Literatura
Entrevista
Febrero 2021
Martín Rodríguez-Gaona
MARTÍN RODRÍGUEZ-GAONA, LA VOZ QUE SE CONVIRTIÓ EN LUZ
Entrevista a Martín Rodríguez-Gaona
*Por Gian P. Codarlupo
24 de enero de 2021 (Madrid, España)
1.- Buenas noches, Martín. Muchas gracias por ceder un poco de tu tiempo para esta entrevista. Quisiera empezar lanzando unos datos que acompañarán a la primera pregunta. Creciste en el Rímac, frente a tu casa había un parque, el Parque infantil. Te formaste en el hoy ya inexistente colegio religioso Externado Santo Toribio. Tu madre era obstetra y tu padre natural de Arequipa y trabajó en el congreso. ¿Cuáles son los recuerdos que guardas de aquella época?
-Yo creo que pertenecí a una clase media que ya no existe en Lima, una clase media criolla antigua. Lima todavía no estaba tan marcada por las migraciones andinas. Esa clase media también tenía cierta vinculación con una imagen idílica de lo extranjero. Por pertenecer a esa clase media viene mi primer contacto con Estados Unidos, porque mis tíos, mis dos tías maternas y mi abuela, vivían ahí. Entonces yo tuve influencia de este país desde la primera niñez. La primera vez que fui a Nueva York tenía ocho años y allí empecé a aprender inglés. Digamos que todas esas circunstancias ya no existen, el tono de la ciudad en la que yo me crié, que es como de una Lima todavía tradicional, era más ingenuo, más amable, más respetuoso. Eso estaba en el Parque infantil, y mis amigos del Parque infantil pertenecían también —yo no lo sabía porque cuando eres niño no te das cuenta— a una sociedad que ahora llaman multicultural. Entre mis amigos tenía a los Tamaki, que eran nikkei; mi primera novia de doce años era una chica de familia italiana; mis tíos de cariño, la familia más cercana a la mía allí, eran los Gargurevich, de origen yugoslavo. O sea, había toda una muestra de cómo es Perú, una mezcla de colores y de sabores y de influencias, y todo era muy amable. El parque era como una pequeña gran familia, aunque nos veíamos muy distintos, algunos tenían más dinero otros menos, pero nos queríamos. En conclusión, eso, más la biblioteca de mi padre y la independencia económica de mi madre -porque mi madre fue una mujer que desde muy joven tuvo su propio dinero y eso le daba libertad-, todas estas cosas en el fondo, creo que me hicieron tener una niñez feliz, agradable, rica en experiencias. Vivir en un parque también es algo especial, la pequeña naturaleza, la pequeña introspección que puede darte ver los árboles al atardecer. En ese sentido he tenido suerte.
2.- Más tarde ingresaste a la Universidad de Lima a estudiar comunicaciones. Ya por este tiempo tu vida estaba dividida entre Lima y Nueva York. A esta última ciudad ibas cada verano. Es curioso ir notando a través de tu biografía personal cómo los espacios de las grandes ciudades han ido definiendo los temas de tu poesía. En Codex de los poderes y los encantos dices: “Posiblemente éste sea el origen, pero / hoy eres forastero, / hijo de ningún lugar”. Teniendo en cuenta que en este mismo libro nos vas dejando rastros de personajes como el Inca Garcilaso de la Vega o de Guamán Poma de Ayala, ¿por qué decidiste asumir el tema de la colonización? ¿Cuál es tu mirada ahora con respecto a ese tema?
