Literatura
narrativa
octubre 2023
Fragmentos del libro Cansancio (inédito) de Juan G Ramírez
¿Soy el último en una generación que termina, o el primero en una generación que comienza? Desubicado vivo, siempre en la orilla contraria. Cuando otros van, yo vengo; cuando vienen, me siento a llorar sobre una piedrecita blanca. Que nada cambie, y que nada permanezca, es mi deseo. De sol y agua me alimento, de rencor a veces. Desde niño me senté a esperar que algo pasara con mi vida (usted nació para grandes cosas, me profetizaban), y el milagro no llega, el milagro es la espera. No hay una sola ley del universo que no intuya, y que no me contenga: las cosas se contienen en las cosas, y yo estoy contenido en el silencio. Soy el símbolo, triste acaso, del cansancio de la humanidad. El universo está cansado; a veces, lo presiento, quiere detener su carrera: basta, dice, voy creciendo sobre la misma oscuridad. Y veo al Sol y a la Tierra, ebrios, cansados de girar sobre la misma órbita roída. En cada vuelta gritan, como la Sibila de Cumas, queremos morir. Y nos cansamos todos, y de todo nos cansamos: cansa la vida, y la muerte cansa; cansa la paz, la guerra, lo alto y lo profundo, lo blanco y lo negro, la alegría y la tristeza: cansa siempre una cosa frente a otra, en un desfile interminable. Cansan los gobiernos (las leyes), la anarquía; cansan los fuertes, los débiles, los intrusos, los expertos, los que opinan; cansa el griterío de la lluvia, el viento del desierto, el árbol parado en su estatura (haciendo señas siempre, ¿a quién llama?); cansa la juventud, la vejez cansa, el espejo que muestra sin profundidad, el reloj que picotea las horas; la naturaleza busca introducir cambios, pero solo repite su perfecta geometría. Y nos cansamos todos, y de todo nos cansamos: de ir hacia adelante, cuando nadie sabe qué es ir hacia adelante. Me detengo, resisto, pero un destino ineluctable me hunde en la insignificancia. Me cansé de repetirme. Me cansé de contar los días como si se desgranara la eternidad, de las voces que pasan rozando mi equilibrio, de una embriaguez que me llama cada día con más ansia; me cansé de los sistemas que ordenan el mundo, de los que lo agitan. La tierra es todo fronteras: me cansé de las fronteras. Miro adentro de mí con una fatiga universal, mientras arrastro, como dijo el poeta, la vana costumbre de ser alguien. Vi al mar meciendo sus aguas con desgano y a las montañas empinarse con evidente desesperación, como si quisieran cambiar de sitio. Un oscuro oleaje me lanza de una esquina a otra, siempre, siempre, repitiéndome en el gesto de las generaciones. La genética de siglo en siglo se multiplica, de hombre a hombre copia y asimila, calca la misma información hasta borrarse: dos piernas, dos ojos, dos brazos, una cabeza, un cuerpo. Cuando altera su monotonía crea seres deformes.
El cansancio no me deja seguir, no me deja pasar la página del día siguiente. Estoy solo, no tengo edad siquiera; corro (imagino correr), entro en el mar y en la vida, pregunto sin distancia en la pregunta, sin árboles que me detengan; la tarde ensancha sus orillas para mantener la noción de inmensidad. Soy un deudor permanente: debo a los hombres, a la soledad, al universo; los acreedores reclaman mi espacio, mis fuerzas: nada es mío, salvo la idea de comenzar una revolución. La pared no deja de mirarme, y eso cansa. Aun de mi cansancio me cansé: quiero gritar “basta”, pero me cansé de gritar “basta”. Y sólo grito.
Camino lleno de hastío. En un mundo de luz inerte, de voz silenciosa y metálica, me pierdo. ¿Será amor mi constante huida de los hombres? Para distraer el cansancio llevo siempre un libro con pájaros ocultos. En un viaje, en una fila, en una sala de espera, abro el libro y dejo a los pájaros volar; mi imaginación vuela con ellos. Cuando lo cierro, y el hastío regresa, salto de una esquina a otra. Grito. Soy inútil para la vida, lo sé; soy inútil para la muerte. Entrar en una edad sin fondo no quiero, ese largo pasillo me asusta: detrás de la pared veo el enorme hueco llamado “nada”. (Hoy quisiera estar en otra parte, quisiera ser otro: el anciano que están despojando de su casa, la niña que perdió las piernas en un accidente, y no un hombre perseguido por la vida. Me siento avergonzado de existir, como si eso fuera un delito. Y debe serlo. Me disculpo. Y me disculpo por mi especie, existe sin un asomo de vergüenza.) ¿Quién apuesta por mí una oreja o una mano? Si un asesino me amarrara a la carrilera del tren, nadie, entre millones de personas, se arrancaría una mano por venir a salvarme. Eso marca mi soledad. Soy un hombre, y la hoja que cae tiene más utilidad que yo: la veo caer, y eso cuenta. No hay nadie para ver mi caída, ni un enemigo siquiera para que la celebre. Caigo para mí, porque arrastro esa opción conmigo.
Yo sé que faltan voces. Siempre han faltado voces para narrar la extensa geografía de la vida. Cuando el filósofo dijo: “Conócete a ti mismo”, ya faltaban voces. Y siguieron faltando cuando el poeta gritó: “¿Dónde está la vida que perdimos viviendo?” Y mañana, cuando se haya escrito el verso necesario, el verso eterno, todavía faltarán voces. No se puede callar el desierto; no se puede callar el bosque. Yo denuncio al río que se curva para esquivar la sed y la sequía, y denuncio al viento que en alas trajo al criminal: estoy cansado, mi voz está cansada. Vivo demasiado cerca, a los pies de un dolor irremediable. ¡Ojalá el silencio también sea una voz! ¿Qué sentido tiene hablar de “dolor” cuando nada duele en el poema? ¿O hablar de “vida” cuando ni siquiera una hoja crece? ¿Existe el mundo de afuera? En mis huesos siento la fatiga de las edades y no puedo pensar. No quiero pensar. Y si pensara, ¿en qué pensaría? Me repito hasta la desesperación, y anhelo la inmortalidad para seguir repitiéndome.
Juan G Ramírez, poeta colombiano nacido en Saravena (Arauca) el 20 de octubre de 1979. Estudió Filosofía y Teología, sin llegar a graduarse. En el año 2012 participó en la Escuela de Escritores Anábasis, dirigida por el poeta cubano Alberto Rodríguez Tosca. Ha publicado dos libros de poesía: Círculos (Ediciones Exilio, Bogotá, 2019) y Estadios (El Taller Blanco Ediciones, Bogotá, 2019). Ha participado en festivales de poesía en varios países. Parte de su trabajo poético ha sido traducido al inglés y al portugués.