Literatura
Poesía
abril, 2021
Poemas de Ignacio Miranda
(España)
de Ocio negro (Ril, 2020)
ACCIÓN CIVIL
CONTRA LA POBREZA INTERNA
Me levanté al paso 35 pulsaciones año
corriente, ganas de llevar de la mano a los difuntos
exclui-dos, sentarlos en un banco ver qué pasa
¿Un cigarro Antonio,
abuelo un vino?
Poca o mucha muerte que uno dejó suspensa
por vivir,
júntese en qué nos hicimos daño;
perdón gracias te quiero buena suerte
tengámonos de nuevo en sí para siempre
verdad
de verdad.
Amor civil contra la pobreza interna
en que cierto calor lleva a mostrarle a la mosca
la evidencia del cristal, la empuja a soplo o con
uña sutil sin desagrado, asco ni prisa,
con cierta mirada, para que vuelva.
Creeríase estar guardando tal secreto imposible
a la gente revelar, que la comunidad atesoraba
desde siempre, y, a tiento de sugestión,
seguir dándole paso
como dicen los mayores que hay que
Pareceríase encontrar
las 3 patas al círculo se atravesara
las 2 dimensiones del ver por el ojo que no césar.
Una pulsación más y seré otra el mundo,
pues yá ni una menos,
en esta aquí 7 veces 5 de dejar en paz a las
cosas,
bajo la dirección asignada a cada cual por la
que se vuelve, atar la vena con un hilo para no
olvidar el pulso.
perdón te quiero gracias buena suerte
Seguir dando paso a loquevá
EN UNA ESCALA PODRIDA DEL 1 AL 10 un día no
dominarás la danza que se detiene en las sombras
y nos venceremos.
Bailas con el reflejo ejercicios en la comba
a brazo partido en el error.
Sostente, un hombre llamado Tal vez te rodea
al filo con los brazos,
Hospital de las ganas por el suelo.
Y ahí la poesía, del ojo al vértigo tampoco
tiene mucho que decir, pues que no encuentra la
vida detrás del último verso.
Más bien la evita,
y se aleja.
¿Conoces otra manera de danzar?
Libertad, qué poco puedes.
Está brillando la noche una cultura azul,
y no claudica.
Reflejo convaleciente, digo nos venceremos
Palabras de árbol caído insisten
después de las
ventanas aún aguarda el momento la ocasión,
tullido así con todo.
Pero el momento volverá a ser solo un nuevo
rostro inmóvil,
y que no dice nada
Fe en el mudo
y a lo siguiente
por el pasillo a cuestas de las flores.
LAS HIJAS QUE NO TUVIMOS se tiran por los
puentes para que no las sigamos, pero no
afeitaremos nuestras cabezas en señal de duelo por
una paternidad no conocida.
De lazos no cosidos hemos trenzado una disci-
plina de la ausencia.
Los padres exclusos somos menos hombres al
lado de los padres ¿porque no comprendemos?
La especie nos delata por el sueño ―¡son esos
de ahí!― pues que toda la noche escuchamos el
gordo maullido atronador y seguimos jugando a la
vida propia.
A la plaza pública. Negación!
Se quieren engendrar,
polinizarse en la más inmensa gratitud cuando
es que ella y yo avanzamos pies de trapo,
dispuestos a algo por no hacer nada.
Preciosas avestruces nos dignificarían.
Altos pavos reales hablarían en conductas
imposibles, según a vieja ya empezamos a crecer.
Pero yo habría sido el Madre del Sistema,
desgarrador furio Saturno con el sexo excitado
y entusiasta Padre Predador.
Por veneración, os habría miembro a miembro
devorado, plumas en un jarrón de porcelana por
que nunca no crecierais y fuerais de nadie y
novías mías.
Al abrir la habitación en que habríais
permanecido resguardadas, protegidas, la mañana
siguiente os habría contemplado agonizar
primeras luces en la sangre, fardos queridos de
palomo y negro astilla en las uñas de las puertas.
Pues que el sexo se seca y amarillea el semen
. No veréis morir
La intemperancia no os reclama ― la inquietud
no os administra,
y así es que nos cuidamos,
al margen de las máquinas castradoras del
amor en que la propia lechigada se tritura.
