Literatura
reseña/ narrativa
agosto 2022
Presentación a la novela EL CLAN DEL GUANACO de Gabriela Aguilera Valdivia
por María Nieves Rico
Después de leer la novela el Clan del Guanaco, quiero agradecer a Gabriela haberme convocado para su presentación. Como lectora ávida y antropóloga encontré en esta novela muchos alcances significativos en los relatos que se entrecruzan en cada capítulo, así como en las dos historias que de manera innovadora dialogan entre sí, como las dos caras de la misma moneda, y que en definitiva conforman una unidad de sentido en un contexto de aparente fragmentación.
La novela nos habla de un largo silencio que atraviesa décadas. Las historias del Clan y la creación situada reflejan los tiempos de la colonización de tierras, elecciones, la conquista del voto femenino, terremotos, la presidencia de Allende, el Golpe Militar, el exilio interior y exterior, la radio Moscú, el toque de queda, la clandestinidad, la CNI, el retorno, el plebiscito, la democracia. Son más de 100 años de recorrido por el devenir de Chile cuyo escenario principal es la imponente Cordillera de los Andes los que están en el sustrato y la latencia de la vida de los personajes. Me llamó la atención la sensibilidad de Gabriela para construirlos, dialogar, recriminarles, comprenderlos, solidarizar e incluso, a veces, pelear con ellos.
El lenguaje que crea realidad en esta novela es en general directo y ágil pero también melancólico, alegórico en el uso de ciertas ironías escondidas. El texto no es transgresor en sí mismo, pero hay una transgresión del significado de ciertas prácticas que caracterizan desde una perspectiva conservadora a lo femenino y lo masculino, a las familias y sus secretos, desnudando sentires y pensamientos que no se reconocen ni a una o uno misma-o.
Para la antropología un clan es un grupo de personas que reconocen su descendencia respecto de un antepasado, un ancestro común, real o mitológico, humano o no, que se identifica con un tótem o animal, en este caso el Guanaco.
“El Clan atesoraba la sabiduría de los caminos oscuros. Para recorrerlos era necesario tener piel de animal” Parte 15
El clan está basado principal pero no exclusivamente en relaciones de parentesco, responde a un linaje, y sus miembros están unidos por fuertes vínculos que subyacen a sus relaciones, prácticas y decisiones, incluso para rechazar la pertenencia al clan o cuando se está físicamente lejos del territorio y la familia troncal.
En el Clan tu vida ya está escrita o por lo menos hay un borrador casi final, lo personal es colectivo, o mejor dicho lo colectivo construye lo personal.
“Los niños del Clan han crecido entre matanzas de animales, brillo de cuchillos, peleas de hombres… Conocen con los pies la huella de los arrieros y el cuerpo entero les habla de la Cordillera a la que pertenecen, donde no hay más mandato que la supervivencia. Su llamado los sigue toda la vida, aunque se hayan ido lejos y pasen muchos años. Los niños del Clan aprenden a subsistir en piño, como los cabritos. Llevan en los ojos la fatalidad de un destino del que no podrán escapar jamás. Su suerte está echada…Los mandatos del Clan son ineludibles, no hay forma de huir de ellos ni de negociarlos. Las niñas del Clan jamás se rebelan contra los mandatos”. 23
“Los hombres del Clan pasan muchas horas de su vida sentados alrededor de una mesa con botellas de vino… En esos momentos recuerdan a los muertos, hacen bromas de doble sentido, se adulan unos a otros… Las mujeres esperan como siempre han hecho… Cuando los hombres llegan, ellas los llevan hasta la cama, los desvisten y arropan. Los hombres borrachos son como niños que ellas están seguras de que deben cuidar…” 19
“Las mujeres del Clan deben esperar. Así ha sido siempre y no van a ser ellas las que cambien lo que está escrito y decidido desde antes de nacer…” 27
La novela tiene un ritmo movilizador que cruza las fronteras porosas de la realidad con la ficción. Quisiera abordar tres aspectos que me hicieron reflexionar en la polifonía y la variedad de elementos que entrega el texto.
