Literatura
Poesía
mayo 2022
Poemas de Mónica Zepeda
MÓNICA ZEPEDA (San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, 1987). Licenciada en Literatura y Creación Literaria por el Centro de Cultura Casa Lamm. Es autora de Si miento sobre el abismo (2014) y Las arrugas de mi infancia (Coneculta Chiapas, 2020). Su obra ha sido incluida en Universo Poético de Chiapas: itinerario del siglo XX (Coneculta Chiapas, 2017); Poetas en el Cosmovitral (H. Ayuntamiento de Toluca, 2018), Grito de Mujer–Chiapas 2018 (Biblioteca de las Grandes Naciones, País Vasco, 2018); La piedra del fuego, Antología de poetas chiapanecos (Editorial Cultura, Guatemala, 2019). Poemas suyos también han sido publicados en diversos medios impresos y electrónicos de México, España, Honduras, Guatemala, Perú, Bolivia y Chile.
EL SILENCIO CLAMA SU DESTITUCIÓN
La impoluta conciencia reivindica mi mancha,
las pleamares del Cantábrico se inventan mis sales,
los histriones me exhortan a instaurarme en su máscara,
los nigromantes ya anticipan mi mayor desobediencia,
mis armaduras de combate son la ignorancia y la rendición.
Ojalá no hubiera sembrado un árbol con todo y mis raíces.
ADVENIMIENTO
Era el advenimiento de la mano
permitirse acariciar por otoños amputados,
volver sumiso al vendaval
y en un ánimo estrujarlo.
Segar, plausible, el sol,
ilusorios siglos ya trazados.
No era armarse de estertor
tras caminar confiado hasta el armario.
Ni un estruendo de vísceras y plomo,
ni un pretérito de párpados.
HUELLA DE IMPERMANENCIA
Desde la muerte encuentro en ti,
la vida que juré perdida,
la vida, en mis hallazgos, extravío,
la vida transgresora, sin angustia renacida.
En cuyos huesos mi memoria aguarda
encaminar el cuerpo a la caricia,
herencia de una sombra pulcra al día,
volver a transformarse en otra herencia.
Así mi voz, queriendo simular tus pasos
aún desiertos, pronunció, aun de ciertos
atajos y sepulcros, no sé si cerrados,
espejos con un horizonte abierto.
Para que yo te mirase y de ti bebiera
la vida que juré perdida,
la vida, entre mis manos, cáliz,
la vida sólo tuya, sin embargo nuestra.
¿Son suyos el cuerpo y la sed?
¿Su rostro de rostro inacabado?
El látigo sediento de mi espalda
ya no sabe a flagelo en cada trago.
Desde el diafragma ladra el viento
al mar que escapa espuma de entre sueños
y huye por tejados como un gato,
y por paisajes también huye como un sol.
Mas sigue aquí vehemente y reiterada
la vida que juré perdida,
la vida, de impermanencia, huella,
la vida sólo tuya, sin embargo nuestra