-Lo que pasa es que yo he tenido cierta inclinación a escribir sobre las ciudades, primero obviamente Lima en mis dos primeros libros, en Efectos personales y Pista de baile, y después cierto influjo de Nueva York, la cual conocí bien, pero donde nunca me sentí parte. Yo sentía que la ciudad me alimentaba, me gustaba y me estimulaba. Me formé en Nueva York con la literatura estadounidense, por ejemplo, con la poesía moderna y posmoderna. Hablo inglés bien, pero ese entorno no era para una literatura como la que yo quería hacer. En cambio, en España sí, el tipo de poeta que soy yo, alguna vez lo menciono, es un poeta novohispano, como en el siglo XVII, que no es una denominación que haya inventado, sino que existía y se aplicaba a contemporáneos del propio Inca Garcilaso. Esa idea de ser el cronista entre dos culturas y dos tiempos fue lo que me hizo explorar con dichos cambios temporales: un modo épico, con fuertes contrastes, porque en el fondo las relaciones histórico culturales, las relaciones de poder, no han cambiado tanto, a pesar de que otras cosas sí. Pero las dependencias, las desavenencias, los conflictos, los dolores y los amores siguen siendo parecidos, siguen estando allí. En El códex exploré ese paralelo; siempre lo digo: yo soy español y soy peruano; a los españoles les cuento mi lado peruano y a los peruanos les cuento mi lado español. Eso es lo que me ha tocado como destino, quizá. Cuando estoy aquí, cuando estoy en España, pues soy español, pienso por ejemplo en el campo literario español, en la sociedad española, en cómo me integro, en lo que puedo aportar, qué es lo que me gusta, qué es lo que no me gusta. Pero cuando estoy en Perú, me olvido. Estoy tratando de entender, de estar en la sociedad peruana, y si algún peruano me dice algo sobre España con lo que yo no estoy de acuerdo, que veo que está equivocado, hago el papel inverso: termino explicándole cómo es España. España es un país muy complejo y muy rico culturalmente, los propios españoles a veces desconocen la potencia de su cultura, sus posibilidades. Las relecturas de los distintos tiempos y culturas de España. Por ejemplo, Sefarad antes de 1492. Entonces, el viaje entre ciudades también es un viaje entre tiempos y entre culturas. De alguna manera yo he querido creer que ese es mi destino.
Rodríguez-Gaona con Lou Reed, en Kosmopolis, Barcelona.
3.- Has publicado seis libros de poesía, dos en Perú y cuatro y España. Como dato curioso quisiera añadir que el primero aparece como publicado en 1993 en Ediciones de Los Lunes, la editorial que tenía el poeta Luis La Hoz. Sin embargo, cuando uno va al libro descubre que sale con fecha de octubre de 1992. Ya en tus épocas en Lima empezabas a hacer tus primeras traducciones, y después ya has publicado versiones de autores como John Giorno, John Ashbery, Jack Spicer, Brian Dedora y Alice Notley. Fuiste amigo de Giorno, ¿podría contarnos un poco sobre esta etapa? Y lo otro es, ¿crees que es necesario que los poetas aborden la traducción?
– Los poetas pueden abordar lo que quieran. Hay una gran tradición de poetas traductores y es un gran ejercicio, es algo muy enriquecedor traducir, una responsabilidad también. Yo empecé a traducir en mis viajes a Nueva York sin pensar que iba a publicar, simplemente para comunicar con mis amigos los poetas que yo iba descubriendo, porque eso es lo que finalmente es la poesía: lees lo que es bueno y quieres comunicarlo, quieres que alguien sienta lo que tú sentiste, ese fue el origen. Venir a España me brindó la relativa posibilidad de profesionalizar ese impulso; relativa, porque la traducción es un oficio muy complejo y muy mal retribuido en todos los sentidos. Y relacionado con esto, en mi época en Nueva York, comprando libros, conociendo la ciudad, descubrí una poesía que no circulaba, que hasta ahora mismo circula mal, la poesía de los años sesenta estadounidense, la que llaman poesía posmoderna. La poesía del Black Mountain College, de los Beats (los más conocidos), del San Francisco Renaissance y de la Escuela de Nueva York. Entonces, entre los poetas de la Escuela de Nueva York hay una primera generación que es la de John Ashbery, Frank O’Hara, Kenneth Koch, James