Sociedad
Reseña
agosto 2023
¿Existe un pensamiento en las canciones de Víctor Jara?
por Roberta Sanhueza[efn_note]Sanhueza Ramírez, M. Roberta. Profesora de Historia y Ciencias Sociales, Magister en Filosofía, por la Universidad de Valparaíso. Miembro de la Asociación Gramsci Chile.[/efn_note]
Tras leer la magnífica biografía de Mario Amorós sobre Víctor Jara[efn_note]Amorós, Mario. La vida es eterna. Biografía de Víctor Jara. Ediciones B, 2023.[/efn_note], me quedé pensando en que Jara no es sólo un cantautor de bellas canciones sino que, además, su canto, sus versos, contienen un pensamiento que es necesario reconstruir. Para descubrir ese pensamiento es imprescindible tener en cuenta su trayectoria vital. Mario Amorós, realizó una exhaustiva revisión documental, a través de la cual podemos observar el decurso biográfico de Víctor Jara y adentrarnos en su pensamiento. En primer término, cabe referirse a su origen campesino. En una entrevista concedida por Víctor Jara en 1970 al diario “El siglo”, reproducida en el libro de Amorós, dice: “crecí escuchando las canciones de los campesinos, composiciones transmitidas de generación en generación por la tradición oral, surgidas para celebrar la vida y mitigar la muerte, aliviar el trabajo esforzado en las tierras ajenas, compartir el paso cadencioso de los días, la sucesión monótona de los años…canciones aprendidas e interpretadas por mi madre[efn_note]Diario El siglo 26 de agosto de 1970, en Amorós, Mario La vida es eterna. Biografía de Víctor Jara. Ediciones B, 2023, p. 28[/efn_note]. Después me desarrollé y adquirí mi propio lenguaje y personalidad”[efn_note]Amorós, Mario. Op. cit., p. 29[/efn_note].
Mario Amorós, en su biografía de Víctor Jara niño, se refiere a ciertos rasgos de su personalidad que fueron definiendo su sensibilidad: Fue un niño solitario, retraído, que no solía participar en las actividades de los otros muchachos, sino que prefería observar los colores y formas de aquel horizonte infinito o atender a los sonidos del entorno. Víctor Jara solo escuchaba las guitarras campesinas y la “música” permanente de la naturaleza, hija del viento, la lluvia y los animales. Y agrega un recuerdo descrito por el mismo Jara: “mis vivencias de esa época –dice- son claras y luminosas. Tenía mi mundo propio. Me perdía por horas en los cerros, siempre me andaban buscando”[efn_note]Op. Cit. P. 31[/efn_note].
Su posterior traslado desde el campo a la periferia de Santiago; su acercamiento al grupo Acción Católica; la muerte de su madre; su ingreso al seminario católico redentorista y su paso por el servicio militar igualmente constituyeron experiencias vitales importantes en su proceso de maduración intelectual, musical, espiritual, artística y política.
Lo que más destacaba en Víctor Jara, según el relato de varias personas que lo conocieron, era “una predisposición extraordinaria para lo artístico”.
Su participación en la Acción Católica, relata Amorós, le permitió una primera aproximación a la actividad cultural, asistiendo a representaciones de fragmentos de obras de teatro que se realizaban en el auditorio de la parroquia[efn_note]Op. Cit. P. 38[/efn_note]. Sin embargo, la muerte de su madre a finales de los cuarenta causó la disolución de su familia y el abandono de sus estudios. La soledad y el desamparo, dice Amorós, así como la vida cotidiana en un entorno hostil, le causaron un vacío profundo que por un tiempo creyó que la fe religiosa podría mitigar. Por eso, en marzo de 1950, ingresó con 17 años en el seminario redentorista de San Bernardo. (…) “Me apasionaba la vida de Cristo -dijo Víctor Jara Hombre muy interesante, cuya vida es y seguirá siendo ejemplo para muchos”[efn_note]Op. Cit. P. 39[/efn_note].
