Literatura
Narrativa
junio 2024
PELOS
cuento de Marcelo Rubio
Color, esa palabra usó para decir cual era su trabajo. La dijo con firmeza y luego de pedir una caña Legui. Supongo que habré puesto una cara extraña o habré hecho algún gesto poco convincente, porque el hombre espero que le sirvieran lo pedido, dio un sorbo mínimo que paladeo en placer y entonces se tomó de los pelos y sacudiéndolos comenzó a decir que le daba color a las melenas de hombres y mujeres, hombres lo dijo en un tono que desafía a los incrédulos.
Veinte años que tenía la peluquería con su socia, Margot, la pronunció marcando la T con un golpe de lengua en el paladar, como un chasquido que continuaba en un eco a al O. El pelo es el negocio de todos los tiempos, aseguró y bebió otro sorbo, nación con la confianza, con la promesa, fue prueba de mucho y sacrificio de otro tanto. Dije, a modo de buscar conversación, que en la prehistoria el corte de pelo debió ser algo más bien vinculado con la necesidad de evitar molestias que con la estética. Tal vez, así arrancó él, pero cierto es que mientras los egipcios usaban henna para teñir sus pelos, también utilizaban pelucas y eso si no era por comodidad sino por el culto a la belleza.
No lo dije pero recordé una charla con cierto profesor de historia del arte, donde utilizó el ejemplo del cabello para mostrar la importancia que para los griegos tenía el movimiento, la armonía. “Adoraba el movimiento y en sus peinados usaban muchos rizos, rulos que le decimos nosotros, para que la ondulación aportara belleza”. Y fue en Grecia donde surgieron los primeros salones para embellecer.
El hombre acercó su taburete y casi en confesión comentó que las trenzas y las colas de cabello fueron creaciones de los pueblos más bárbaros, salvajes, que no eran cercanos a la belleza, sino lo práctico. Por eso al tener el pelo sucio y largo, lo enrollaban de alguna manera para que no les moleste.
No evité enredarme en la historia que contaba, sumé que los romanos debieron envidiar mucho a los blondos el pueblo germano. Tan pronto Julio César trajo los prisioneros de los pueblos de norte con sus cabelleras rubias, fue furor en el imperio, por parte de las mujeres, el aclarar el pelo.
Antes de irnos lejos, me advirtió, quiero decir algo que siempre me preocupa. Cuando viene algún muchacho joven de crenchas (esa palabra uso y yo tardé en comprenderla) largas y me pide que le corte, yo entró en pánico. Aguarde, me dijo al ver mi intención de hablar, no dijo solo aguardé, también estiró su mano exigiendo paciencia. A veces pienso si ese muchacho no será Sansón, si no habrá algún descendiente de Sansón entre nosotros, que ni bien le corte el pelo se sentirá cansado, agotado, que tal vez no llegue a la esquina. Sonrió y jugo con sus dedos en el pequeño vaso de caña. Historias mitológicas, murmuró
Me apuré a aclarar que Sansón es una historia bíblica y que si hablaba de pelos y mitología mejor era pensar en Medusa y esos cabellos vueltos serpientes por el enojo de Afrodita. O la melena seductora Psique que enamoró Eros, o la gran trenza que lucía Calipso la ninfa que cuidó a Odiseo. Y ni que hablar, dije envalentonado, de Venus y su largo cabello rubio que Botticelli eternizó en “El nacimiento de Venus”.
Fue su turno, rápido recogió el guante de mi corrección y dijo que si hablábamos de Vani Felipepi, tal el verdadero nombre de Botticelli, entonces pisábamos el final del medioevo. Y en esos tiempos era tanta la miseria que el arreglo de cabezas y afeitadas solo era en la Corte y alguna familia vinculada. Dijo con mirada oscura, que fueron los peores tiempos para la elegancia del pelo, las mujeres apenas podía recogerse el cabello a modo de peinado. Y es verdad así afirmación, en aquellos tiempos la iglesia obligaba a las mujeres a usar el pelo largo, tal vez los curas desconocían el precio excesivo del jabón o mejor dicho, no les importaba dicho valor.
Sacudió la cabeza como aquel que abandona un mal recuerdo y justificó que el pelo fue siempre una forma de mostrar poder, incluso el uso de pelucas venía a evitar mostrar cualquier calvicie. Con el pasar de los siglos los calvos han tenido su revancha merecida. De un tiempo a estar parte ser pelado no implica vejez como si era sinónimo en principios del 1900. Luego vinieron la creación de las peluquerías que hoy conocemos, como sitios exclusivos para cuidar el pelo. El cine tajo peinados para todo tipo y gusto, melenitas, ultracorto, rapado, largos, dorados, rojizos. Marylin y sus ondas rubias mientras la pollera se levanta vaporosa, Rita Hayworth y su fuego en el pelo. Los jopos de Elvis, la melena Beatle, el flequillo Stone. La revolución de Bowie y la estética del pelo de cualquier color. Fui a contar un detalle más, pero el hombre color ya había terminado su caña y, sereno, se marchaba moviendo su pelo de acá para allá, sin importarle que vivamos usando frases como “me viene al pelo” “se salvó por un pelo” “me tiro de los pelos” “gente de mediopelo” “contar con pelos y señales” “tomar el pelo” “no tener ni un pelo de tonto” mientras unos hablan “sin pelos en la lengua” y otro aseveran que ciertos pelos tiran más que una yunta de bueyes. Pagué mi café y me perdí en la ciudad entre cabelleras de las que nadie puede certificar que sean de color natural.
Marcelo Rubio nació en 1966. Es periodista, conduce el programa de radio Kriminal Mambo por am530 radio de las Madres de Plaza de Mayo. Publicó algunos libros de cuentos, La Strada, Bajo el signo de Eva, Fútbol sin tiempo, Nueve relatos atravesados en la garganta, todo ellos por Textos Intrusos. En 2018 por medio Indómita luz Editorial sacó su primera novela breve, Lo que trae la niebla. y en 2019 se editó El Cristo roto por medio de la editorial También el caracol. Para fin de este año tiene planeado sacar un libro de cuentos con el título tentativo de El largo viaje, será un libro artesanal, publicado por Omashu editorial.