Cine / Arte
Reseña
septiembre, 2021
La Casa Lobo: la vida de las cosas
por Pablo Molina Guerrero
La diferencia entre técnica y magia es desde luego una variable histórica.
Walter Benjamin
La Casa Lobo (2018) no es un filme, es una experiencia. La animación de por sí lo es, sobre todo cuando está vinculada a la artesanía más que al cálculo lógico de los cómputos y vectores. Cristóbal León y Joaquín Cociña vienen a expandir el universo de los materiales que cobran vida, tras obras como Lucía (2007) y Luis (2008), ambas codirigidas con Niles Atallah, o las esculturas vivientes en Los Andes (2013). Los universos corporales a los que León y Cociña nos invitan a entrar, son espacios formados con pintura barata, masking tape y cinta transparente, los cuales surgen y emergen desde las paredes para establecer la mezcla de los elementos, difuminando los límites del espacio, simulando un movimiento constante.
El filme posee una arquitectura basada en el flujo de los materiales. Son las mismas cosas las que crean imágenes dentro de imágenes, reformulando el escenario y a sus personajes, convirtiendo a esta casa en un ser bestial que respira de formas siempre cambiantes. Este movimiento no sólo es aportado por las cosas animadas, sino que a la vez, la cámara se mueve constantemente, según los autores, pateando el trípode un poco tras cada imagen. Este fluir del todo con el todo les permite generar falsas continuidades simulando un plano secuencia cuya duración es el filme en sí. Esta decisión autoral es irónica ya que en la animación el plano secuencia es imposible, debido a que su construcción de imagen fija, espaciada por tiempo e intervención, para luego ser seguida de otra imagen fija, la hace aún más ficticia que el plano secuencia de acción humana.
Tras ver el filme, uno se pregunta si es que el argumento es realmente necesario para seguir la experiencia de la animación o si es que sólo debemos maravillarnos con la magia de la técnica y sus posibilidades. Desde que ambos artistas visuales y directores empezaron este proyecto –hace ya varios años atrás–, indicaron mediante diversas entrevistas que la historia original había ido mutando constantemente y que incluso dudaban de si cuajaría al final. No cabe duda que la “historia” detrás de La Casa Lobo es delicada, desde un refrito de cuentos clásicos a medio camino de Pedro y el lobo o Hansel y Gretel, a un nexo con la germanidad latente de esos cuentos y del contexto chileno representado por la Colonia Dignidad de Paul Schäfer, una suerte de secta que durante décadas fue una ensoñación del campesino alemán, para luego revelar su real rostro de pesadilla megalomaníaca y pederasta. Todo lo cual se soluciona magistralmente en la introducción, donde se establece que se trata de una película encontrada y restaurada –a modo de adoctrinamiento– encargada por la Colonia.
Por otro lado, La Casa Lobo ha quedado como una muy interesante práctica de unión entre artes visuales y cine. En el contexto de exposiciones que realizaron durante años, León y Cociña negociaron con museos y espacios culturales de Chile y el extranjero para crear su estudio de animación al interior de estas instituciones. Llegando a convertir el desarrollo del filme en el centro neurálgico de las mismas exposiciones. En esos lugares se podían observar los avances de la animación en algunas pantallas, mientras que los autores animando se convertían en otro elemento de la experiencia y, que por cierto, todo podía ser guiado y explicado por ellos mismos. Esta práctica se enriquecía además, porque los autores reciclaban, daban nueva vida, a diversos materiales que los museos guardaban en sus bodegas, elementos con los cuales construían las habitaciones donde animarían.
En fin, es un auténtico placer observar las arquitecturas y esculturas siempre cambiantes, que mutan entre sí, mezclando todo tipo de recursos e incluso diversas técnicas de animación puestas en escena. Lo cual se ve reflejado también, en la mezcla de referentes del argumento, donde se perciben los fantasmas de las fuentes originales, con sus límites desdibujados ya, tal como en un palimpsesto. Quizás –¿por qué no? – es la posición política desde la cual León y Cociña trabajan, a través de la economía que realizan tanto a nivel visual, textual y sonoro (en los créditos se menciona Freesound Project, archive.org, sin contar todo lo reciclado desde las instituciones que los albergaron). Tras todo este reciclaje se logra crear una de los más fantásticos relatos animados en Chile, construyendo y deconstruyendo las alegorías de los cuentos infantiles mediante una mirada juguetona e irónica.
¿No es acaso el cine el mundo de los sueños? ¿Y del sueño a la pesadilla no hay acaso sólo un paso?
PUEDES VER LA PELÍCULA COMPLETA EN EL SITIO DE ONDAMEDIA.CL:
https://ondamedia.cl/#/