejó el té en la mesita del balcón y fue hacía la sala. Procuró usar su voz más gruesa, para que en caso de que hubiese gente del otro lado supieran que había un hombre en la casa.
Abrió la puerta y miró el pasillo, no había nadie. Soltó un suspiro frustrado, era la décima vez que salía y se descubría solo. A veces incluso deseaba la aparición de un extraño de malas intenciones, solo para que le confirmara que no estaba perdiendo la cabeza.
—Te estás volviendo loco, Ernesto. Te estás volviendo loco, loco, loco, desquiciado diría yo.— Canturreaba, gozaba de su mal pasar. Necesitaba un descanso.
Se tiró al sofá, apoyó un almohadón en su cara e intentó no pensar.
—Van a venir por vos.—Ahora la escuchaba más claramente, como si estuviera en la misma habitación que él.—Te van a buscar por lo que hiciste, te van a despedazar, te van a descuartizar. Van a quemar tu cuerpo. Nadie va a preguntar por vos.
Golpeó su cabeza tres veces, la única certeza que tenía era que si no lo hacía, los pensamientos estaban condenados a volverse una realidad. Le dolía un poco después de haber perdido la cuenta de cuántos golpes se había dado aquella noche.
—Te van a atar, vas a ver como te lastiman. Vas a sufrir hasta el último segundo, deseando que la muerte te salve del tormento.
Tres golpes, pero no se callaba ¿Por qué no se callaba?
—Van a matar a Cacho para que no haga ruido, van a quemar este departamento mugroso y solo quedarán de él y de vos las cenizas.
Se quitó la almohada de la cara, miró la puerta, podía ver como el picaporte se movía incansablemente. De arriba a abajo, de abajo a arriba.
No quería levantarse, estaba agotado, y aunque las últimas veinte veces no había nadie, todas ellas se sentían igual de reales.
—Ahí vienen…—
Se hizo bolita en un rincón de la sala, se tapó los oídos con ambas manos, acto inútil ya que todo sonido perturbador provenía de él. Sus ojos estaban secos, pero sentía que necesitaba llorar.
—Por favor, déjame en paz, necesito dormir.
—Ellos no te van a dejar en paz, mira, ahí vienen.
El picaporte no cesaba, tres golpecitos en la cabeza.
—Se van a divertir tanto, y no va a haber consecuencias. A nadie le va a importar ¿quién te va a llamar a ver si estás bien? Tu vieja no te quiere, tu ex ya hizo su vida, tus hijos ni se acuerdan de que existís. ¿Quién te va a reclamar?
—Basta, basta, basta ¡Basta!
Cacho no paraba de ladrarle a la puerta, como poseído. El perro no podría defenderlo, era un peludito de apenas treinta centímetros de altura.
Podía verlo en su cabeza, la puerta abriéndose de golpe, extraños ingresando a su departamento a maniatarlo, el lugar prendido fuego. Nadie que pida justicia en su nombre.
—Estás solo, Ernesto. Solo y loco, y así te vas a morir.
El té se enfriaba en el balcón, el escándalo de la máquina lista para otro día de esclavitud, el cielo totalmente celeste, la gente haciendo ruido en su vereda. Y él aún despierto, en cuclillas en un rincón, destapando sus oídos solo para golpear su cabeza.
La luz del sol, el dolor en sus pies, el ruido incansable del picaporte, la voz en su cabeza, el ardor en sus ojos, la luz, el ruido, la voz, los tres golpes, el ruido, el ladrido de Cacho.
Al día siguiente, la ciudad cordobesa amaneció con un color rojizo intenso, los diarios fueron repartidos por un jóven simpático de descuidada barba. Los señores de setenta salieron de sus casas para sentarse en los bares a tomar café y discutir las noticias.
—¿Te enteraste?—Mencionó al pasar uno a su amigo cambiando la hoja. —Encontraron a un porteño muerto esta mañana, tenía tres golpes de martillo en la cabeza.
Luca Cáceres es un autor de 25 años originario de La Matanza, con residencia en Córdoba. Sus primeros pasos en el mundo literario fueron de la mano de la editorial Dunken, donde publicó sus primeros cuentos: “Ángel”, “Balcón de Buenos Aires”, “Aquí donde el viento arrastra las cenizas”, “Funeral” y “Aeropuerto” . Actualmente escribe tanto cuento como poesía en instagram, y está próximo a publicar su primer libro “Poesía matancera” una serie de poemas sobre su lugar originario, con la editorial Astrolabio Editores. Sin educación formal, se ha formado en su pasión siendo un ávido lector desde pequeño, explorando las grandes obras latinoamericanas del siglo pasado. Anhela convertirse en profesional y poder dedicarse a las letras.