Literatura
Reseña / Arte / Fotografía
mayo 2022
LA PUERTA DEL MÁS ALLÁ DE JAN PUERTA
Homenaje al Fotógrafo español Jan Puerta
por Rakar
“La muerte (o su alusión) hace preciosos y patéticos a los hombres. Éstos se conmueven por su condición de fantasmas; cada acto que ejecutan puede ser último; no hay rostro que no esté por desdibujarse como el rostro de un sueño. Todo, entre los mortales, tiene el valor de lo irrecuperable y de lo azaroso”.
(El Inmortal, J. L. Borges)
Hace algunos días me reencontré con un amigo fotógrafo en una Feria del Libro provincial. De improviso me preguntó si había visto la última imagen que subiera a su blog el fotógrafo español Alejandro Moll Puerta (más conocido como Jan Puerta), quien había fallecido trágicamente en un accidente de tránsito ocurrido en junio de 2014 en la pequeña localidad de Limache (Chile). De plano su pregunta me dejó estupefacto, pues no me imaginaba que alguien pudiera publicar una fotografía y un mensaje desde el más allá. Desconcertado inquirí sobre el asunto, y mi interlocutor me informó que no se trataba de una broma ni nada parecido. Tampoco se trataba de una imagen que hubiese sido divulgada por algún familiar, sino que, en efecto, había sido el mismo fotógrafo quien la había subido de manera programada. Debo precisar que Jan, era de esos contados fotógrafos que salía a diario con su cámara y registraba una imagen, a la que le agregaba de manera infalible un texto de su autoría.
Al escuchar el relato, me vino a la memoria un film que había visto recientemente, con el almibarado título de “Te amaré eternamente” del italiano Giuseppe Tornatore (en Italia “La Correspondencia”, 2016), y que narra la historia de amor furtivo entre un profesor astrofísico y su joven alumna universitaria. Ed (Jeremy Irons) se comunica con su amante Amy (Olga Kurilenko) usando las tecnologías actuales (mensajes de textos, de WhatsApp, correos electrónicos, imágenes de video). Después de la muerte de Ed, que su amante receptora ignora, se multiplican sus mensajes post mortem, haciendo verosímil aún su existencia, hasta que un evento casual permite develar la verdad de su muerte, la que es confirmada a través de uno de los mensajes finales que Amy recibe consternada.
Si menciono aquí este film, es sólo para destacar la coincidencia del uso de los mensajes programados como una forma conmovedora de comunicación póstuma. Lo que nos asombra, es la previsión con la que ellos fueron elaborados por su emisor, como si un presentimiento superior les hubiese entregado la certeza de su inminente desaparición, y la consecuente urgencia de comunicarse con sus seres más cercanos, queriendo ir más allá de las fronteras que nos impone la muerte: en el caso del profesor, con su joven amante; en el caso del fotógrafo, con todos aquellos que le seguían diariamente en su blog.
Desde las primeras líneas de su peculiar mensaje, Jan nos instala en una realidad que nos sobrecoge: “… si esta entrada se llega a publicar seguramente habré pasado a mejor vida como suele decirse”. Además, nos informa detalladamente que ha programado la entrada un día 10 de abril del 2012 (un poco más de 2 años antes de su muerte) para que se publique el 22 de marzo de 2015, cuando se inaugura el otoño y que es la estación con la que su alma de creador se siente más a gusto: “Experimentar sus luces al amanecer o sus atardeceres efímeros me sigue produciendo la misma sensación de plenitud que adquirí con los años”. Seguidamente, nos da cuenta de la situación personal por la que atraviesa al momento de programar su publicación: “En pleno 2012, mi vida está convulsionada con unos cambios que tengo que hacer y un presente que no me gusta. No todo es culpa de los demás. Algo habré hecho mal, para que el resultado sea tan poco agradecido conmigo”.