En el Seminario, Víctor Jara, nos cuenta Amorós, tuvo por primera vez acceso a una buena Biblioteca y pudo dedicarse de lleno al estudio de la literatura o el arte. Asimismo, participó en el coro. Además, destacó su empatía con el sufrimiento humano y con los sectores sociales más postergados: “Era realmente capaz de ponerse en el lugar del otro, dijo un compañero de estudios. Le impactaban profundamente la pobreza, la enfermedad, el niño desnutrido[efn_note]Op. Cit. P. 40[/efn_note]. Sin embargo, no tenía real vocación para el sacerdocio y estaba ahí motivado por muchas otras cosas. “Fue una época terrible –confesó Jara-; yo era muy joven y sufría mucho. Era muy místico y me espantaba el pecado y todo ese asunto.” “El verdadero cristianismo” –sostuvo- era “algo maravilloso”, que elevaba “la condición del hombre”. De los años del Seminario, Víctor Jara se llevó consigo una buena formación cultural, quedándole, además, una profunda huella cristiana que permearía sus canciones[efn_note]Op. Cit. Pp. 40- 41[/efn_note].
Con los conocimientos adquiridos pudo incorporarse al coro de la Universidad de Chile y luego, en 1956, ingresar a la Escuela de Teatro de la misma casa de estudios. Su paso por esta disciplina sería determinante en ese camino de maduración intelectual y artística.
En 1958 ingresó al conjunto folclórico Cuncumén, con el que en 1961 realizó una gira de casi 5 meses por Europa y la Unión Soviética, y conoció el profesionalismo en el mundo de la música. La amistad que inició con Violeta Parra y Margot Loyola le permitió empezar a comprender la importancia del legado musical que su madre le había transmitido, al mismo tiempo que iniciaba su militancia en las Juventudes Comunistas[efn_note]Op. Cit. P. 51[/efn_note].
En abril del año 1960, quince meses después del triunfo de la Revolución cubana, llegó a la Habana, con el grupo de teatro del que participaba donde presentaron una obra, ante un público masivo. Después del estreno se reunieron con el Che Guevara. Este especial encuentro, nos los cuenta en detalle el libro de Mario Amorós.
Aquel encuentro, narra Amorós, se extendió hasta la madrugada, y durante la conversación el “Che”, quien demostró sus amplios conocimientos de poesía y teatro, abogó por un arte popular y revolucionario, con calidad en el contenido y en la forma y capaz de combatir la colonización cultural desplegada por Estados Unidos en el continente. Fue posiblemente entonces cuando Víctor Jara escuchó por primera vez que los escenarios y las canciones también podían ser trincheras para la lucha política. Jamás olvidó a aquel guerrillero, quien aplaudió las composiciones que interpretó con su guitarra y le exhortó: “Tú debes cantar para tu pueblo”[efn_note]Op. Cit. P. 72[/efn_note].
Luego, -ya en Chile- Víctor Jara, se mostró abierto a colaborar con otros grupos teatrales, del mismo modo que pocos años después lo haría, -en el terreno de la música-, con Quilapayún, Inti Illimani o los Blops.
La maduración intelectual de Víctor Jara vino de la mano con el compromiso político que fue adquiriendo: “Me defino como cantante protesta” –sostuvo entonces- “trato los problemas del hombre de la ciudad y en lo musical experimento con sonidos hasta ahora vedados para el folclore, como son el oboe, la flauta y el clavecín”[efn_note]Op. Cit. P. 128[/efn_note].
En 1967 compuso “Te recuerdo Amanda”. Creó la canción como resultado directo de la enfermedad de su hija y porque estaba profundamente sensibilizado respecto de los lazos familiares y la importancia del amor, puntualiza Joan Jara[efn_note]Op. Cit. P. 130[/efn_note]. Simultáneamente reivindicó que los cantantes comprometidos políticamente como él también podían crear composiciones referidas al amor: “Creo que es algo nuevo en nuestra canción. Nosotros siempre, durante muchos años hemos escuchado el amor tratado como una cosa frívola[efn_note]Op. Cit. P. 131[/efn_note].
Durante la UP, cuando el movimiento popular luchaba por la construcción del socialismo, el amor, “esencia primaria de la naturaleza humana”, era “fundamental”, dice Jara, “Pero el amor real, el amor que se sacrifica por el ser querido, por las grandes mayorías, el amor del pobre que no es un amor igual al del rico, porque es más profundo, más milenario (…) Traté de expresar este amor en “Te recuerdo Amanda”[efn_note]Op. Cit. P. 132[/efn_note], agrega.