Schuyler, y otra siguiente promoción, la de Ted Berrigan, Alice Notley y Ron Padgett, que ahora se ha hecho famoso en la película de Jim Jarmusch “Paterson”, toda esta gente —que eran menores— apenas están traducidos. Y el último que salía en una antología fundacional era John Giorno, porque John era el menor de todos. Para darnos a entender, Ashbery es del 27 y Giorno era del 36: diez años de diferencia en la juventud es mucho. Yo conocía a John, me gustaba su poesía, tenía libros de él, además de la antología, pero cuando ya estuve trabajando en la Residencia de Estudiantes de Madrid, me enteré, porque ya había internet, que Giorno estaba haciendo una presentación en París, entonces lo contacté y lo invité a la Residencia de Estudiantes. Fue la primera vez que estuvo en la Residencia de Estudiantes y una de las primeras veces que estuvo en Madrid. Se sorprendió de que yo conociera bien ese momento cultural de Nueva York; él era muy cariñoso, muy generoso, y nos fuimos haciendo amigos, y en un momento, cuando yo había traducido una plaquette, quedamos en que me convertía en su agente para tratar de buscar una edición. Estuvimos buscando un tiempo y lo conseguimos con DVD ediciones, que era una muy buena editorial de Barcelona, que luego cerró por la crisis. También logré que lo publicarán en Lima, en Lustra, y John fue a hacer presentaciones en Lima y en Cusco. Digamos que en todos estos años desde el 2003, durante quince años, fuimos muy amigos, trabajamos juntos. Giorno es un gran poeta, muy original, muy innovador, porque toda la cuestión de la performance, él es de los primeros que la empieza, lo que después se conoce como los poetas de la palabra hablada, el Spoken Word, que deriva posteriormente en la Slam Poetry. Y él empieza eso como una depuración, porque primero era más tecnológico, con intervenciones de cintas de audio, con los primeros sintetizadores Moog porque él estaba muy relacionado con las artes plásticas. Andy Warhol fue su primer amigo en ese medio y después con Robert Rauschenberg y Ugo Rondinone, su pareja. O sea, era un poeta del mundo de las artes plásticas, y de ahí con el sentido de la experimentación de las artes plásticas termina haciendo lo de los vinilos, Giorno Poetry Systems, las antologías en vinilos, en las que todos los participantes terminan siendo famosísimos, desde Burroughs, que era un amigo mayor, hasta Steve Reich, el músico minimalista; Robert Mapplethorpe, el fotógrafo. A Giorno se le ocurrió que en lugar de hacer libros se podía hacer antologías en discos. Toda esa trayectoria es impresionante, fuera de ser previa a internet. Representa el segundo momento de vanguardia del siglo XX, desde Estados Unidos. Todo eso que propone John, yo lo trato de introducir aquí, primero en la Residencia, y después en algunos sitios del underground poético-artístico madrileño, como la librería Arrebato. Pero acompañé también a Giorno en giras a Barcelona, en Kosmopolis, donde coincidimos con Lou Reed, pues ellos habían sido coetáneos en la Factory de Warhol. Vi a John menos de un año antes de que muriera. Lo curioso es que yo le presenté a John a Laura García Lorca, que lleva la Fundación García Lorca, y ellos se hicieron muy amigos. Y fue precisamente Laura quien me comunicó la muerte de John; antes de que saliera la noticia y se enterara todo el mundo, ella me llamó. Fue extraño, como que cerramos un círculo. Es una de las fortunas que tengo que agradecerle al destino, el haberme topado con un poeta como John Giorno, tan importante y además una bellísima persona.
4.- Otro de los temas que tocas en tus libros es el de la vanidad y la superficialidad. Por ejemplo, en Codex de los poderes y los encantos aparece lo siguiente: “Aquellos que busquen la gloria / descubrirán sus nombres / entre horrores y estiércol”. Esta idea también aparece en Madrid, línea circular, pero a través de la convivencia cotidiana: “El fracaso / no está permitido en nuestra época”. Y en varios poemas está presente la idea de que con el pasar de los años nos vamos moldeando según las exigencias del sistema económico y político dominante. ¿Piensas que una forma de escritura es a la vez una forma de asumir el mundo? ¿Por qué?
