Literatura
Reseña
julio 2024
Reseña literaria: la guerra de los gorriones
por Guido Schiappacasse
En este mes de junio del año 2.024 ha llovido en Chile de una forma endemoniada, como no ocurría desde hace tres décadas y unos años más, cuando yo era tan solo un adolescente. Es incesante el golpetear de la lluvia sobre los ventanales de la terraza de mi departamento y el viento sopla y mueve los vidrios, produciéndose un sonido que recuerda al trombón; y estos ruidos que ya parecen una sinfonía, continúan durante todo el día, e incluso prosiguen cuando el sol ya se fue a descansar, agotado y frustrado porque sus rayos de luz no pudieron atravesar los negros nubarrones. Unos sonidos atronadores que terminan haciéndose monótonos y te atrapan llevándose a tu mente al pasado, a un pretérito que me hizo recordar un día de aguaceros en mi enseñanza media. Allí, frente al curso estaba muy erguido mi estimado profesor de Historia, el maestro Pereira.
Un académico de estatura mediana, de cabellos rizados y curiosa barba azabache que cubría casi todo su rostro, si un licántropo parecía, un hombre lobo que con voracidad nos hacía sufrir en los exámenes de Historia Universal. Pero ese día era distinto, todo afuera estaba inundado y el frío de la sala de clases invitaba tanto a abrigarse como a distenderse, es por eso que aquella mañana este educador nos propuso un debate sobre la importancia de conocer la historia de la humanidad que nos ha precedido, discusión que prendió en nuestros juveniles corazones y despertó nuestras mentes, incluso despabiló la sesera de mis compañeros de clases menos estudiosos, todos tenían algo interesante que aportar al tema.
Así, aprovechándome de mis divagaciones, hoy creo que exploraremos, siempre dentro del género del cuento, el subgénero de la ficción histórica. Al respecto, en esta el argumento y la trama tienen lugar en un momento y un tiempo específicos del pasado histórico, destacándose las costumbres y los detalles sociales propios de la época en que la narración esta imbuida. Un arte literario de difícil ejecución porque el escritor debe conocer muy bien el período que enmarca su ficción, es más, no puede cometer errores históricos, sino perderá credibilidad su relato y una buena historia puede terminar siendo tirada por un lector exigente al tacho de la basura.
Sin más introducción, hoy les recomiendo disfrutar de «La casa amputada» [efn_note]La casa amputada: ficción histórica escrita por Roberto Lastre, ganador del II premio del relato histórico Emilia Pardo Bazán. Este relato fue publicado por la revista literaria Letras Libres en el año 2.023. Link de la publicación: https://letraslibres.com/cuento/la-casa-amputada/08/06/2023/?fbclid=IwAR0q0FycfotRBIhjrxUcirGwpdr-Z7RwG622MXbqTGs9D_WiUBXBAYV5yPw [/efn_note]. Para ponernos en contexto, la guerra de los gorriones correspondió a una absurda orden de Mao Tse Tung[efn_note]Mao Tse Tung (1.893-1.976): fundador y máximo dirigente del partido comunista chino y gobernante totalitario de la República Popular China.[/efn_note]
, el todopoderoso dictador de China, allá por el año 1.958. Este reyezuelo creyó que exterminando los gorriones molineros de todo su país se podría terminar con las vacías barrigas del pueblo, porque estos pajarracos se comían los granos de trigo y las semillas de las frutas. Pese a que su ministro del ramo le aconsejó en una carta que no siguiese con esa idea, siendo esto un pecado imperdonable para un dictador porque no se debe nunca contradecir la voz del supremo líder, este Mao contra viento y marea se mantuvo firme en su decisión. Olvidó lo que era un ecosistema, porque sin gorriones que se alimentasen de los dañinos insectos, una plaga casi bíblica de langostas inundó el país y todas las cosechas terminaron en el sistema digestivo de estos insectos, la hambruna cual epidemia entonces asoló al país del Oriente Lejano y murieron de inanición millones de camaradas. Finalmente, en 1.962 Mao desistió de su absurda ensoñación; sin embargo, como este gobernante no podía aceptar que él cometiese errores, castigó a su ministro con la tarea de ir a Moscú, comprar