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agosto 2020
La voz de los libres:
la tensión entre representatividad e identidad en los conflictos sociales
por Daniela Pinto Meza
La escuela hizo posible el aprendizaje del himno nacional. Junto a mis compañeros, todos formados en filas, siguiendo la voz de algún profesor o profesora que contaba hasta cuatro para tomar distancia , ordenando y cantando la misma canción de todos los lunes a las 8:15 de la mañana. Aprendimos el himno de nuestro país. La mejor parte de la formación era el énfasis en la frase o la tumba será de los libres, o el asilo contra la opresión. En ese momento, no tenía sentido. Pero, claro, para nosotros, unos niños de 7 u 8 años no tuve por qué implicar un significado particular aquella línea. Nos reíamos, simplemente al oírnos gritar el ¡[…] de los libres!, para luego bajar la voz y murmurar el resto de la estrofa. Hoy, aún los niños y las niñas corean esa parte de igual manera. ¿Y qué ha cambiado, si han pasado décadas y la frase se mantiene con su entonación original? Pues todo. Ahora, la línea adquiere una significación insospechada. Una frase cuya potencia simbólica ha trascendido la voz para instalar en la conciencia de la sociedad chilena. Porque lo que estamos presenciando es la praxis del himno. ¡Eureka! Por fin el sentido de esta canción repetitiva se vuelve una realidad.Y esta idea de identidad mancillada que nunca comprende muy bien, pero que todos deseanban que memorizáramos, guardaba secretos insospechados: la importancia del recuerdo, el testimonio, la memoria se encuentra contenida en esa frase.
La tumba será de los libres o no será, no hay otra opción. En las calles, en las esquinas, sepulcro de hombres y mujeres luchando por décadas de opresión servicial, revestida de contractualismo capitalista, la línea se alza por entre los oídos de los silenciados para continuar con su despliegue histórico. Porque, ahora, ¿cómo es la categoría que los estudios y académicos buscarán crear del sujeto que ha emergido en estos días y que se ha manifestado espontáneamente? ¿Qué tenemos que hacer con el estudio de los discursos sin mesías , sin revolucionario , vocero del pueblo, que determina el camino por donde continuar la lucha?¿Es posible, alguna vez, pensar en una categorización de lo sucedido en esta última semana? Será un trabajo difícil para las Ciencias Sociales, las Humanidades o para toda la disciplina que desee ahondar en este fenómeno. Sin embargo, algo es seguro y no depende de los estudios, la teoría tiene fuera de esta partida: la sociedad chilena ha puesto en jaque la representatividad y se ha alzado revolucionaria. Todo un cuerpo desgastado por un sistema neoliberal que ha instalado, durante más de 30 años, el discurso de la desigualdad, de la burla, de la falsa analogía entre vocación y trabajo, de la miseria que implica la idea de esperar a que todo esté actualizado con el tiempo. Y, que ha utilizado vilmente utilizar la memoria del trauma que implica, para todo el pueblo chileno,el observar militares en las calles, tanquetas y armas. Sin embargo, a pesar de esto, el tiempodel cambio llegó. Este es el tiempo de la rebelión de las masas cuya existencia, en sí misma, tanto negaba Ortega y Gasset.
La sociedad ha puesto en jaque una autoridad imaginada, por lo mismo, el pueblo finalmente, se ha hecho del poder que siempre estuvo en sus manos.Esta bella masa social ha esperado muchos años para volver a rebelarse y lo ha hecho partiendo de un hitoespecífico : el alza del transporte. Sabemos que esto es la punta del iceberg. Pero, no solo es esto, también es la estructura socioeconómica y política que ha sostenido el país y que ninguna política partidista ha sido capaz de modificar libremente. Porque el pacto ya fue firmado y nos hemos visto envuelto en su juego. Es una Constitución desactualizada, añeja, anquilosada en una hegemonía castrense, es un sistema previsional desigual y usurero (pilar fundamental de la economía nacional y de mercado);es la salud pública que debe valerse de su ingenio para atender las solicitudes de los pacientes; es el salario mínimo que no alcanza para cubrir la canasta familiar (aunque algunos, como Joaquín Lavín, ya en el 2013, pensara que sí con solo $ 2.000 diarios); es la educación, aspecto que más me conmueve, que no logra desplegar todas las potencialidades de los estudiantes y de los docentes, de sus directivos, por carecer de todo, desde materiales hasta motivación, pero que, aun así, sigue en pie, en las trincheras, en la guerra de los lápices.Finalmente, es la estructura socioeconómica instaurada por los gobiernos de turno, expresada en su inequidad, desigualdad y oportunismo político que ha dañado las fibras de este cuerpo que necesita respirar y que no reconoce más autoridad que la provista por sus bases.