El surgimiento de la Nueva Canción Chilena iniciado en las peñas, fue muy importante. Por esa época, Víctor Jara sostuvo: “Cada vez me conmueve más lo que sucede a mi alrededor. La pobreza de mi propio país, de América Latina y de otros países del mundo” “He visto con mis propios ojos la huella del horror de una matanza de judíos en Varsovia, el pánico de la Bomba, el golpe mortal causado por la guerra que desintegra al hombre y a todo lo que de él surge y nace. Pero también he visto lo que el amor puede hacer, lo que la verdadera libertad puede hacer, lo que la fuerza y el poderío del hombre feliz pueden hacer. Por todo esto y porque anhelo la paz es que la madera y las cuerdas de la guitarra me hacen falta para desahogar algo triste o alegre. Alguna estrofa que abra el corazón como una herida o algún verso que quisiera nos diera vuelta de adentro hacia afuera para ver el mundo con ojos nuevos…”[efn_note]Op. Cit. P. 117[/efn_note].
Otro rasgo importante del pensamiento de Víctor Jara fue la perspectiva antiimperialista. En el marco de la Reforma Universitaria el Instituto de Teatro de la Universidad de Chile se planteó la necesidad de propugnar un teatro nuevo en lo estético, en su contenido de orientación popular y antiimperialista: Víctor Jara se hizo parte de esta reflexión colectiva: Y participó activamente en ella por medio de la puesta en escena de la obra Viet rock, – entre otras- articulando recursos escenográficos, técnicos, e incorporando la perspectiva latinoamericana antiimperialista, abriendo con ello una “nueva vía” para el teatro chileno.
En ese contexto, cabe destacar la importancia de la creación en 1969 de la Discoteca del Cantar Popular (DICAP), sello discográfico de las JJCC, que lanzó el disco de Víctor Jara “Pongo en tus manos abiertas”, con el acompañamiento de Quilapayún. El título del disco, hacía una alusión a la figura de Luis Emilio Recabarren, fundador del Partido Obrero Socialista, que es el origen del Partido Comunista de Chile. Los primeros versos de la canción insinuaban con una metáfora la síntesis: “Pongo en tus manos abiertas mi guitarra de cantor, martillo de los mineros, arado del labrador”. Otras canciones editadas fueron: “A Desalambrar”, de Daniel Viglietti, Uruguay); “Juan Sin Tierra”, de Jorge Saldaña, México), (luchas campesinas); Móbil oil special, (luchas estudiantiles en el marco de la reforma universitaria); “Camilo Torres”, de Daniel Viglietti; “Zamba del Che”, de Rubén Ruiz, México); “Duerme, duerme negrito”, (del folclor caribeño, recopilado por Atahualpa Yupanqui); “Preguntas por Puerto Montt; “A Cochabamba me voy”, (inspirada en una carta del guerrillero Inti Peredo al dictador René Barrientos)
En resumen, Víctor Jara entendió muy pronto las potencialidades de esta apuesta cultural que desafiaba los límites de la industria: “Muchos van a ser los disparos contra todos nosotros, dijo, porque desde el punto de vista político vienen tiempos difíciles, – declaró-. Creo que debemos estar sólidamente unidos para defender los reales valores de nuestra canción y, por lo mismo, el sello DICAP es una magnífica trinchera”[efn_note]Op. Cit. P. 157[/efn_note] Me di cuenta de que para muchos… una guitarra podía ser una ametralladora[efn_note]Op. Cit. 160 A propósito del incidente que se produjo cuando fue invitado por el profesor de música del Colegio Saint George el 8 de julio de 1968. Allí, Jara cantó, entre otras canciones, Preguntas por Puerto Montt, en donde narró la masacre de pobladores perpetrada por carabineros en la ciudad de Puerto Montt, el día 9 de marzo de 1969, durante el gobierno de Eduardo Frei Montalva. Entre los alumnos, presentes se encontraba un hijo de Edmundo Pérez Zujovic, Ministro del Interior de Frei, cuando acaeció la matanza y sindicado como uno de los responsables de la matanza. Mientras Jara cantaba, fue amenazado por un grupo de estudiantes liderados por el hijo de Pérez Zujovic, terminando abruptamente el concierto y saliendo del recinto entre insultos y pedradas.[/efn_note].
