Literatura
Narrativa
abril 2022
P Á J A R O S
A Adriana Chiavarino
Las ramas altas están desnudas. No sé cuántos pájaros habrá en este árbol. Son muchos; llegan los últimos y buscan un lugar donde posarse. Los veo de cerca; el plumaje pardo, sus cabezas en alerta y las alas suaves. Veo sus garras prendidas a las ramas secas de este árbol viejo, puedo ver sus ojos de un negro espeso y sin fondo. Puedo escucharlos como nunca antes; su trinar ensamblado se multiplica y resuena en el aire. Primero es un gran barullo que lo envuelve todo después; se apaga de a poco, como se apaga la última luz de la tarde. El silencio está sembrado y crece.
Oscurece rápido. Los cables del tendido eléctrico pasan entre las ramas bajas del árbol. Por alguna razón no se encienden las luces. Lentamente, la oscuridad convierte las casas cercanas en bultos de sombra; robustos espectros clavados a la tierra. Las calles están vacías, no parece haber nadie a la redonda. No están las voces de la gente, no se escuchan ladridos de perros, no se oyen ni siquiera los ruidos lejanos de los automóviles. Sólo el sencillo y magnífico silencio.
Refresca, ya es de noche. Una mansa noche que suelta su respiración antigua.
De pronto algo quiebra la quietud. Es la luz de una vela en la ventana abierta de la casa de enfrente. Apenas se distingue, pero hay alguien mirando hacia afuera. Los pájaros no duermen, estuvieron esperando, miran a quien los mira desde la ventana. Es una mujer. Después de un rato, ella apaga la vela y cierra las cortinas, sale enseguida a la vereda, camina sin prisa y se detiene frente al árbol.
Callada y de pie, se abraza ella misma como si tuviera frío o miedo. Pero no vuelve a entrar; ahí se queda, mira la copa huesuda del árbol, se fija en cada uno de los pájaros quietos sujetos a las ramas como frutos sombríos. Está descalza sobre el pasto húmedo, trae el pelo largo y mojado. Suspira hondo, como suspiran quienes se preparan para entrar a la muerte. Pero Ella no. Es joven, fuerte, su hermosura es nocturna y no está enferma, sólo suspira y guarda un lúcido silencio. Es el silencio de los vivos, no de los muertos.
Los pájaros no dejan de mirar a la mujer del pulóver rojo que también estuvo esperando. Yo sé quién es. Pero ni ella ni los pájaros parecen reconocerme. Después de un rato, siento que está ocurriendo. Entonces reacciono, me apuro e intento gritarle algo en voz alta, pero es en vano; sólo un graznido de ave sale de mi pico.
Comenzamos a movernos, primero es el Pájaro de más arriba quien abandona el árbol, los demás lo seguimos. Aún no sé cómo, pero suelto la rama en la que estoy y abro mis alas, levanto vuelo entre la bandada que sube. Miro hacia abajo queriendo ver a Mariana por última vez; pero sólo están sus ropas en el suelo. Ya no puedo distinguirla volando entre nosotros. Ya está hecho. Subimos todos y nos perdemos en el cielo cerrado de la noche.
Publicado en NAMBRENARIO. Adriana Helbling/ Héctor Washington / Jorge Manuel Aponte. Resistencia: Contexto Libros, 2021
Jorge Manuel Aponte nació en el barrio San Juan Bautista de la ciudad de Formosa. Estudió Psicopedagogía en la Universidad Nacional de Formosa. Es miembro fundador de la Biblioteca Popular Santiago Renevot. Integrante del Equipo de Investigación en Psicología Educacional Facultad de Humanidades (UNaF).. Ejerció diversos oficios (“sereno, cartero, vendedor, estibador, carpidor, almacenero, administrativo, encuestador, changarín, coordinador en procesos de incubación de caimanes, bibliotecario, tallerista, etc.”). Publicó sus textos en diarios, revistas locales y en antologías locales, regionales y nacionales.