Literatura
Reseña literaria
agosto 2024
Reseña literaria: la magia escondida en las palabras
por Guido Schiappacasse
La vida a veces parece como el movimiento circular de un monótono molino, nada pasa en ella que valga la pena recordar; la lucha por el diario subsistir es siempre igual, dura, brutal, cruel y repetitiva, como si estuviésemos atrapados en las fauces lúgubres de un voraz lobo y sus colmillos nos quisiesen devorar, masticándonos una y otra vez, como la vida misma lo hará si se lo permitimos. Pareciese ser que simplemente hemos sido arrojados a la existencia y no somos más que seres condenados a movernos siempre de la misma forma, como un miserable gusano que pulula en el fango hasta que nuestras fuerzas se agoten.
¿Será por ello que para poder seguir necesitamos, de cuando en vez, de una pizca de magia que se entremezcle con nuestra dura realidad? Pero, ¿adónde encontraremos aquella pócima? ¿Al final del arcoíris, después de un diluvio cuando las aguas se plazcan en retirarse o en algún edén perdido a causa de la desobediencia? Tan lejos no tendremos que aventurarnos, tal vez, solamente basta con que en un día de descanso nos levantemos con el cantar del gallo, antes que revoloteen los hijos, antes que la tetera pitee anunciando la hora del desayuno; y a este madrugar le agreguemos valentía porque nos atrevimos a sentarnos en compañía solo de nosotros mismos, limpiando nuestras gafas, abriendo un legajo; y sin más empezando a leer una historia, un relato o un cuento. Así, por más sorpresa que nos embargue, descubriremos mundos hechos de palabras que nos susurran sobre seres de encantamiento que aliviarán nuestro pesar, para así dejar de subsistir y empezar a vivir de verdad, con ánimo y esperanza, alejando de nosotros la neurosis existencial que infecta nuestro mundo posmoderno.
¡Sí!, estimados lectores, creo que vuestra suposición es correcta, hoy día nos abocaremos a escribir sobre los cuentos de hadas, mágicos o también conocidos como relatos maravillosos. Al respecto, un cuento de hadas es una narración ficticia que contiene personajes fantásticos (hadas, duendes, elfos, brujas, demonios, sirenas, gigantes, gnomos, animales parlanchines), así como encantamientos y conjuros. Sus personajes son arquetípicos1y dentro de la historia se esconden cánones de conducta a valorar, enseñar y seguir.
Sin más demora, aparto la silla y me levanto del comedor en donde escribo para ustedes… ¡Sí!, ¡ya sé!, pronto estará lista la segunda pieza de mi departamento, la cual se transformará en mi oficina, así mi ánima no me llamará más la atención porque siempre tengo el comedor y el living bañados en papeles con trazos y palabras de alguien como yo, un médico oncólogo atípico que ahora quiere ser escritor. ¡Y lo seré!, siempre que cuente con vuestra gentileza y beneplácito.
Pero no se distraigan con banalidades, mejor acompáñenme a ese estante que está en la segunda habitación y busquemos bien… ¿Lo ven?, aquí reposa «Los mejores cuentos de Robert L. Stevenson» 2.
Este escritor nacido en Edimburgo, Escocia, en 1.850, tuvo una vida corta, pero de creación literaria prolífera, siendo el autor de la famosísima novela «La isla del tesoro», relato de aventura que conjura un misterioso mapa del tesoro, piratas tan violentos como codiciosos, un loro parlanchín, patas de palo que sustituyen extremidades de carne y sangre, así como mares embravecidos e islas paradisíacas. También es autor de la aclamada novela «El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde», obra maestra del terror psicológico que narra la personalidad del protagonista patológicamente escindida. Pero no contento con ello, nuestro autor se dio maña para escribir numerosas crónicas de viajes, ficciones históricas, cuentos, obras de teatro, poesías, cartas y ensayos.