DE LA NECESIDAD DE UNA SEMIÓTICA SIMPLE
Los barcos de carga transportan tres tipos de
mercancía sobre la Sena
estructuras de metal basura
escombros
Debe de haber un cuadrante,
seguro un patrón de trayecto horario alguien
activa señal alguien interpreta código y lo que no
sirve se lleva hacia otro lado hacia otro lado
Los barcos de carga se abren paso por la Sena
y la bruma de noviembre.
En diciembre aumenta la desesperación.
Insiste en la idea prosaica de avance sostenible;
no se disocie amor sin crecimiento y pérdida.
En enero queda clausurada definitivamente la
ciudad claudica ante la rata habiéndola metido
dentro.
Se la come.
19 gaviotas en lentitud de basural sobre las aguas.
Para llegar a la casa que seremos, habremos de
atravesar el bosque de la recomposición, a pie
entre los esqueletos de los árboles.
El humo sube a pesar de la lluvia que aún no
cala ¿empujará el cielo hasta permitir una casa con
más espacio?
En febrero los barcos de carga sobre la Sena tal
vez habrán llegado a su destino.
Lo cual no importa.
de Los Descartes (inédito)
ESTARÁS A LA ALTURA del pelícano que canta el
ahogo de la niña, cuando salves solo el plástico al
que harás el boca a boca.
Orilla negra, llorar.
El minuto en que se espera el hundimieto.
El sueño breve. La luz concisa. La sonda abierta
cuando es que se deslizan solos los esquís
montaña abajo,
nieve arriba
y el bosque está a punto de zarpar.
DE LA NEGATIVIDAD: ADULTO, MENTAL, EUROPEO
Hubo una vez en que la juventud era obediente
y estúpida como un devoto
pero diurna,
un tiempo muscular en que, vital y afirmativo,
despertaba en pueblos blancos,
la llamada árabe, el Atlántico al oído, los Alpes
de almohada
y el miedo a perder solo la
llaga del momento
¿La última ocurrencia adulta? Matar el espacio.
Luego el aburrimiento hace lo demás.
Pretende el plan asistir a la acción cuántica de
la razón, sin distracciones; atravesar el estrépito
cerebral y oír, de entre la marabunta, aquellas
voces larvas que saldrían adelante y,
de entre todas ellas, una.
Alentar la posibilidad. Por todos los medios. Un
masaje con dos dedos para el corazón prematuro
que deja de latir.
Lo usual es no.
La mayor parte se añade al conjunto del olvido,
gestos perdidos inmensamente en la trama de los
demás gestos. No se escucha.
Inservible. Queda ahí.
Cuando se oye, la escritura canta.
De las tantas basuras desestimadas para no hacer
sino esto, sobrevivieron ciertas relaciones, por
manuntención, visitas semanales de familia ―el
afecto, la deuda―, algunas amistades ascendentes,
una cotidianidad casi monógama,
real y extrema, por amor.
Todo sujeto a interés, evidente.
Del aislamiento y la inmovilidad.
De la regularidad y lo repetitivo.
Tan excedente el tiempo que devaluado. Dinero,
en efecto,
para nada.
Aquel que atenta religiosamente contra la
dignificación por el trabajo y le niega en todo lo
posible la fuerza, viene a cultivar la transcripción
del prodigio con devoción de esclavo ―cansado
inútil para otra cosa,
sin imaginación.
La desgracia es ganar tiempo.
Podría haber ido la flecha de la escritura a no
maldecir la vida.
A la gente, al saber, a la aventura.
A afirmar sin queja el blanco.
Podría haber sanado en el espíritu y resultó
enfermo el órgano más grande.
La soledad autoinmune, los nervios a las rajas.
El sistema lucha contra algo que no existe.
Picor. Placer. Sangre.
Si la piel tiene memoria, no me va a perdonar.
En la desesperación. En lo febril y en el
agotamiento. En el sueño hasta feliz, cuando se
olvida.
Según transcurren las señales, la noche no va
escampar.
Adiestrarse en lo peor y destrozar el
equilibrio, y desandar ya será tarde por los puentes
que explotaron.
Adulto, mental, europeo.
Hoy democrático, sin elección: resulta de una
idiotez irrevocable la persistencia en las trece de
llevar las de perder,
el cadáver, la cárcel, el individuo.
SOBRE EL AUTOR
Ignacio Miranda
Ha publicado crak (Caudal, 2015) y Ocio negro (Ril, 2020)