miles y miles de gorriones y repoblar así los cielos de China… Y así el ministro lo hizo, un alto funcionario que hasta el día de hoy sueña con estos pájaros que caen muertos sobre su cama, su culpa no lo deja descansar. Luego, el ministro, por orden de Mao, su otrora camarada de armas en la revolución pretérita, pasó al ministerio de cultura para iniciar una revolución cultural; y posteriormente se le dio la tarea de ordenar al partido gobernante. Terminada su última misión, probablemente con éxito, se le llamó al despacho de su señoría. El mandamás, junto con Jiang Qing, su mujer, por mucho más despiada y perra que él, le dijeron al subordinado que pasaba a la reserva y que debía morar una temporada en una lujosa mansión que el partido tenía en un bello paraje. Así, el alto funcionario es llevado ese mismo día en un automóvil del partido a una alejada casa cuya fachada con sus columnas y adornos florales parece en verdad un lugar de lujo, pero por dentro esa morada está compuesta por humildes y rústicos muebles. Lo que más le llama la atención al desdichado exiliado es que la casa está amputada porque un enorme muro divide el patio, al otro lado de la muralla no hay luz, pero un ruido ensordecedor y rutinario viene de ahí, aparentemente es un generador eléctrico la fuente de esta contaminación acústica.
La tortura se inicia, el ministro no puede descansar en ese lugar porque al sonido del generador se agrega el taladrar de unos trabajadores que perforan el piso frente a la fachada de la casa, con ánimos de arreglar unas subterráneas cañerías de agua. El funcionario tampoco puede cerrar los ojos porque cada cierto tiempo el cielo es inundado con el intenso sonido que hacen las turbinas de los motores de los aviones militares que pasan volando por el lugar; además, una inoportuna coronel golpea la puerta de su casa con el objetivo de informarle que estará un poco incómodo, porque en las inmediaciones unos obreros están construyendo un polígono de tiro al blanco. Finalmente, el desgraciado servidor de su otrora camarada de revolución es despertado por el estallido de armas de fuego en los alrededores, entonces lo comprende, los gorriones salen huyendo en masa con el alboroto y él es tomado prisionero por dos uniformados que lo encuentran desnudo en el patio de la casa, lo quieren exterminar como ayer lo hicieron con los infelices pájaros…
Muy buena narración histórica, ya desde la originalidad del título se intriga al lector. Además, los detalles están muy bien puestos, no existen incongruencias históricas en esta narración; y estos pormenores crean una atmósfera histórica que hace sentir al que lee la necesidad de saber más sobre este relato y la época en que aquello ocurrió.
El omnisciente narrador no se olvida de contarnos los fugaces recuerdos del ministro, así pudimos conocer al padre del infeliz, el cual sí que dejó una huella en la vida; construyó un hogar con su pozo, tuvo una familia y su recuerdo fue duradero en quien lo conoció. No como este alto servidor que se dejó llevar por los quehaceres del partido y no dejó rastros de su vida, tal como él mismo se lamenta. También vislumbramos el pensamiento del abuelo del protagonista, el cual filosofa que se muere muchas veces en la vida, pero podemos renacer si vencemos a la muerte que trae consigo la soledad, un aislamiento que ahora experimenta el ministro caído en desgracia. Es más, experimentamos el amor del protagonista por su mujer, Lan Ping, la cual está muy preocupada por su marido y le hace llegar un mensaje a su encierro donde le da ánimos y le escribe que es cosa de tiempo para que Mao olvide la afrenta, que debe tener paciencia. Asimismo, la bella anatomía de Lan Ping (sobre todo la de sus orejas) siempre sedujo al lascivo Mao, situación que nunca llegó a concretarse pese a la vehemencia del dictador. Su merced tuvo que conformarse con el perfume francés que Jiang Qing se ponía entrepiernas, estimulando la vocación de oso hormiguero del gobernador. Como vemos, jugosos detalles conocemos de los personajes gracias a los flashbacks colocados con talento e ingenio por el escritor.
