Literatura
Narrativa
enero 2023
Hoja de ruta, por Sofía Troncoso
Como un choque, ella espera el impacto. Como una niña, ella espera el griterío. Como un corazón, espera ser roto. Y tal como una caída, ella espera el golpe inminente. Cuando solo quedan migajas, ella repite el mismo movimiento con su mano, vez tras vez, en el mismo papel sobre el mantel de la mesa. Está esperando que el trazo desgarre al papel.
Niega todos mis intentos de darle hojas limpias o sueltas, de lápices negros o rojos, de apagar la luz, devolverla a la cama, hacerle cariño en el pelo. Niega todos mis intentos de ternura. Solo quiere el mismo lápiz azul para ensayar su firma. Esta vez sí, le digo. Pero ella espera el impacto, espera el griterío, espera la rotura, espera el golpe. Esta vez sí te la darán, le digo, pero no me escucha. Esta vez sí, le digo, como también me digo a mí misma. Ensaya su firma como una danza grotesca, no deja que nadie la vea, pero cada trazo es más rígido que el anterior. La tinta se desangra sobre el papel y sobre su cuerpo delgado, suave y liso, al punto de ser imposible de determinar si la guerra que vivió sucedió sobre su piel o no. Ese mismo cuerpo se desliza por el asiento. Me siento cerca de ella, pero no demasiado cerca, para no asustarla.
Cuando se despierta, me pregunta dónde está. Mi respuesta parece contundente: solloza un poco, se afirma de la mesa y vuelve a retratar su firma. Tiene ciertos sueños donde tiene que volver, y los sueños vuelven hacia ella, también. En estos sueños se llena el suelo de vidrio, se agujerea el techo, se oyen balas, y lo sé, porque la siento despertar agitada preguntándome si también oí eso. No oí nada, le decía al principio, no oigo nada, no oí nada. Pero la rutina se volvió insoportable, y ahora no le decía nada más que: ya se fueron. Vuelve a escribir su firma porque se la pedirán para la residencia definitiva, para el papeleo corto e infame frente a esa línea tan larga que se arma frente a la embajada. No entiendo de esas cosas. Entiendo el amor, entiendo las fronteras que se desarman cuando su voz se afloja y deja entrever la calidez, entiendo el hogar que armamos entre ambas, entiendo el espacio entre sus labios cuando titubea entre una jerga y otra, entiendo que no entiendo todo lo que debería entender. Entiendo que teme, que tiene un espacio, y que ese espacio se le puede arrebatar en cualquier minuto de nuestras vidas.
Me repite que las filas, que son eternas, que son imposibles de mantenerse formadas, que son un calvario. Lo sé, ya fui contigo, lo sé, le digo sin ánimos de calmarla. Le trato de dar un beso, o mejor dicho, un roce de mis labios contra su frente, porque el tiempo es escaso y ella debe firmar hasta que su muñeca se atonte. Me repite que las filas esto, que las filas lo otro, que solo es una foto y una firma, que solo es una foto y una firma, que pueden devolverla en un santiamén a ella, que nadie le puede asegurar que podrá devolverse a mí. Lo sé, lo sé, le repito con la angustia que lleva su cuerpo, ahora en el mío. Mientras más se acerca, más temo por ella, y más temo por mi retirada de la narrativa romántica mutua. Se instala la narrativa migratoria, la narrativa del miedo, la narrativa de la soledad de los viajantes. La rutina es el verdadero calvario. Ya vas mañana, ¿quieres que te acompañe? pregunto, y aunque sabe que no puedo, y yo sé que no puedo, la pregunta se instala igualmente entre nosotras. Nuestros cuerpos despojados del amor y reemplazados con filas que se arman por cuadras enteras. Te espero mañana cuando vuelvas con pancito, calentito, le digo, y espero volver a usar la mesa como mesa, de una vez por todas. Vale, me dice, como una voz escurridiza que aparece entre los cristales rotos, los agujeros en el techo, que aplaca a la bala.
Como un choque, ella espera el impacto. Como una niña, ella espera el griterío. Como un corazón, espera ser roto. Y tal como una caída, ella espera el golpe inminente. Yo espero su retorno el día siguiente, como ella espera el mío, como yo siempre espero el suyo, para que nunca tenga que volver a irse, para que siempre pueda quedarse, y podamos discutir las nacionalidades de nuestros perros y los nombres de los aliños. Pero ella espera el impacto, espera el griterío, espera la rotura, espera el golpe. La conversación casual se diluye en las diligencias. Como me relata, no esperaba el timbre, el flash, la voz comandante, la agilidad. Cuando me va contando, su voz se torna menos agrietada, y encuentra ruta hacia mis oídos.
Me abraza, y mi ropa se tiñe de tinta. Son todas las hojas de ruta, todos los planes de escape, todos los caminos de vuelta a nuestra casa. Me impregno de todas sus formas de retirada. Me quedo con todo su ingenio que no necesitará usar. Las manos están embadurnadas, y corre la tinta por nosotras, azul, por las piernas, el regazo, el abdomen teñido sobre mi polera blanca, los jeans a goterones, corre todo como una plegaria hecha mil vez en la hoja de su firma que se asoma por su bolsillo trasero del pantalón. Su cuerpo sí vivió la guerra, porque impregnó el sonido de las balas en la mía, pero mi cuerpo le devolvió lo llano y suave, un territorio donde quedarse, donde la ternura rebalsa. Mi cuerpo también es una hoja de ruta de vuelta. Los territorios de la piel vuelven a ser el lugar de encuentro, y yo no entiendo, pero lo llevo conmigo, como ella lleva su hoja en los bolsillos y entre las sábanas. La esconde bajo la almohada, como una promesa ante el peligro, y tiñe toda la cama donde dormimos, hasta que las sábanas se tornan azul color pasaporte, y la reminiscencia de la hoja llena de ideas de retorno queda en un dulce olvido.
Me quedo, ahora sí, demasiado cerca. Arma nuevas rutas con sus dedos sobre mis muslos, jugando con la basta de la falda, desconociendo fronteras y olvidando su firma para aprender a hacer de la suavidad su práctica mejor lograda.
Sofía Troncoso (Santiago, 1997). Creció en la ciudad de Antofagasta. Estudió Licenciatura en Artes y Humanidades en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Desde niña presentó intereses en la narración, comunicación y en variadas expresiones artísticas. Actualmente está trabajando en diversos proyectos de escritura y el lanzamiento de su primera novela.