-Siempre una forma de escritura implica una manera de asumir el mundo. Esa manera puede ser muy diversa estilísticamente, puede ser desde la sátira, que no es mi tono, puede ser desde la mística, que tampoco es mi tono; aunque ráfagas de estos tonos sí puedo tener. Ahora que citabas esos versos, pensaba que eran advertencias para mí mismo: me digo lo que no quiero hacer. Claro, ya han pasado décadas y sigo en esta vocación, en este trabajo. Y no dudo porque tengo libros inéditos, proyectos que estoy trabajando. Esto va a continuar, eso no va a cambiar, esto es mi vida. Pero también la vida hace que mucha gente se quede en el camino, por diversas circunstancias. Algunos, quizá afortunadamente, porque encuentran algo que los hace más felices. Algunos porque simplemente la vida se les acaba. Yo tengo amigos poetas que han muerto a los treinta, a los cuarenta; hay gente que se muere a cualquier edad. Y después hay otros que “renuncian” o hacen un lapso largo; también pueden dejarlo y regresar veinte años después. Eso es un misterio, eso no tiene que juzgarse. Simplemente, dichos rasgos agonistas o civiles corresponden al tipo de poeta que soy yo (a lo mejor es un defecto). Creo que estoy ya demasiado mayor para dedicarme al boxeo (risas).
Martín Rodríguez-Gaona en el I Encuentro Internacional de Poesía, con Esperanza López Parada, Francisco Brines, Olvido García Valdés, Bernardo Atxaga, Antonio Gamoneda, Seamus Heaney, Darío Jaramillo, Juan Gelman, Luis Antonio de Villena y Alicia Gómez Navarro.
5.- Manuel Rico ha dicho que tu apuesta es una poesía de la contemporaneidad. En ella vemos imágenes urbanas, al ser humano frente al tiempo y, a veces, la mezcla de voces, ya que dentro de los poemas hay cierta narrativa, fragmentos en distintos idiomas: quechua, inglés, francés, latín. En fin, sentencias contundentes como: “Ansiamos belleza, Padre, y no sabiduría” o “Desaparecido el hombre, la voz se convirtió en luz”. ¿Cuál es el mundo que tratas de develar?
-El que no entiendo, el que entreveo. Y creo que es un mundo distinto en cada libro, en cada proyecto. Por ejemplo, para hablar de un libro —de los no españoles—, de Pista de baile que salió en el 97. Pista de baile es un libro muy vitalista, de celebración de la ciudad, de la juventud, del amor, del enamoramiento, de esas experiencias muy propiamente juveniles. Escribí en ese tono deliberadamente, casi como un proyecto político, porque en ese momento era un momento horrible de la sociedad peruana, el momento del terrorismo y el atentado de Tarata: Lima estaba sitiada, te acostumbrabas cotidianamente al desastre. Salvo un poema, donde sí trato todo este tema, que es “La eternidad está enamorada de los frutos del tiempo”, que tiene una letanía que dice “Baila sobre los muertos”; salvo ese poema, todo lo demás es una resistencia, una afirmación. Entonces, creo que los poetas, y los artistas en general, definen un mundo, definen un tiempo, pero ese mundo y ese tiempo no tienen que estar en concordancia con los de la realidad necesariamente. Pueden recurrir a un juego de espejos o de oposiciones, incluso de veladuras.
6.- En tus libros hay guiños a algunos autores peruanos como el Inca Garcilaso de la Vega, Vallejo, y particularmente a Valdelomar. Tanto en Codex de los poderes y los encantos y en Madrid, línea circular, aparece una parte titulada “FINIX DESOLATRIX VERITAE” (Desolado final de la verdad), que corresponde a un cuento de Valdelomar. En Codex de los poderes y los encantos, inicias otro texto casi de la misma forma. Por otra parte, en Madrid, línea circular, presentas una analogía entre una pareja superficial que posa en la televisión (una actriz porno y un comentarista deportivo), y el caso de Lucía Sánchez Saornil (cuya vida estuvo marcada por la persecución política, el exilio y el olvido) y Ernesto Giménez Caballero (poeta fascista que alcanzó posiciones de poder y reconocimiento literario por parte de la dictadura franquista). ¿Por qué tomaste la decisión de tomar el mismo título?
