Literatura
Narrativa
septiembre 2022
El rebaño de las ovejas y su viaje a la granja del fin del mundo
(por Hugo Norris Gahona)
Es un pesar para una oveja no tener pastor. Pero aún peor es no tener una granja donde comer su forraje, y sentirse útil dando leche y lana.
Esta historia trata de un grupo de ovejas que tuvieron que irse de la granja debido a larga sequía que había asolado a los vastos cultivos y pastizales. El sol había pegado tan fuerte, que había quemado, los maizales, las hortalizas; incluso, no quedaban ni las hierbas comunes.
Como toda buena oveja y cordero aguantaron estoicas el mal tiempo. Sin embargo, incluso los animales más dóciles, obedientes y sumisos tiene un límite. Sobre todo, cuando el hambre mordía incluso más fuerte que los perros de pastoreo.
Las ovejas se organizaron y emprendieron el viaje en búsqueda de una nueva granja. Hay que señalar que este es un hecho inusual, dado que las ovejas nunca habían salido de la granja, su vida había transcurrido tranquila, siempre en una rutina cándidamente monótona, pero segura. El pastor les aseguraba su forraje y el techo que les guarecía del sol y la lluvia.
Hasta ese entonces no había habido motivos para salirse del rebaño y dejar la granja, y tampoco había pasado por la mente de las ovejas. Su vida era tranquila y sin sobresaltos.
La única excepción a, la regla era que cada cierto tiempo, elegían a algunas pocas ovejas y cordero del rebaño, las revisaban, les median, revisaban las pezuñas, se las llevaban y nunca más volvían.
__ ¡El que se va del rebaño será carne de estofado o comida de aves rapaces!, versaba el mandamiento ovejuno.
Ahí partió el rebaño marchando a la aventura, en fila con su paso cansino, recorriendo serranías, montes, llanuras, desiertos y pampas.
_ ¡Hola beeenevolentes ovejas que andan haciendo tan lejos de su granja!, se escucho una voz melodiosa que resonaban cerca del cactus candelabro al costado de un peñasco. Era un coyote caminero.
El coyote caminero se movía entre las laderas más recóndita de la zona precordillerana, bajo la puna de la zona altiplánica
_ ¡Estamos en búsqueda de una granja querido amigo coyote! -.
_ ¡Mmm!, yo he escuchado de que a kilómetros muy lejos de acá, hay una cerca. Y que más allá de la cerca, dicen que existe la Granja del fin del mundo. Es un oasis dorado, de exuberantes manantiales y ríos caudalosos, y donde abundan arbustos, hortalizas, y cultivos de todo tipo. ¡Hay mucho, pero muuucho forraje! Decía el coyote con voz condescendiente.
A las ovejas le brillaron los ojos. ¡y donde es eso querido coyote!
_Por el desierto infinito más allá de la cerca, le responde el coyote.
_ ¿Y tú sabes cómo llegar?, le preguntan las ovejas
_ ¡Claro que conozco el camino queridas! Y con gusto les puedo indicar por donde queda, replicaba con voz dulzona el coyote.
_Eso sí, el camino es largo, un tanto sinuoso, y pedregosos, pero créanme, valdrá la pena, cuando lleguen a la granja.
Unas de las ovejas pregunto algo que a hasta ese entonces nadie había reparado. ¿Hay pastores por allá?
_ ¡Hay que evitar los pastores guardianes de la cerca!, replico con un tono de advertencia elocuente el coyote. Los pastores te marcan la piel como a las reses, y luego las suben en camiones, se las llevan y nunca más se sabe de ellas. Algunos animales dicen que se van al matadero, y las hacen carne seca, replicaba el coyote.
_ ¡Pero no se preocupen queridas ovejitas, este viejo coyote conoce estos senderos y trochas! Conozco un camino; es un tanto largo, pero es la mejor forma de burlar a los pastores, señalaba el coyote.
_ ¡Gracias querido coyote! ¿cómo podemos agradecer tanta cordialidad? Dinos si podemos hacer algo por ti, señalaron las ovejas.
_ ¡Beeenevolentes ovejitas! Es un placer para este servidor, replicaba el coyote con tono lisonjero.
_ ¡Con todo gusto les indico el camino! eso sí, dado que ustedes tan gentilmente me han ofrecido la posibilidad de reciprocar a este humilde servidor. ¿Me gustaría saber si puedo pedirles algo? Pero no sé si es mucha la molestia, señalaba el coyote con un semblante de falsa humildad.
_ ¡Para nada querido coyote!, para nosotras sería un placer.! ¡Es lo mínimo que podríamos hacer!, ¡no es cierto amigas!, replicaba una de las ovejas mirando al rebaño.