- Los secretos y los silencios:
Gabriela indaga en la relación entre los secretos escondidos pero compartidos, los que todos conocen, pero de los que nadie habla, y la conformación de identidades de género, de nacionalidad y de clase en el derrotero del Clan del Guanaco.
“En ese tiempo supe que existía una huacha. Me sentí orgulloso. En mi familia había huachos, como en las familias de los ricos”. Cap. 114
Gabriela nos muestra que es más lo que se calla que lo que se dice. Pero hay Silencios que hablan, que comunican sin sonidos, pero de forma contundente, sólo hay que saber escuchar y así descubrir el gran abanico de significados que nos rodean.
“El secreto lo conocemos todos porque está a la vista. Este secreto y otros que no se ven…Cada secreto que custodiamos es parte del legado. Algunos secretos nos avergüenzan, otros nos duelen o asustan…” Cap.15
“Las mujeres guardamos los secretos en distintos cajones de la memoria. Algunos son tonterías que se nos ocurren pero que nunca vamos a hacer o decir. Por ejemplo, la idea y las ganas de echar veneno para ratas a la comida del esposo. Otros son penas, culpas, vergüenzas. Los golpes, los insultos de ese que juró amarnos y protegernos… Los viejos asquerosos que llegaban a nuestra casa y cuando estaban curados, nos manoseaban haciéndose los lesos… Los abortos, uno tras otro. Las pérdidas. Los abandonos. Las mentiras… También escondemos los pocos placeres”. Cap. 129
Los secretos nos acechan. La urdimbre de secretos nos aprisiona en una telaraña de la que es muy difícil salir. Todos lo sabemos, o lo intuimos, por ello están esos silencios densos, pesados que compartimos muchas veces queriendo gritar los secretos para que se vayan y nos dejen en paz. Pero como se dice en la novela:
“Destapar una verdad suponía dejar en evidencia la otra, tremenda, vergonzante. Significaba quebrar al Clan”
“Los secretos se amontonaban y era imposible seguir manteniéndolos en la oscuridad porque se transformaban en fantasmas y aparecidos que no me daban tregua. Tenía miedo de que salieran de mi boca mientras dormía… Tenía miedo de que saltaran en una mirada o un acto fallido y todos pudieran leerme. Todas las mujeres del Clan, alguna vez habían soñado con su libertad”. Cap. 159
- La masculinidad y la dificultad del amor
Para eso que nosotras llamamos machismo, en la década de 1980 un grupo de hombres para hombres en torno al movimiento de los mitopoéticos, acuñó el concepto de “masculinidad tóxica”. Con ello se referían a la construcción histórica y dominante de lo masculino basando la “hombría” en rasgos como la fuerza, la agresividad, el desprecio por lo emocional, la valentía, la ambición, la competitividad, lo racional, la violencia y el poder entre otras características.
En mi lectura de la novela y de los hombres del Clan sobresalió, cómo la virilidad que se transmite de generación en generación está alejada de la afectividad. Los ritos de pasaje son nodales para la construcción del machismo y la reproducción social de desigualdades.
“—Es tiempo, ya tiene trece años —dijo Roberto—. Fue a los guanacos, ahora le falta terminar de hacerse hombre de verdad. —Miren, ahí va la Felisa. ¡Llamémosla y que descartuche al cabro!“
Lo que me apenó fue volver a confirmar como atributos de los varones tantos vínculos rotos y la hegemónica auto represión de emociones que se vinculan con el amor.
“Se convirtió en un hombre silencioso que soltaba la lengua solo cuando estaba borracho. En esas ocasiones, largaba el alud de sus rabias, odios, penas, recuerdos y lágrimas. Las mismas que cuando niño había contenido porque su padre lo golpeaba aún más fuerte cuando lo veía llorar… Contaba ya setenta años y aún lloraba escuchando ositode-felpa-juguete-de-mi-niño, pero jamás había abrazado a ninguno de los suyos”. Cap. 16
“… yo imaginaba que era grande y podía matar a mi abuelo. Lo odiaba. A mi taita, no. A él no lo quería, nomás” Cap. 7
Esos rasgos convencionalmente considerados como masculinos son vividos por las mujeres, como en un espejo, de cierta manera conformista, ellas tampoco se los imaginan de otro modo, ni tienen mayores expectativas sobre ellos y sus conductas. ¿Es que acaso existe otro ejercicio de la masculinidad?