-En primer lugar, por un homenaje a Valdelomar, porque me parece que es un gran escritor. Sin Valdelomar no habría Vallejo, por ejemplo. Y es un destino frustrado, un poeta que murió muy joven. Y que yo le tengo, además del cariño de todos los peruanos por los cuentos, por un poema que casi nadie recuerda, “Luna Park”, que es un poema sobre el exilio y sobre cómo ven y cómo se ve a sí mismo un latinoamericano desde Europa. Más o menos lo que viene a decir es que se da cuenta que él, en París, está yendo a un espectáculo donde están mostrando a indígenas como animales o cosas de folclore, y luego se da cuenta que él también es el folclore: él es una pieza de exhibición para otros. Es un poema brutal, es un poema buenísimo. Digamos que siempre le he tenido cariño a Valdelomar y de alguna manera él definió muy bien en “Finis desolatrix veritae” una clase de apocalipsis, pero el apocalipsis sobre todo de una fe, o sea, no solamente el apocalipsis del planeta. No quiero contar el relato, pero es de lo más desolador que yo he leído, es alguien que va a buscar a un ser superior, anhelante de consuelo, y el ser superior lo destruye en una palabra final. Es una revelación y no hay nada, ya solamente hay vacío y silencio en todo el mundo, en todo el universo. Valdelomar tenía un talento espectacular. De alguna manera como también en ese poema “La eternidad está enamorada de los frutos del tiempo”, que es un verso de William Blake. Yo a veces siento una emoción repetida, la misma emoción en distintos momentos; a veces emociones muy potentes. Cuando siento algo parecido a lo apocalíptico, me viene Valdelomar y cuando siento algo parecido a la eternidad humana, me viene Blake. Entonces, hago reformulaciones u homenajes. El sentido de los dos “Finis desolatrix veritae”, es el sentido del apocalipsis del mundo de consumo que se vendió como beneficio de la globalización neoliberal. Me refiero sobre todo a los noventa, a esa generación internacional, con la instalación del neoliberalismo: el Yuppie como modelo, lo que supuestamente tenías que ser. Había mucha gente que veía que eso iba a terminar muy mal porque, en el fondo, lo que estabas haciendo era instrumentalizar, objetualizar al prójimo. Esa cosa elemental que te dicen cuando eres niño o joven: no te aproveches de alguien que es más pequeño tú. A una anciana no le vas a pegar, ¿cuál es la gracia de pelear con una anciana? Ninguna. Bueno, la globalización neoliberal lo que decía es: si aparece la anciana, pégale y quítale los dos euros que tiene en la cartera. Entonces, había mucha gente que decía que eso era horrible, ¿en qué vamos a terminar? Al día siguiente va a venir el hijo de la anciana con un cuchillo y te lo va a clavar en medio de los ojos y lo vas a tener merecido. Eso es lo que ha pasado. Eso se veía. A lo mejor yo le sentía más porque lo había visto en Perú, en Estados Unidos y después en España, solo que en España ha sido en cámara lenta, pero también ha pasado. En cierto sentido Valdelomar también vio eso, me imagino que más en su momento como una cuestión moral, más que un desastre real, social, económico. Pienso que en la época de Valdelomar tiene que haber sido una cuestión sobre todo moral, porque de no ser así no se explica -lo he pensado muchas veces-, porqué pocos años después César Moro escribe y firma “Lima, la horrible”. Lima en los años cuarenta era una ciudad bonita, ordenada, pequeña, manejable. ¿Por qué escribe Lima la horrible? Porque el tono moral de Lima era lo horrible, no la ciudad. Entonces, a lo mejor los artistas somos más sensibles a esas cosas, pero también digamos que recurrir a un homenaje, a una cita, es para relativizar, para ir más seguro, con cierto precedente.