_ ¡Por esta zona el invierno no es tan largo, pero si cala frio en los huesos de este viejo coyote! , por eso quería pedirles un poco de su tan valiosa lana.
La lana es para las ovejas, lo que las hojas al árbol, las espinas al cactus y las plumas al cóndor. Era algo que las distinguía y las constituía como ovejas, y las diferenciaba de los caballos, los cerdos, gallinas y coyotes.
_Para las ovejas dar su lana al pastor no era un problema. Era parte de su rutina cada cierto tiempo. Además, estos las hacía sentirse útiles. Era cosa de tiempo de que nuevamente creciera su pelaje y todo volviera a su normalidad.
_ ¿y cuanta lana necesitas amigo coyote?, preguntaba una de las ovejas.
El rebaño lo componían ciento veinte ovejas, venían con sus familias de cordero, oveja y corderitos pequeños. Aunque también había ovejas y corderos solos.
Era otoño por lo que tenían plena lana. Generalmente una vez al año en el penúltimo mes era el proceso de trasquile, justo antes de comenzar el verano.
_ ¡Obviamente no necesitare todas las lanas! Con un cuarto de sus lanas bastara, asentía el coyote con cierto tono cínico.
Las ovejas se reunieron en asamblea para dirimir la oferta.
_ ¿Qué les parece la petición del coyote?, comenzaba señalando una de las ovejas.
_ ¡Parece razonable! decía una. _ ¡yo no voy a entregar mi lana! Para cuando lleguemos a la granja, el pastor vera que andamos sin lana, dirá que no somos útiles, y serviremos solo para un buen estofado. Replicaba un cordero con voz seca.
_ ¡Amigo, la lana crece, solo es cosa de tiempo!
_ ¿Y cómo decidiremos quien entrega su lana y quien no?, replicaba otra de las ovejas.
_ ¡Según los cálculos el cuarto de la lana, correspondería alrededor de treinta manojos!, decía otra de las ovejas
_se acercó el coyote al ver que la discusión se alargaba ¿Que les parece si cada familia de oveja entrega un manojo de lana?, ¿les parece justo?
_ ¡yo creo que no debemos incluir a los corderitos!, decía una de las ovejas.
_ ¡Parece del todo sensato! murmuraban otras ovejas.
Tras una hora de tranquila discusión, las ovejas fieles a su tradición de orden, sumisión y obediencia decidieron que la propuesta seria entregar un manojo de lana por familia. En el caso de los corderos y ovejas solas, se decidió que el criterio seria que las ovejas y corderos adultos más jóvenes completarían la cuota de lana pactada.
_ ¡Gracias queridas ovejas, no esperaba menos de ustedes! Señalaba el coyote con voz zalamera y de evidente conformidad.
_ ¡otra cosa querida!, me da pena, no quiero que piensen que me estoy extralimitando, señalaba el coyote como pidiendo disculpas. Pero es que ustedes producen una excelente leche, rica y nutritiva, muy valorada por estos lados. ¿Serian tan amables de compartirme unos cuantos litros de leche?
_ ¡Pero señor coyote!, si le entregamos nuestra leche, ¿que tendremos para dar en la nueva granja?, replicaba una de las ovejas.
_ ¡No no no!, mal haría yo de pedirles toda su leche replicaba el coyote. ¿Unos veinticinco litros de leche estará bien?
Las ovejas pueden dar al día poco menos de un litro, esto dependiendo de un buen proceso de alimentación e hidratación.
Nuevamente se reunió la asamblea de ovejas y dirimió sobre la solicitud del coyote.
_ ¡Este coyote nos está viendo la cara!, ¡primero la lana, ahora la leche!, ¿que vendrá después la carne?, señalo molesto uno de los corderos.
_Pero queridas y queridos, la lana crece, y la leche se vuelve a producir, señalaba un cordero viejo.
_ ¡Es cierto!,. Parece un precio justo por llegar a la Granja del fin del mundo, señalaba otro cordero joven.
_ ¡A mí me llama la atención que los corderos estén discutiendo sobre la entrega de la leche toda vez que somos las ovejas las que damos leche!, además algunas aún tenemos corderitos pequeños que necesitan de esta leche, que es vital para que sobrevivan y para que se conviertan en corderos y ovejas. ¡!Al menos yo, no daré un mililitro de leche!, termino sentenciando categórica la oveja.
_ ¡Es un buen punto!, asintieron otras ovejas madres del rebaño.
_ ¡Hay unas cincuenta ovejas lecheras, de esta, unas treinta y cinco están amamantando aún! _Quedarían unas quince ovejas para entregar su leche. Siempre que así lo dispongan claro está. Sentenciaba un cordero.