“Comadre, los hombres son así. Lo mismo le dije a mi nuera… Los hombres traicionan, engañan, mienten. También mis hijos, los tres por parejo. Tal como su padre. Y mi padre también, para qué vamos a andar con cuentos” Cap. 131
“Nuestros hombres diseminan niños. De pronto aparece una mujer… Cuenta que espera un hijo… Nuestros hombres se esconden. “No la conozco” y “No es mío”, dicen como primera defensa. Luego, ante la evidencia indesmentible, “Ella quiso”, “Por qué no se cuidó”. “No es mi culpa”, repiten invariablemente al final, descubiertos. A todas nos ha tocado el turno alguna vez”. Cap. 6
- Las mujeres, o mejor dicho cómo ser mujer y no morir, o morir literalmente, en el intento
Pareciera que, en las últimas décadas, hemos avanzado mucho en la consolidación de los derechos humanos de las mujeres. Creo que ahí hay una verdad. Hasta hace pocos años para nuestras madres o abuelas la educación era una quimera, la autonomía económica una ilusión, el poder público una meta inalcanzable, tener voz y ser escuchada un sueño, el propio cuerpo, vaya a saber qué era-es el propio cuerpo. Pero para muchas de nosotras ese ayer está muy cerca, se repite, se reproduce, está a la vuelta de la esquina acechando.
“Cuando la Teresa cumplió los doce años, sus padres la retiraron de la escuela. Había cursado el sexto básico. Era suficiente educación para una mujer, dijeron, para qué quería saber más. Cap. 14.
“La Marilyn … se había liberado a medias. Logró salir del pueblo, estudiar y tener un oficio con el que se sentía dueña del mundo. Era reconocida y respetada. Sin embargo, se sentía aprisionada por las sogas invisibles del Clan, que tiraban de ella para que se sumergiera en el anonimato más profundo.
La habían desvirgado en el pueblo cuando tenía doce años. Jamás sintió que era víctima de violación. Estaba convencida de que era ella quien había seducido al solterón de cuarenta años que la invitaba a ver televisión y comer helado en su casa”. Cap. 105
Las mujeres respiran el dolor. Para la gran mayoría, el sentido de la vida está cruzado por los hijos, los deseados, los perdidos, los negados, los que pudieron ser, los reales, los que cedimos, los nuestros y los de las otras… En la actualidad que en Chile se debate la despenalización del aborto con fuerza, con saña, con esperanza, con horror, con castigo, con sororidad, Gabriela nos recuerda que históricamente el aborto era una práctica de la sabiduría popular a las que las mujeres recurrían cuando un embarazo era el abismo.
“En esta familia se nos han quedado muchos niños desperdigados. Eso pasa desde que podemos recordar. Abortos y pérdidas… A veces hemos tenido que entregar niños a otras madres. O los hemos alejado porque su presencia duele y recuerda la traición. Nosotras perdemos niños, aunque no queremos. Por hambre, por miedo, por libertad, por odio, por celos”. Cap. 11
“El terror. Así se sentía cuando no llegaba el sangrado. —Por favor, Virgencita linda, que no sea… Un día de atraso, dos, cinco… Echar a cocer el vino blanco, cocos de ciprés, ruda, borraja, cuye colorado, chilco y cachanlagua. Junto con el miedo, la culpa y la pena. Vigilar el cocimiento…Una taza en la noche y otra por la mañana, en ayunas. No, no era posible parir a todas las guaguas que Dios mandaba”. Cap.72
Durante demasiado tiempo el destino de las mujeres, siempre y cuando no te metieras a monja, a la prostitución o a la eterna soltería para cuidar a los mayores, fue el matrimonio. La legitimidad social de este contrato es tal, que más allá de algunos beneficios concretos, las mujeres se socializan y creen en el amor romántico, el amor verdadero y el hasta que la muerte nos separe como potentes disparadores de felicidad.