Víctor Jara, por otra parte, realizó una dura crítica a los medios de comunicación (las compañías discográficas, las emisoras de radio, los canales de televisión), a los que acusó de enajenar a las personas evitando que tomen conciencia de la realidad subdesarrollada y explotada[efn_note]Op. Cit. P. 138[/efn_note]. Al mismo tiempo, reivindico el carácter popular, en el mejor sentido de la palabra, de aquellas composiciones de profundo contenido social que denuncian y desenmascaran el sistema capitalista[efn_note]Op. Cit. P. 162[/efn_note]. La canción Plegaria a un labrador, es un claro ejemplo de ello. En esta canción, con un tono épico y creciente y una sucesión de versos influidos por los postulados de la naciente Teología de la Liberación, Jara exhortaba ardientemente a un campesino a unirse a sus hermanos en la lucha por la justicia y la igualdad con apelaciones incluso a la lucha armada revolucionaria.
“La Nueva Canción Chilena fue, por un lado, fruto de la necesidad de tener una música nacional y, del otro, el resultado de la exigencia de hacer de la música un arma de lucha”
Víctor Jara destacó, de manera implícita, la mayor potencialidad de la música para llegar a las masas, puesto que entendía que las canciones eran ya “un arma esencial de aporte, en su medida, al cambio revolucionario de que tanto hablamos”[efn_note]Op. Cit. P. 167[/efn_note]. Y planteó la necesidad de estrechar lazos con otros trovadores comprometidos de América Latina (Mercedes Sosa, Silvio Rodríguez, Daniel Viglietti, entre otros) nombres muy importantes en la confraternidad del canto americano[efn_note]Op. Cit. P. 168[/efn_note].
Mis canciones, señaló Víctor Jara, son un reflejo de mi posición frente a una realidad injusta y miserable, debo avanzar del mismo modo que lo hacen las luchas sociales y políticas de los campesinos, los obreros y los estudiantes. No en vano el arte ha sido siempre más duradero e histórico cuando más ha tocado las raíces del hombre. Se trata de tomar el alma del pueblo, embelleciéndolo y dignificándolo[efn_note]Op. Cit. P. 176[/efn_note].
Es el caso de la canción Quien mató a Carmencita? Para realizar esta canción, cuenta Jara, tuve que documentarme sobre varios casos de suicidios juveniles, el ambiente de enajenación que provocan los torcidos medios de información y la miseria en que está sumida la mayoría de nuestro pueblo. Creo que la juventud “la desequilibran” a muy temprana edad; ese es el contenido fundamental de la canción. Es un ataque a este mundo de fantasía, de ideal norteamericano de vida que crea la propaganda.
A medida que se afianzaba su compromiso político –con el apoyo dado a las campañas presidenciales de Salvador Allende en 1964 y 1970, su apoyo a la Unidad Popular y el triunfo de Allende, y su compromiso con el programa de la Unidad popular y con la construcción del socialismo Jara suscribió un Manifiesto junto a otros artistas, el cual refleja la maduración intelectual de su pensamiento: La realidad en que viven los países subdesarrollados exige una definición, un compromiso y una responsabilidad que cumplir en todos los medios y niveles…Por estas razones es que quienes nos dedicamos al canto nos hemos dado cuenta de que este es una barricada para atacar y defendernos de aquellos que pretenden mantenernos colonizados culturalmente…No hay revoluciones sin canciones y qué hermoso es cantar a la revolución. Cantar con la convicción absoluta de que el camino es ese y no otro. En esa lucha estamos y en ella continuaremos[efn_note]Op. Cit. P. 180[/efn_note]. Al respecto, señaló que la canción auténtica, la revolucionaria, tiene que cambiar al hombre para que este cambie el sistema. Este intento de búsqueda de los compositores sigue estando comprometido con la realidad de Chile. Hay que seguir profundizando[efn_note]Op. Cit. P. 192[/efn_note].
Para Víctor Jara, un artista, si es un auténtico creador, es un hombre tan peligroso como un guerrillero. Porque su poder de comunicación es mucho. No es una simple casualidad que por gusto la juventud esté escuchando un 90 por ciento de música extranjera; el imperialismo no quiere que los jóvenes sean conscientes de sus problemas[efn_note]Op. Cit. P. 200[/efn_note]. La música que se utiliza es de evasión, alienatoria, no es arriesgado pensar que el consumo de drogas puede ser otra forma de penetración del imperialismo.
La canción revolucionaria es un arma revolucionaria…y esto rige para todos los países del Tercer Mundo[efn_note]Op. Cit. P. 210[/efn_note].