Ahora bien, su infancia estuvo marcada por las infecciones respiratorias y poco asistió a la escuela, instruyéndose en su hogar donde fue muy influenciado en su tierna infancia por las historias truculentas y el calvinismo austero que pregonaba Cummy, su niñera. Y así, su mente infantil impresionable lo llevó a divertirse escribiendo historias pese a su corta edad, siendo en esto apoyado por su padre, el cual también deseó abrazar la palabra escrita, pero dejó esta afición por orden de su progenitor. Luego, Robert Stevenson en su juventud, en la universidad de Edimburgo, primero estudió Ingeniería Náutica y luego Derecho, pero finalmente se decantó por su amor a las letras. Más tarde, la tuberculosis lo llevó a buscar climas más benéficos, dejando de lado el aire frío y húmedo de Britania y dirigiéndose a la Riviera francesa, donde es influenciado por los escritos de autores de la talla de Víctor Hugo, Montaigne y Balzac. Un tiempo después se empecina con Fanny Osbourne, una norteamericana con hijos, separada y mayor que él, siguiéndola hasta California en los Estados Unidos de América y casándose finalmente con ella. Más pronto que tarde, nuevamente en busca de mejores aires para su enfermedad respiratoria, recala con su mujer en Samoa, islas del Pacífico Sur. Aquí será conocido por los aborígenes como tusitala, el que cuenta historias. Finalmente, fallece en estas islas a los cuarenta y cuatro años de vida a causa de su afición a la bebida y de una hemorragia cerebral.
Sin duda, una existencia pletórica de viajes y aventuras que supo plasmar en sus narraciones, como asimismo un devenir encadenado a una salud deteriorada que tuvo que superar para escribir con tamaña calidad y en la cantidad en que lo hizo. Hoy día son considerados muchos de sus relatos cortos de una creatividad genial como lo son «El ladrón de cadáveres», «La isla de las voces», «Janet la contrahecha», «La puerta del señor Malétroit» y «El barco que se hunde». Sin embargo, hoy les recomiendo, quizá solo a razón de que una hoja tiene un espacio finito para albergar palabras, «El diablo en la botella»3, un cuento mágico de gran originalidad, detalles puestos con cortesía británica y desenlace que nos habla de las virtudes de la generosidad y del amor.
Así, «El diablo en la botella» es un cuento de hadas que incorpora dentro de una historia humana, con acertado realismo mágico, la presencia de un pequeño demonio que vive dentro de una misteriosa botella de cuerpo redondo y largo cuello, hecha de cristal albo como la leche y vetas tornasoladas. El hogar de este diablillo es indestructible, la botella no se rompe, aunque se tire con violencia al suelo, porque el cristal que la constituye fue pasado por el fuego del Infierno. Se dice que Lucifer la trajo a la tierra y el primer hombre que la compró fue el preste Juan, gobernante cristiano en el Lejano Oriente según la tradición del Medioevo, en un valor equivalente a millones de dólares americanos de hoy en día. También se narra que todo el que posea este artilugio puede pedirle a la sombra encerrada en ella lo que quiera, amor, fama, dinero; y aquello se le concederá. Pero si este envase le pertenece a este desafortunado al momento que llegue su hora, su alma inmortal se condenará. Para evitar aquello, el infeliz poseedor de la botella debe venderla en monedas de cuño legal a un valor más bajo que el monto en que la compró, de otra forma, la botella, el «cachudo» encerrado en ella y la condenación eterna, vuelven al infeliz vendedor.
Keawe, cansado ya de vivir en las islas de Hawái como ha ocurrido toda su vida, decide conocer el mundo y se embarca rumbo a San Francisco, en los Estados Unidos de América. En dicho lugar recorre la avenida de las mansiones y allí conoce al dueño de un acogedor palacete. El poseedor de esta casa desea vender y por eso no deja de suspirar. Pero no es la mansión la que está en venta, sino que la bendita botella con su sombra demoníaca habitando en su interior. Finalmente, Keawe, tras oír todo lo que debiese conocer del envase, lo compra en cincuenta dólares americanos y le solicita al diablillo que le done una hermosa mansión en su nativo Hawái. Devuelta en un barco a vapor de San Francisco a su hogar, le narra a su amigo Lopaka los misterios de lo que le ha acontecido. Este último le da su palabra que le comprará la botella en un valor menor de cincuenta dólares si Keawe obtiene su casa soñada, aunque esto signifique carbonizarse en las llamas del Averno. Al llegar al archipiélago, Keawe recibe la noticia de la muerte de su tío y que ha heredado un terreno en la isla de Kona más una fortuna que es exactamente la misma que le pide el arquitecto por construirle y amoblarle