7.- El imaginario de la ciudad aparece constantemente en tu obra, y también el tema de la superficialidad y la apariencia. O lo cotidiano y la migración, como por ejemplo en el poema “Nocturnos Senegaleses”. O la monotonía de la vida y la palabra, como retratos de lo cotidiano. En tu último libro Motivos fuera del tiempo: las ruinas (Pre-Textos, 2020), aparece la ciudad de Venecia, la belleza de su decadencia unida a las ruinas de un amor que ha partido, algo irrecuperable. Dices: “la ausencia: ese viejo / resquicio de melancolía” o “Quiero que el amor sea / de este mundo / y se quede”. Otro tema que presenta este libro es el de la memoria como fragilidad, es decir, la pérdida de la memoria cultural e individual, la pérdida de grandes amores, la ambigüedad del extranjero. ¿Cómo describirías este último libro y cuál es la reflexión que harías en torno a la evolución de tu proceso creativo?
-Yo creo que en cierto sentido Codex de los poderes y los encantos; Madrid, línea circular y Motivos fuera del tiempo: las ruinas, son aproximaciones a la disolución del paso de un siglo a otro, pero desde espacios distintos, concretos e imaginarios. La ciudad es lo que brinda un eje. En el caso de Codex de los poderes y los encantos es el contraste entre el primer y el tercer mundo, España y Perú, por decirlo así. En Madrid, línea circular es Madrid, la ciudad como una alegoría de toda España. Y en Motivos fuera del tiempo: las ruinas es la idea de Europa, definida desde la gran tradición cultural, la retahíla de nombres impresionantes que pasaron y quedaron fascinados por la belleza de Venecia. Y, luego, la disolución del efecto de la belleza al darte cuenta de que eso también obedece a intereses económicos y políticos. La belleza es una forma de control, desestabiliza, anestesia. Los venecianos eran grandes negociantes, grandes diplomáticos y grandes espías. A partir de eso establezco un paralelo con el presente y entonces la ambigüedad surge al no saber si entregarte a la belleza o denunciarla y resistirte. El contexto contemporáneo, geopolítico, sigue siendo parecido, con múltiples y renovados enfrentamientos. Por eso es que también hay una sección que tiene que ver con China y la ruta de la seda, por ejemplo. Y otra sección, el “Manifiesto inmaterialista”, que propone la reivindicación de la memoria y la imaginación individuales, porque en este momento, por la revolución tecnológica, estamos siendo colonizados por imágenes falsas, simulacros, que en el fondo son —en el mejor de los casos— como la belleza del Palacio Ducal de Venecia y, en el peor de los casos, como los espejos y baratijas con los que compraron Manhattan. O sea, esa ambivalencia es la que debemos definir nosotros. Y para eso tenemos el ejemplo de los grandes artistas y, en concreto, el de determinados artistas o escritores que trabajaron la memoria como una recuperación dolorosa pero necesaria: como en Hölderlin, Proust o Walter Benjamin. Tenemos que darle sentido a las ruinas de un proyecto cultural, de un proyecto vital y también a los amores perdidos; aunque eso para el mundo real, para el mundo contable, para el mundo económico, sea nada: la grandeza, entonces, no será ya solo la del poeta, sino estará en el reto de sentirse humano. Esto une los motivos de Byron, Pound, H. D o Brodsky con los de cualquier persona de buena fe. Recordando al Hölderlin final, el genio que desde la locura seguía escribiendo poemas bellísimos, fragmentados, de una modernidad en ese momento incomprensible, que socialmente eran nada. Por eso firmaba: “Humildemente, Scardanelli”. Ya no reconocía ni su propio nombre, ni el nombre que le habían dado, pero era generoso: el gesto más pleno de humanidad y de agradecimiento a la vida. Aunque la vida sea como es.