_ ¡Pero esa cantidad no llegaría siquiera a la mitad de los litros que se requieren!, replico otro de los corderos.
_Si, necesitamos al menos unas quince ovejas madre, que quisieran gentilmente colaborar con la cuota establecida.
_ ¡Los corderitos necesitan la leche!, volvía a repetia una de las ovejas.
_¡Señor coyote, pasando la cerca! , ¿a cuánto queda la granja?, como para que las ovejas repongamos fuerzas, poder alimentarnos, tomar agua y producir leche. Preguntaba una de las ovejas madre.
_Señores y señoras mías, pasando la cerca, caminan solo un poco más y verán un oasis, y llegarán a la Granja del fin del mundo, el paraíso de todos los animales, domésticos y salvajes.
Las ovejas y corderos siempre tendían a seguir el rebaño, por lo que llegar acuerdos y consensos era parte de lo que los hacia corderos y ovejas.
_ ¡si es así yo colaborare con la leche que se necesite!, señalo una de las ovejas madre.
_ ¡Yo también!
_ ¡Y yo!
_ ¡Me sumo!, tenemos que pensar en lo mejor para nuestros corderitos!, replicaban una a una las ovejas.
Pensar en una nueva tierra, fértil, de vastos pastizales, arbustos, con buen forraje, era la esperanza de aquel rebaño; la vida de pastoreo, la vida de granja, la vida de ovejas y corderos.
La vida de ovejas caminantes y nómadas era solo transitoria. Una oveja que se jacte de tal, siempre necesita su pastor, una tierra para pastar y su pesebre donde echar sus huesos lanudos.
Una vez que las ovejas entregaron los litros de leches solicitados por el coyote, emprendieron el camino por al altiplano, caminaron por senderos, cerros, quebradas, por paisajes acompañados de cactáceas de todos los tamaños; también abundaban los coirones, llaretas y las colas de zorro.
Exhaustos por la travesía de tantos kilómetros, la tarde había comenzado a amainar, y el tata inti se había comenzado a esconder.
_ ¡Amigas ovejas, mi viaje ha terminado! _ pasando está cerca caminaran un poco más allá, y llegaran a la granja.
_ ¡Pero como! ¿no nos vas a seguir guiando coyote?, pregunto nerviosa una oveja.
La gran debilidad de las ovejas es que siempre necesitan de la guía de un pastor, de alguien que dirija sus pasos. Guiarse solas era tanto o mas angustiante que el haberse quedado a morir de hambre en la granja de donde salieron. Es por eso que se entiende la angustia que significaba no seguir contando con la guía del coyote caminero.
_ ¡Amigo coyote!, ¿alguna posibilidad de que tú nos lleves hasta la granja? ¡Te damos más lana y más leche!, replicaban angustiada algunas de las ovejas.
_Amigas, no es cosa de un manojo más de lana o un mililitro más de leche. Yo soy un coyote caminante, y me muevo de allá para acá entre los cerros y los peñascos cordilleranos, les respondió el coyote.
_Además, hay muchos más animales perdidos, de todas las especies, y que buscan llegar a la granja del fin del mundo. Por estos lados, no faltara la llama, el guanaco, la alpaca, algún burro o también alguna hermana suya que se haya extraviado y alejado de su rebaño, señalo el coyote.
_ ¡se entiende, se entiende!, decían apesadumbradas algunas ovejas.
Había caído la noche, y con ella también la temperatura. El gran fuerte de las ovejas es que podían capear el frio con su frondosa lana. Pero había cincuenta ovejas sin lana y una treintena de corderitos endebles.
El frio calaba como agujas en la piel de las ovejas trasquiladas. Las horas parecían siglos, era difícil conciliar el sueño con el frio. Entrada la madrugada, la mayoría de las ovejas cayeron en un sueño profundo, algunas se durmieron pensado en como seria su vida en la nueva granja, pastando por los pastizales verdosos y amarillentos.
Al otro día, cuando nacía el amanecer, el sueño había sido tan profundo que muchas ovejas no despertaron más de él. Yertas, frías y con la piel azulada, habían exhalado su ultimo balido. Todos los corderitos amanecieron muertos, junto a gran parte de las ovejas sin lana, los corderos y las ovejas más viejas. Para ellos el sueño se hizo eterno y el viaje a la granja del fin del mundo había terminado.
Hugo Norris Gahona. Sociólogo de nacionalidad chilena, escritor (ocasional) autodidacta, amante de la literatura, bastante ecléctico, pero con gran afición por los relatos, cuentos y ensayos. Ha publicado algunos relatos, microrrelatos y cuentos en algunas revistas de literatura en chile y también en algunos portales digitales.