su palacio. Así, Keawe obtuvo su Ka-Hale Nui (Casa Grande) en la ladera de la montaña que besa al mar de nubes y que es rodeada de acantilados de negra roca volcánica. Así, Lopaka se convence y le compra la botella de acuerdo al compromiso asumido, pese a que lo atemoriza rostizarse en las llamas eternas. Y Keawe fue feliz en su palacete que cada vez más brillaba con el iluminar del sol, gracias al prolijo aseo del mayordomo chino que contrató. Y por añadidura, quizá por gracia, también conoció a la joven y bella Kokua, de la que perdidamente se enamoró. Pero cuando es mucha la dicha, temed a las alas de la oscuridad; porque Keawe se descubrió un manchón en la piel, había contraído la lepra. Entonces, como mucho era su amor por Kokua, decidió ir detrás de la botella y comprarla para lograr nuevamente la salud, así su felicidad con Kokua sería completa. Finalmente, pudo ubicar este extraño objeto en Honolulú, pero el dueño actual de la botella la había comprado en dos centavos americanos. Por ende, de adquirir el artefacto el enamorado Keawe, lo compraría en solo un centavo y no podría venderlo a un precio menor, mal negocio haría, la condenación eterna sería su final. Sin embargo, Keawe, con ánimos de pedirle al demonio que lo limpiara de la lepra y así poder ser feliz con Kokua, simplemente compró este objeto único en un centavo. Y la lepra abandonó a Keawe y contrajo nupcias con Kokua, pero no pudo ser completamente dichoso porque lo atormentaba la condenación eterna de su alma. Más no pudo y le contó todo a su mujer; y siendo esta de gran valía, lo animó y se lo llevó a Tahití, donde ella sabía que existen los céntimos franceses que son de menor valor que el centavo americano. Pero, como no pudieron conseguir que alguien adquiriese la botella, Kokua, usando un ardid y sin el conocimiento de su marido, hace que un viejo extranjero le compre a Keawe la botella en cuatro céntimos y esta, en alas del sincero amor, luego adquiere la maldición de manos del anciano en tres céntimos; todo sea por salvar a Keawe, incluso arriesgando aquella doncella su propio espíritu. Cuando Keawe descubre la artimaña, hace que un contramaestre le compre a Kokua la botella en dos céntimos, pero al momento de hacer la compraventa en un céntimo francés, el contramaestre se niega a entregar el envase a Keawe, porque quiere disfrutar de los regalos que le solicitará al demonio; además, ha sido violento, ocioso, bebedor y bandolero en su vida, así que la salvación no está de todas formas a su alcance… Y así fue como la botella y su demonio se alejaron por siempre de la vida de los cónyuges, los cuales viven hasta hoy muy felices en la Casa Grande.
Una excelente narración, muy original, cautivante desde su primer momento; y con detalles y descripciones utilizados con mesura y que contribuyen a introducirnos en la atmósfera de las islas del Pacífico.
También destaca la maestría del autor en la utilización de la figura arquetípica del demonio, esta vez encerrado en una botella, imagen primordial y mitológica del mal personificado y que está presente en el origen de antiguas y variopintas civilizaciones.
Finalmente, descubriremos que este relato esconde virtudes universales y aplicables en todas las épocas, valores que se echan de menos en la Era Posmoderna, tal como la honradez en el trato y compraventa de mercancías, dado que en todo este cuento ningún vendedor duda en dar una completa explicación sobre los pro y contras de poseer esta enigmática botella. También esta narración ensalza el valor de la palabra empeñada, como es el caso de Lopaka, el que le compra la botella a su amigo siguiendo el compromiso asumido y pese al horror que le produce sentir el chamusque de su carne y de su alma en el Infierno. Finalmente, ¿qué podemos agregar al tópico del sincero amor?, del cual se dice que está dispuesto incluso a sacrificarse con tal de que el otro sea bienaventurado, como lo es el caso de Keawe y Kokua.
Muy bien, nada más me cabe que recomendarles esta genial ficción donde un ser demoníaco habita en una botella de albo cristal y la magia del altruismo, la dadivosidad y el verdadero amor, una vez más se esconden bajo el tapete de las letras que cubren las hojas de un libro, esperando a ser descubiertas por enésima vez…
- Arquetipo: patrón ejemplar del cual se derivan otros objetos, ideas o conceptos.
- Los mejores cuentos de Robert L. Stevenson: selección de cuentos del autor Robert Stevenson. Este libro es parte de la colección «Pequeñas obras maestras» de Mestas Ediciones, S.L., Madrid, España, junio del año 2.017.
- El diablo en la botella: cuento mágico de Robert Stevenson y parte de la selección de los mejores cuentos de este autor.