Además, con genialidad el autor introduce la metáfora del dragón durante el relato del viaje del protagonista a la casa amputada, precisamente cuando pasa por las afueras del Templo del Cielo. Esta figura literaria simboliza la energía primaria o creadora proveniente de los cielos y cuya esencia es el cambio. Por eso Mao, en su juventud, cuando leía el I Ching[efn_note]I Ching: libro oracular chino escrito hacia el año 1.200 antes de Cristo. Texto de orden taoísta, pero que fue asimilado por el confucionismo[/efn_note]
junto con su camarada de armas, ahora el infeliz ministro, se repetía a sí mismo que el gran hombre debe transformarse en un tigre.
Este cuento precisamente refleja la psicología del dictador, pero Mao Tse Tung más que convertirse en un tigre de rayas oscuras, indómitos colmillos y noble fiereza, se transmuta en una mezcla entre asno y hiena. Sí, de asno porque su alteza se cree incuestionable e infalible siendo que es un ignorante que toma decisiones sin conocer los pormenores del asunto y sin escuchar a los que saben más del embrollo, tal como lo refleja el conflicto con los gorriones. Y de hiena porque su eminencia es despiadada en sus castigos tanto como en su paranoia, sin sentir el menor remordimiento, es más, prefiere echarle injustamente la culpa de sus fallos a sus subordinados que aceptar que él se equivocó.
Finalmente, esta corta narración también muestra la psicología del subordinado, el cual se siente culpable, no por haber contradicho a Mao en una remota misiva, sino por haber llevado a cabo sus órdenes pese al apocalipsis de langostas que aquello suponía. Es más, trata de enmendar su error, tomando con ahínco su misión de comprarle gorriones a Moscú.
Excelente ficción histórica, es por eso que «La casa amputada» fue galardonada en el año 2.023 con el II premio del relato histórico Emilia Pardo Bazán, organizado por la Real Asociación de Hidalgos de España y la cátedra Vargas Llosa.
Su autor es Roberto Lastre, nacido en 1.958 en Camagüey, en la isla de Cuba; y exiliado en España desde 1.998. Es licenciado en Derecho por la universidad de la Habana y autor del poemario «Vapor del vacío» y de las novelas «Muerto vivace» y «Tiempo de la vida».
De su biografía concluimos que nuestro autor ha experimentado en carne propia la vivencia bajo un régimen totalitario, nudo dramático que lleva al papel en forma magistral en «La casa amputada».
Pero, esa húmeda mañana, ¿qué diantres se concluyó de la discusión sobre la historia en mi curso de enseñanza media, allá, en un otrora invierno? El profesor Pereira anotó con tiza blanca y roja en la pizarra:
«Cada ser humano debe conocer la historia para no volver a cometer los mismos errores».
Sí, estoy de acuerdo con esta reflexión.
Sin embargo, la insensatez del hombre es mucha, no hace falta redescubrir la rueda, incluso en nuestra Época Contemporánea aún existen gobiernos totalitarios que ejercen un despotismo no ilustrado. El hombre al que se le otorga o consigue por fuerza de las armas un poder absoluto se convierte en una mezcolanza entre un asno y una hiena, por supuesto que sin ofender a los animales de largas orejas ni a los animalescos de fuerte risotada. Sin duda, el déspota nada tiene del noble y valeroso tigre.
Esperemos por el devenir histórico.
Tal vez, este tipo de gobiernos algún día sean exterminados como alguna vez quiso Mao Tse Tung eliminar el vuelo de estas nobles aves en los cielos del Lejano Oriente…