Debo señalar que conocí a Jan durante una presentación pública de mi propio trabajo. Como inmediatamente sentimos afinidad, le propuse que exhibiera su obra, prácticamente desconocida, ante un grupo de fotógrafos que por entonces aspiraban a conformar una agrupación fotográfica en la provincia. Lo visité en su casa en dos ocasiones, y posteriormente nos reunimos en un bar. Durante aquellos encuentros sentí que un vínculo especial me ligaba a su persona, sin racionalizar exactamente de qué se trataba. Hoy comprendo que fue su temperamento retraído, ese querer pasar inadvertido, sin vanidades ni aspavientos, lo que congeniaba bien con mi ser. Sin duda su estancia juvenil en un monasterio budista debió haberle dejado esa impronta de templanza y de distanciamiento de todas las ilusiones de este mundo.
Junto a mi amigo fotógrafo, el mismo que me informara de la postrera publicación, nos había correspondido hacer su presentación oficial ante un auditorio expectante por conocer su vasta y multifacética obra. Durante la sesión, Jan enseñaría un diaporama de su trabajo como corresponsal de guerra en varios conflictos armados, los cuales había cubierto como freelance para diferentes medios: desde el Salvador en 1977, hasta la guerra de Irak en el 2003-2004, pasando por Chechenia (1989), el Golfo Pérsico (1990-91), el conflicto de los Balcanes (1991 a 2001), Afganistán (2001) y la guerra civil en el Chad (África 2002-2003). Al exponer sus imágenes, Jan se ganaría el merecido respeto de numerosos fotógrafos locales que le brindaron su afecto.
imágenes: Irak, 2003 (Jan Puerta).
Después de su muerte, el mismo día de su sepelio, el encargado municipal de Cultura me preguntó si podía hacer una presentación del trabajo de Jan para la despedida institucional que se le haría, a lo que asentí con gusto, pues consideré que era un imperativo moral realizarlo por las muchas “coincidencias” que nos habían reunido. La combinación de fotografías, música celta y un poema final en un audiovisual que titulé “Jan Puerta: el alfarero de la Luz”, concitaron la emoción que ameritaba la despedida de un artista respetable como él, que por años había puesto en peligro su vida en históricos acontecimientos bélicos alrededor del mundo, y que, paradójicamente, había terminado sus días de manera trágica bajo las ruedas de un automóvil en un apacible poblado de la zona central de Chile.
“Fuga de Almas” (Jan Puerta, 2010).
Este era el lugar en donde se había encontrado con el amor de su mujer, este el territorio que él adoptara como refugio después de sus periplos por los 5 continentes, y este también el ingrato país en donde había tenido tan poco reconocimiento a su obra fotográfica. En sus admonitorias palabras finales, Jan dirá: “tan poco premio para tanto esfuerzo”. No es de extrañar, entonces que, en su mensaje de marras, señale: “esto de sentirse artista, está más cerca del funambulismo que de otra cosa”. Además de algunos desajustes personales, todo indicaba que, a la sazón, sus proyectos artísticos se habían malogrado y que atravesaba por serias estrecheces económicas: “Mis proyectos en Chile, no terminan de funcionar…”, asevera. Y luego: “Mi presente, parece ser una sucursal de cualquier caja de ahorros que tiene que acudir al banco de España para ser rescatada”.
Resulta difícil entender qué es lo que mueve a un hombre a anticipar su final y a escribir pensando en el futuro. “Somos un gran misterio”, dirá Amy, la protagonista de la película de Tornatore, intentando descifrar los laberínticos mensajes de su amante. En tanto Jan, al dejar programado en su blog las que serían sus últimas palabras que conjeturan su muerte (y que él mismo llamará su “experimento”), se anticipará premonitoriamente a su propio destino.