Víctor Jara señaló en 1972 que es en la Nueva Canción donde se encuentra lo auténticamente revolucionario, lo que debe estar detrás de la guitarra, agregando que para que la guitarra sea un instrumento de lucha que también pueda disparar como un fusil[efn_note]Op. Cit. P. 221[/efn_note]. Continuó explicando que, como músico popular, lo que hacía era una crítica a la penetración cultural norteamericana en Chile y en América Latina a través de la “industria de la música popular” y denunciar el peligro de que instrumentalizara “el lenguaje más puro de los pueblos” para convertirlo en un producto barato y comercial, de evasión y conformismo, de alienación social. Esta denuncia era la premisa, a su juicio, para emprender “la lucha contra el imperialismo y la lucha y el camino por la auténtica revolución cultural en todos nuestros países”[efn_note]Op. Cit. P. 235[/efn_note].
El disco la población, particularmente la canción El desabastecimiento, nos muestra un contenido que por lo general va al hueso. Vale decir, plantea problemas político- sociales en forma directa[efn_note]Op. Cit. P. 239[/efn_note].
Víctor Jara se definió fundamentalmente como un cantor popular. En este sentido, resulta muy interesante exponer las razones que el propio Jara señaló como las características principales de la canción popular:
1) Popular porque el objetivo fundamental de su existencia es interpretar al pueblo, a la clase trabajadora en su conjunto, narrando sus historias individuales y colectivas, que la historia oficial ha ignorado e ignora.
2) Es una canción que es comprometida porque la obra y la acción del creador se identifican con los sentimientos populares.
3) Es una canción revolucionaria porque lucha contra la penetración cultural imperialista y busca rescatar y revitalizar los valores culturales que nos son propios y nos dan una identidad como país.
4) Es una canción nueva porque, sumergida en el ámbito de estos valores, también está destinada a crear una nueva sociedad donde la música deje de ser un comercio y realce, en forma y contenido, las modificaciones más nobles de la familia humana[efn_note]Op. Cit. P. 244[/efn_note].
Lo peor que puede pasarle a un cantante revolucionario, afirmó Víctor Jara, es dejar de arriesgar la vida con su canto. También hay que cantar a las capas medias y a las otras más altas. Unas se inquietarán y querrán saber más sobre este fenómeno y elegirán sus “ídolos” y las otras dispararan con todas sus armas para liquidar a este enemigo (lo subrayo, porque, este cantor, a veces, toma características de enemigo muy importante)[efn_note]Op. Cit. P. 244[/efn_note].
Asimismo, el cantautor compartía la visión de Chile como un Vietnam silencioso (tal como lo señaló el presidente Salvador Allende en su discurso ante las Naciones Unidas en Nueva York, el 4 de diciembre de 1972) Víctor Jara insistió en la agresión encubierta de la potencia hegemónica “Hemos estado bloqueados por los yanquis desde que Allende asumió el poder, bloqueados de forma cruel. Vietnam ha sido muy cruel, claro, pero aquí (en Chile) no utilizan lo mismo que allá, utilizan otras armas, no se notan, pero nosotros que vivimos aquí las notamos a diario. La reacción interna, los lacayos de los yanquis tratan de derribar al presidente Allende hora tras hora, hacen contubernios para no perder sus privilegios, sus fábricas, sus industrias, sus fundos, sus tierras[efn_note]Op. Cit. P. 252[/efn_note].
Para Víctor Jara las canciones podían ser una herramienta para contribuir a la liberación del pueblo si su intérprete era “auténticamente un revolucionario”. “Entiendo que un artista comprometido, tiene una responsabilidad mucho más grande que el otro artista, el no comprometido. El artista comprometido no vive las delicias de un hombre que está con la maquinaria del dinero, sino que es un hombre que está creando un arte nuevo. Su compromiso consiste en vivir realmente lo que las grandes mayorías viven. Saber convivir no significa que para ser revolucionario uno tenga que andar a pie pelao y vivir en una población callampa, ni vivir apenas de un pan, o un mendrugo. No estoy diciendo eso, sino que hay que saber vivir y convivir con el pueblo[efn_note]Op. Cit. P. 253[/efn_note].
A través del canto, afirma Amorós, Víctor Jara planteó una forma de comunicarse con los demás, buscando una integración. Al respecto, Jara dijo: “Quien quiera interpretar el alma del pueblo debe recorrer muchos caminos. Y estos caminos no deben ser la búsqueda de soluciones conflictivas personales, sino la búsqueda y el hallazgo de sentirse un ser humano útil para los demás. Sentir que, así como nos une una canción, también nos une el anhelo de construir una vida mejor. Más justa, más humana[efn_note]Op. Cit. P. 380[/efn_note].