Literatura
Artículos Literarios/Poesía
Noviembre 2020
Seol o el destierro de la tumba que nos vió nacer al verde fango de la muerte.
Por Margarita Bustos C.
Estamos todos en el fondo de un infierno donde cada instante es un milagro.
(Emile Ciorán, filósofo)
Pensarnos y atisbar nuestro lugar en/con el mundo puede ser tanto el acto cotidiano de un instante o la obsesión que nos tomará toda la vida, una búsqueda que tras cada bocanada de aire consciente puede ser movida y modificada por las experiencias, lecturas y argumentos que se estructuren junto a otros/as y sus existencias, contrargumentos, temores. En el año 999 el ser humano miraba con miedo y obsesión su estar en el mundo, frente a la llegada del año 1000 se escribieron una serie de teorías vinculadas a la muerte, la noción de hombre como sujeto peregrino (de paso, el nacimiento a la verdadera vida en un supuesto Edén para los “salvos, fieles, vasallos, hombres de fe, etc.) En las postrimerías del año 2000 las preguntas sobre el fin del mundo se instalaron nuevamente con fuerza ante miradas apocalípticas, y otras de fe ciega en la tecnología y el capitalismo con su: venta y prolongación de la vida.
En Seol desde sus primeras páginas con el epígrafe del libro Job:
Como las aguas se van del mar, y el río se agota y se seca/
así el hombre yace y no vuelve a levantarse
Hasta que no haya cielo, no despertarán ni se levantarán de su sueño.
La muerte se presenta como certeza, habitar esta tierra se torna un viaje por un tiempo limitado, por un camino muchas veces polvoriento y seco, por desiertos de sal(muera). El poemario de Isabel Guerrero comienza con un poema sin título a modo de clave que no es parte del índice, donde se indica que el primer texto se titula: vuelvo a la mudez. Ahí nos dice:
“una bala impacta
alguien
muere
un poema vacío se derrite
en el rostro
para inmortalizar la soledad”.
La fundamentación de la vida, explicarnos e intentar comprender el viaje/vía por medio de la conciencia de la finitud, sin empantanarse en el dolor o la angustia, la hablante mira de frente, asumiendo ese dolor desde el momento del nacimiento. Asistimos al viaje de una sujeto que instala el llanto del nacer que en lugar de tornarse palabra, afirma se torna: olvido y silencio:
“(…) de esa pequeña
sólo recuerdo que era yo
descubriendo la humedad en la retina
que luego fue olvido
y silencio (…)”
Luego vemos que en la infancia la búsqueda del decir y decirse, la niñez mira de frente el espanto/vida:
“ni ser semilla ni ser planta
en el paraíso de las tormentas
la rabia quizás lo valga
por ser espejo que dice
no estoy aquí
no soy yo
no es verdad el acto de llorar
la vitalidad o negación
de la frontera que es mi cuerpo (…)”
Nos encontramos con una existencia personal en diálogo con sí misma, con el mundo, que luego se torna un espacio social oscuro y violento (como en los poemas de la segunda parte) Recordemos que el Seol en el antiguo testamento se refiere a menudo a éste como el reino de los muertos o el poder que configura la muerte. En la Biblia se describe como: oscuro, polvoriento y seco, silencioso. Me refiero a lo anterior porque el Seol que nos presenta la hablante lírica transita por los elementos de la tierra y el agua como lugares que habitamos no sólo en la dimensión sagrada del existir, o de la dimensión sagrada del ser humano en nuestra relación casi perdida (a la que alude por ejemplo Mircea Eliade) nos acerca a través de imágenes cuya verdad desgarra al leerla en los versos, porque alcanza la universalidad del miedo a la muerte y a nuestro lugar en el mundo, a mirarle sin temor a que estas certezas nos cieguen los ojos, porque quienes realmente nos desangran como a una gallina, o fracturan como el acto de romper un cascarón, son los propios “hombres”- esta bestialidad o especie humana- .
Como lo explica en su obra el filósofo del “pesimismo” Emile Ciorán, la presencia del mal en el mundo, que se remonta a los orígenes, nos revela que el mundo no ha podido ser creado por un dios generoso y bueno, sino por una divinidad maldita, por un aciago demiurgo. De nada sirve negarlo, pues todos nuestros sudores lo reclaman y todo cuanto existe lo postula, desde el momento en que en toda criatura gravita el peso de la procreación pero también el peso de la descomposición:
“la historia ha sido el epitafio
del cadáver
que nada en la tumba
desde tiempos remotos
eso no lo saben aquellos
que nacieron para ser devorados
por los infiernos (…)”
Y más que buscar una salida nos va mostrando los parajes en la tierra edénica que habitamos, que hemos ido degradando, en un diálogo de triada entre: el ser, la tierra bajo sus pies, sus ríos y cielos, y el lenguaje, uno que da cuenta de horror, pero que al parecer se torna inaudible, puesto que se degrada en el vuelo de un instante, como si no pudiésemos explicar con este la necesidad del cese, la necesidad de recuperar esta conciencia/pensamiento para habitar(nos) y no para continuar en esta sordera de muerte.
Por ejemplo en su poema Silala, la hablante nos dice:
“detuvo su caudal
la gran serpiente de agua
cuando los segundos
fueron testigos de la extracción mineral
se detuvo un instante entre las piedras
sobrecogida al viento que traía
ese aire de fantasma
de hambre
de bala (…)”
El movimiento como metáfora de la vida, potenciado por la portada y por el tiempo circular estructurado con maestría del primer poema fuera de la primera parte y el de la segunda con: desterrados de la tumba que nos vio nacer posa ante nosotros/as: la geografía de la conciencia en los elementos de la naturaleza, no idealizada, valorada como la invitación de vivirnos junto a ella, asumiendo que nuestra historia ha optado por la muerte y con ella el de nuestra lengua. La mudez ante el epitafio. Intersubjetividad, correlato con el momento actual.
El miedo ciega los ojos, por ello esta hablante prefiere ver, e invitarnos a percibir lo que anida bajo nuestros pies, aunque infernal sea.
Margarita Bustos Castillo (1980) Docente, poeta y gestora cultural. Ha participado en Encuentros literarios nacionales e internacionales en Perú, Argentina y Uruguay. Forma parte del Equipo Editorial de la Revista Mal de Ojo y del grupo organizador del Encuentro Poético Internacional Pájaros Errantes. Organizadora del encuentro Poético Musical: Colusión Poética y La Ciudad de las mujeres.
Isabel Guerrero (Rancagua, Chile – 1985)
Profesora de Castellano y Filosofía. Editora en Revista Mal de Ojo. Publica “Poemario Obstinado”, por Editorial E-Lit, 2013. La plaquette autoeditada “Anzuelo” 2015, “Trazos de una obra por hacer” en el 2017 y “Seol” en el 2020, ambas por editorial Conunhueno, Coeditó la Antología “Pachamar, por la unión de los Pueblos Latinoamericanos ”Junto al poeta César Hidalgo en 2018, bajo el sello de la misma editorial. Ha participado en Encuentros y Festivales Literarios en Chile, Colombia, Argentina, Bolivia, Perú, México y Cuba. Organiza, colabora y participa en instancias artísticas, políticas y sociales tanto en Santiago como en el extranjero. Sus textos han sido publicados en revistas y antologías nacionales e internacionales.