No menos premonitoria resulta la fotografía que acompaña el texto. Jan la titula “Se acerca semana Santa” (Los Andes, 2012). Corresponde al mausoleo de la congregación marista; es tan sólo un frontispicio con una cruz, sin mayores ornamentos, situada en el punto fuerte del extremo inferior derecho. Atrás, una hilera de álamos deshojados en otoño ocupan casi todo el cuadro y se empinan rasgando el cielo, cual si se tratara de catedrales góticas, y que nos evocan los impresionantes cipreses de las pinturas de Van Gogh. La fotografía en su llaneza, es bella, rotunda, sombría y cargada de simbolismo (denota el ansia de Absoluto de su autor, la inconformidad y su conflicto entre lo ideal y la realidad que le abrumaba). Sin embargo, sólo unida a sus palabras se nos torna patética. En esta imbricación de texto-imagen, lo que ronda y enseñorea es la Muerte, y lo que observamos consternados es un futuro que va a ocurrir y que ya ha ocurrido. Como Barthes, conmovido ante la fotografía de su madre cuando era niña (ella va a morir, y sin embargo aún está enteramente abierta a un porvenir), nos estremecemos ante una desgracia que está por suceder (el infortunio del fotógrafo), pero que ha tenido ya lugar.
La última fotografía de Jan Puerta
Borges, en su poema Cambridge, decía que “somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos”. Y si somos sólo eso para los demás, y todas las vidas ajenas (incluida la nuestra para los otros), son vistas como cristales diseminados a través de un caleidoscopio, un impulso restitutorio hoy me mueve a sacar a luz aquellos retazos de la vida de Jan que se tocaron tangencialmente con la mía, esos espejos rotos que quedaron astillados en la memoria y que hoy refulgen en esa caja de resonancia indesmentible que construyeron fatídicamente sus palabras. Merced a ellas, a su fotografía y a la conmoción que provoca su tragedia, los episodios de su vida parecieran teñirse de una luz diferente, como si un resplandor misterioso y diferido iluminara todo el horizonte de su existencia, logrando reunir, al menos por un instante, sus trozos dispersos.
Su mensaje espectral y post mortem será, virtualmente, la última puerta del más allá que eligió atravesar soberanamente Jan Puerta, antes de salir por completo de la escena de este mundo, antes de desdibujarse su recuerdo como “el rostro de un sueño” en la frágil memoria de los que quedamos, hieráticos y embargados, en el azaroso escenario de los sobrevivientes.
Rakar (Otoño de 2017).
https://elviajederakar.travel.blog/
Puede apreciarse la obra y el mensaje post mortem de Jan Puerta en el siguiente blog: http://janpuerta.blogspot.com/
Fotógrafo documental y ensayista chileno. Abandona la Filosofía como discurso académico, y opta por una solitaria labor en la sequedad cultural de la provincia.
Su iconografía, agrupada bajo el nombre genérico de “EL VIAJE DE RAKAR”, comprende principalmente los siguientes Documentales Fotográficos: “PUEBLOS OLVIDADOS”, una vasta travesía por 67 pequeñas aldeas rurales del territorio central de Chile; “RETRATOS (DES)DE LA LOCURA”, imágenes que registran el rostro del confinamiento psiquiátrico en los 4 asilos mentales públicos de su país; “EL VIENTO SOPLA DONDE QUIERE: IMÁGENES DE COLLIGUAY”, una recorrido en motocicleta por los parajes de la cordillera de la costa a un mundo rural y costumbrista en vías de extinción. El año 2009, tras la huella del viaje a México que realizara el poeta surrealista Antonin Artaud (en 1936) emprende en la sierra madre de Chihuahua, su “EXPEDICIÓN A LA SIERRA TARAHUMARA”, un acercamiento al México atávico e indígena, expresado en el paisaje, la cultura y la espiritualidad de la mística etnia rarámuri. Ese mismo año emprende “VIAJE A OAXACA”, el que nos da cuenta del fascinante mundo visual de las comunidades mixe y trique en las serranías sureñas del país azteca. El 2012 le sucede “EL SUICIDIO DE LOS KILIWAS”, un documental sobre la dramática situación de extinción que afecta a la etnia Kiliwa y otros pueblos aledaños en el estado de Ensenada, Baja California. El 2013, en aras de concluir su trabajo documental que le obsesiona, emprenderá su último viaje por un México profundo y desconocido.