El peligro de padecer de violencia machista no se contempla y, además, casarse, como sea, está en las reglas del Clan. Pareciera que todas, más allá de la novela que hoy se presenta y de los deseos más o menos ocultos y las opciones de vida que tengamos, formamos parte del Clan.
“Las hijas de Pedro Cereceda eligieron mal. Las cinco, cegadas por los impulsos románticos del fueron felices para siempre… se casaron con hombres pusilánimes, violentos, alcohólicos e incapaces de valorarlas. Ellos… Contaban con la complicidad de sus esposas que excusaban la violencia de los maridos y culpaban al exceso de trabajo o a la falta de él; al frío o al calor, al cansancio, las injusticias de la vida y las molestias que ocasionaban los hijos. Finalmente, se culpaban a sí mismas por provocar a los hombres para que las golpearan”. Cap. 76
“Desde el Golpe, la cotidianidad era la Muerte, la amenaza y el terror. Ahora la Muerte era la Mari…. El asesino era el que había sido su amante durante años, un carabinero casado al que ella le había dado la cortada. Muchos años después supimos que ese no era un crimen cualquiera. La palabra “femicidio” estalló en nuestras vidas quizás como habían estallado las balas en el cuerpo de la Mari” Cap. 118
En general se considera que la víctima es un ser pasivo despojado de toda capacidad de resistencia, resiliencia y agencia. Sin duda este es un difícil lugar para empezar el camino hacia la emancipación.
A fines de los años 80 Pía Barros editó un libro-objeto titulado “Machismo se escribe con M de Mamá” y Julieta Kirkwood escribió “Lo femenino ha sido definido como pasivo, pero es en verdad un agente tremendamente activo de reproducción de lo establecido y del inmovilismo político-social”. A lo que podríamos agregar que, así como hay mujeres que se apoyan para alcanzar la libertad y elegir sin culpas, hay otras que nos recuerdan la condena, el designio de lo que es ser una buena esposa/mujer/madre, e impulsan a la resignación, el silencio y los secretos como únicas salidas para sobrevivir. Da rabia, pero sucede.
“Soledad no quería salir. —Piense en sus hijos —le dijo la abuela Luz, haciéndole cariño en el pelo—. Ahora usted no puede hacer lo que le dé la real gana. Tiene una familia, pues, y una mujer debe estar con su esposo, para eso se casó con él. Todos los hombres tienen otras mujeres, Sole. Ellos son así, tienen otras necesidades. Son tan distintos a nosotras… Cuando pasen estas cosas, mire para otro lado, haga como que no sabe. Haga de todo, nada. Lo que importa es que usted es la esposa, la madre de sus hijos…—No quiero vivir así, mamá —susurró Soledad, limpiándose las lágrimas”. Cap. 67
Hace ya tres décadas, otra antropóloga y escritora, Sonia Montecinos, publicó un ensayo señero “Madres y Huachos. Alegorías del mestizaje chileno”. Desde mi perspectiva, la novela El Clan del Guanaco comienza a cerrar un círculo que había quedado abierto en aquel libro.
“La Huacha fue una niña sola colgando a oscuras de una de las ramas más pequeñas del árbol del Clan. Estuvo siempre ahí, en el secreto silenciado. Es ella la que escribe estas líneas. Ella. La Huacha”. Cap.169 y final
Santiago, 29 de mayo de 2022
NIEVES RICO. Antropóloga Social por la Universidad Nacional de Rosario, Argentina; Especialista en políticas públicas con enfoque de género y derechos humanos; Máster en Sociología del Desarrollo; Máster en Desarrollo Urbano y Administración Local; Diplomada en Relaciones Internacionales en Madrid, con estudios de Doctorado en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Fue hasta hace un tiempo, Directora de la División de Asuntos de Género de la CEPAL.