Portada de Motivos fuera del tiempo: las ruinas (Editorial Pre-Textos, 2020)
8.- En “La lira de las masas” continúas una investigación que ya habías abordado en “Mejorando lo presente, poesía española última”, investigación que empezaste en los muros de la Residencia de estudiantes de Madrid. Háblanos acerca de la tendencia pop tardoadolescente y sus repercusiones, teniendo en cuenta que una entrevista explicas que este fenómeno se ha dado en gran medida por la hegemonía cultural de EE.UU con su industria del entretenimiento. Y por último, ¿crees que en algún momento se agote esa representación simbólica que abunda en España por parte de este tipo de poetas?
-Lo que decía antes, Estados Unidos es un país inmenso, con distintas culturas, con distintos momentos. Lo que pasa es que Estados Unidos, desde mediados de los ochenta, por este afán económico derivado de haber ganado la Guerra Fría, traiciona sus propios ideales, destruyendo su clase media, en aras de un crecimiento económico desorbitado, global, para unos cuantos. Por eso han exportado lo más banal, lo más fácil, lo más anecdótico, lo peor, cuando tienen cosas maravillosas. Para ponerlo en un ejemplo: en Nueva York a Trump lo odian desde los camareros hasta los miembros del directorio del Museo Metropolitano de Nueva York, porque el neoyorquino tiene orgullo por su ciudad: el orgullo de la cultura que se ha gestado en esa ciudad desde la diversidad y la tolerancia, con una gran vitalidad. Trump es la total negación de eso, pero alguien eligió a Trump. La mayor parte del país no es como Nueva York y la parte interesante de Nueva York, la parte potente, la parte admirable de Nueva York o de la cultura estadounidense, en general, está oculta -sea en algunas otras pocas ciudades o en las universidades-, el caso es que no trascienden a la calle, a la granja o al rancho. Ese es el problema. Estados Unidos en los últimos treinta años está en una profunda crisis y ha arrastrado al resto del mundo. Ojalá que aquel proceso se revierta, pero los que lo tienen que hacer son precisamente las nuevas generaciones. Digamos que quienes tienen que acabar con la preponderancia de los influencers literarios y la poesía pop tardoadolescente son los propios poetas jóvenes: a ellos corresponde quitarle las máscaras y lograr seguir escribiendo buena poesía y después defenderla. Defenderla con todas las herramientas tecnológicas que ahora existen. Y eso puede suponer, en gran medida, asumir que el espacio de la poesía deba ser un espacio pequeño, especializado y muy digno. García Lorca no vende 70,000 mil ejemplares de poesía, Vallejo tampoco. Y uno de estos poetas jóvenes muy malos, hombre o mujer, con miles de seguidores en Instagram, puede vender eso. Si quieres escribir poesía tienes que aprender y dejarte emocionar por los grandes poetas, no fijarte en una lista de los más vendidos saturada por productos editoriales, diseñados en función de una representatividad generacional y de género. Los artistas tienen que superar esa tentación y ser, a la vez, más ambiciosos y modestos.
Martín Rodríguez-Gaona (al centro) presentando a las poetas Miriam Reyes y Carmen Jodra, entre otros, en la Residencia de Estudiantes.
SOBRE EL AUTOR
Martín Rodríguez-Gaona
Es poeta, ensayista y traductor. Entre sus poemarios estás Pista de baile (1997), Parque Infantil (Pre-Textos, 2005), Códex de los poderes y los encantos (2011) y Madrid, línea circular (2013, Premio Cáceres Patrimonio de la Humanidad). Sus ensayos Mejorando lo presente. Poesía española última: posmodernidad, humanismo y redes (2010) y La lira de las masas. Internet y la crisis de la ciudad letrada (2019, X Premio Málaga) son pioneros en el análisis de la poesía en su adaptación a la cultura digital. Su obra como traductor incluye libros de John Ashbery, John Giorno, Jack Spicer, Brian Dedora y Alice Notley. En la Residencia de Estudiantes organizó recitales y conferencias con poetas como Seamus Heaney, José Watanabe y Gonzalo Rojas, y editó libros de Olga Orozco, Blanca Varela, José Ángel Valente y Jaime Gil de Biedma, entre otro.