Literatura
Narrativa
abril 2024
CAINVS POLLICVLVS
por Cœmgenvs Rysscandvs
Quieto, Pulgarcito, yacía en su lecho, durmiendo acurrucado mientras roncaba, acurrucándose roncando mientras dormía.
Lupu lupu lupu lupu lupu lupu lupu lupu lupu
Encaramábase el astro rey hacia la cima de el firmamento, dejando ya sus garbos rubicundos para ponerse los albos, y Pulgarcito seguía durmiendo; podría decirse que dormir era su actividad preferida; sería un error: necesítase, para preferir, estar despierto, y elegir una cosa de entre múltiples: Pulgarcito solo dormía.
Ignoro cómo es que los viejos logran levantarse tan temprano todos y cada uno de los días, de mañana, de madrugada —por qué no ya de noche?—; los infantes duermen veintitrés horas por día; los ancianos: una; en tanto que va uno creciendo, va uno durmiendo menos hasta entrar a el perpetuo sueño.
Estoy en esa edad en la que mi cuerpo requiere nueve horas de sueño; cuando tenía yo nueve años de edad, estaba en esa edad en la que quería hacer más cosas de lo que quería yo ser; hoy, nadie soy, y menos quiero hacer.
Siéntome más vivido de lo que he vivido; los más jóvenes, hoy, creen vivir malviviendo; experimentan sin llegar a ser peritos; prueban todo sin saber, y tragan sin degustar; todo mascan y roen sin digerir; sin miramiento, todo miran sin ver; todo ojean sin observar; fatigado estoy sin haberme trabajado.
Viendo Sofía, su madre, que Pulgarcito no acordábase por sí, decidió sacarlo de su sopor; zarandeolo con firmeza, y con ternura susurrole: «tú».
Despabilose con violencia Pulgarcito, de profundo sueño arrebatado, por la claridad de la súbita vigilia obfuscado; tanto así que de ligerilla a pesadilla pareciole haber pasado.
Tut tut tut tut tut tut tut tut tut
Viendo Sofía, su madre, que Pulgarcito estaba en confusión, decidió sacarlo de su estupefacción; zascandileolo, y oscilar de un lado a otro hízolo hasta que Pulgarcito reconociola.
—Eso.
Desamodorrose Pulgarcito, su compostura recuperando.
Soe soe soe soe soe soe soe soe soe
Irse uno a dormir es un engorro; dormir: un placer; despertarse es una agonía; estar despierto: un pasatiempo.
A explorar salió, Pulgarcito, las periferias de el jardín, cuando Sofía, su madre, encomendole que recogiera las recién trilladas mieses; siguiendo a las abejas que divertíanlo, Pulgarcito no cesaba de distraerse con las flores que por todo el pensil brotaban, en especial con los narcisos: de la tierra pulcros principitos.
Revigorízame este suelo; melancolízame este cielo: señálanme aquí mi fin estos parajes alteños.
Perambulando, Pulgarcito, desviándose fue en espiral centrífugo, hasta que, cuando las palabras de Sofía, su madre, en su oreja resonaron, hallábase perdido.
Vigencia limitada tiene la alegría de vivir; fecha de expiración incognoscible que no conócese ni cuando ha pasado; cuando hasla perdido, el resto de tu vida pásasla buscándola en otros, de algún modo, u otro.
Quienes tiénense por felices, no son alegres, sino contentos, y nada satisfáceles; quienes son alegres, con nada conténtanse: solo todo satisfáceles; la felicidad es la ilusión de quien ha sido vencido por el mundo; la esperanza de lograrla: la delusión de quien ha sido vencido por la felicidad.
Dice el vulgo que «no hay que perder la esperanza»; digo que, quien tiene esperanza, ya está perdido.
Estoy en esa edad en la que los mayores llámanme «joven», mis congéneres «wey», los menores «señor»: hacia el término de el verano de la vida, viejoven soy; cuando transpasa uno el umbral de los treintas, todo residuo de ansiedad adolescente disípase; si los dieces fueron borrasca, y borrón los veintes, los treintas: brisa; no sin razón Jesucristo, nuestro Señor, comenzó su ministerio a las tres décadas de haber nacido; no turban ya, ni perturban, los vulturnos alientos; afana el austro ahora, con sus anhelos, los últimos fogones de este cuerpo.
Estaba ya, la lumbrera de el día, para hundirse más allá de el horizonte, y no recordaba, Pulgarcito, lo que olvidado había: retornar no pudo a casa.
No hállola ni en los jóvenes de hoy; de el mundo fatigados ya en sus dieces; de adultez prematura padecientes; exhausto: para cuándo morir? qué es ser adulto si no estar adulterado?
Creo reconocerla, a veces, en un gesto, una mirada; en una casual bizarría; seguirla pretendo, prendado; perseguirla intento, punzado; desde lejos luego advierto, mirándola congeniar entre sus pares, que no tengo ya nada en común con ellos; sonme ajenos: ahora su mundo es.
Dice el vulgo que «a veces, solo tiene uno que descansar», que «el mundo puede esperar»; digo que, si el mundo pudiera esperar, no estuviera yo cansado.
Fue tu error serte de el mundo, en vez de en él estarte.
Creció, Pulgarcito, en poder, en porte —perdido hallose—, y, con ello, su desmemoria, y su noción de haber olvidado algo importante; ya no escuchó más la voz de Sofía, su madre, y el rostro de ella era un tizón.
—No olvídeslo; recuérdalo!