Corolario de lo anterior es el lenguaje utilizado por la élite política, puesto que crea realidades y lo que han hecho del peor modo posible: a través de la broma y la indiferencia ante la coyuntura nacional. Las redes sociales han hecho lo propio y han difundido rápidamente, de modo simultáneo, y hacia todas las direcciones, las frases suculentas y acéfalas de nuestra clase ya no dirigente. Así, el hacer bingos para financiar reparaciones en liceos y escuelas del país, dirigirse al consultorio para reunirse con otras personas, hacer vida social y pasarlo muy bien esperando por un tratamiento ambulatorio o fármacos que no se pueden costear, rezar para solucionar los problemas comerciales , levantarnos antes de las 7de la mañana para lograr una rebaja en la tarifa del transporte y, la del oro olímpico: Chile podría verso impedido de jugar una Copa América, porque va a exceder las horas que están plantando, emitido por Nicolás Monckeberg; han generado la molestia, la vergüenza y ampliado el descontento social.
No es la forma , gritan algunas declaraciones, pero el problema no es la forma, es el contenido. El modus operandidel país ha sido ordenado. Se han efectuado marchas multitudinarias para protestar contra abusos emanados desde el gobierno, se han creado espacios de reflexión y de carnaval. ¿Y qué cambiaron? Nada Ahora ¿ha existido en la historia de Chile algún cambio estructural que beneficie a la sociedad y que haya tenido con el diálogo abierto, en primera instancia? No. El momento del carnaval occidental ha pasado. Es el instante del cacerolazo, de las marchas, de la paralización de actividades, de las huelgas. Pero, también debe ser el tiempo de la unidad social, de la comunidad, del respeto, del diálogo y del petitorio que logre hacernos volver a nuestro templo habitual. Porque querámoslo o no, somos constitucionalistas, deseamos una democracia –no de y para un claustro, sino para nuestra sociedad–, y no estamos en guerra,
El conflicto por el uso o no uso de la violencia es un debate muy antiguo, aunque consustancial a nuestra naturaleza social. ¿Acaso estoy justificando la violencia? La violencia siempre es justificable, como bien analizaba Hanna Arendt. El problema es la legitimidad de su ejercicio. Es aquí donde deben detenerse las miradas y las reflexiones. ¿Quién legitima la acción violenta? ¿Por qué se debe legitimar? En fin, lo cierto es que la violencia cumple ciclos. Crece como una ola gigante y luego se despliega y no cesa hasta la destrucción o una paz consensuada. Así, tal como una serpiente infinita, la violencia nos envuelve y absorbe rápidamente. Por esto, es menester seguir vigilantes. Atendiendo a cualquier provocación. Vislumbrando los caminos del diálogo.
Finalmente, las instituciones sociales nos han transmitido simbolismos que están siendo reconstruidos. Hemos aprendido de un himno nacional que la libertad es el motor del pueblo chileno. Y, aunque en la actualidad se ha visto amenazada por los distintos poderes del Estado, esta libertad sigue expresándose. Viva, ferviente. Por último, la violencia estructural ha estado desde siempre instalada en nuestro acontecer histórico solo que, natural y espontáneamente, ha provocado el giro pragmático que su dialéctica, en la praxis, permite: la rebelión de las masas.
SOBRE LA AUTORA
Daniela Pinto Meza es Doctora en Literatura Hispanoamericana Contemporánea por la Universidad de Playa Ancha; Magíster en Filosofía Política, Licenciada y Profesora de Filosofía por la Universidad de Santiago de Chile. Entre sus publicaciones se destacan los ensayos académicos Palabra y pensamiento: diálogos entre literatura y filosofía (Cinosargo, 2014) y Amor y política en Agustín de Hipona: una visión crítica (RiL editores, 2018). Algunos de sus relatos han sido incluidos en la antología de cuentos Tríplice: escrituras fronterizas contemporáneas (Cinosargo, 2017) y en el fanzine Letras Públicas (2016). En el año 2018 publicó la plaquette Recados. De su labor como editora, destacados los textos Entrelíneas (2015), Escritura pingüina (2016), y La comunidad de la letra (2017), que fueron parte de distintos proyectos de creación narrativa con vecinos, vecinas y estudiantes de Placilla y Valparaíso.