Literatura
Poesía
marzo 2021
Poemas de Araceli Fernández León
Araceli Fernández León (30 de octubre de 1972. Villanueva de Córdoba , España). Ha publicado el poemario “Cartas a Lara” (Editorial La fuente Vieja) 2019 y en estos momentos se está editando “Hormigas Rojas” (prosa y verso) bajo el sello de la misma editorial. Colabora con artículos y poemas en la revista local Boletín Cabezas de Familia y participa en recitales de poesía online durante la pandemia. Fiel seguidora del poeta Oscar Hahn.
SELECCIÓN DE POEMAS
NOTA ANÓNIMA ENCONTRADA EN MI LIBRO DE POEMAS (Inédito)
Ya me tienes cansada amiga mía.
Tú no has visto al jinete de la niebla
traspasar las murallas entre llamas,
es más, puedo decir que ni siquiera
entiendes el idioma de los bulbos
donde anidan los vértices del sol,
donde radican lenguas y penumbra.
Tú no has visto brillar la blanca orilla
ni has bajado a beber al jubiloso
río donde navega la metáfora.
Te has imaginado hueso, carne y pluma,
un movimiento acaso de tu mano
que ni siquiera entiende lo que nombra.
Pero no eres más que un sueño teñido,
una mentira mística.
¿Tú crees que estás aquí ahora? ¡Ah, por favor!
Cierra los ojos de una vez
a ver si te das cuenta,
a ver si dejas ya de aparecerte,
de atribuirte honores
y decir tonterías.
No soy ningún fantasma.
Yo soy la verdadera, la legítima.
***
Cuando aprenda yo a escribir y gire la Tierra, y yo con ella muchas veces, escribiré esta tarde de otoño para que nunca se me olvide, en un libro de esos que dicen versos, ¡que suene, como la música, que viva y respire!
Porque hay aire, hay cielo, hierbas olorosas, colores que debo escribir, por si de tanto dar vueltas vilmente borrara la memoria. Este fucsia del cielo y el amarillo del viento resolverían el enigma en la oración, ¡que este remolino de rojas formas retorne y guíe!
Pero ha de quedar escrito así, como ahora yo la veo.
Quiero escribir que hay un patio, y en el patio un huerto, y en el huerto un viejo olivo que tiene largos brazos, de cuyos dedos cuelgan abalorios que ahora son verdes, pero cuando el frío traiga ese rencor en los ojos, se tornarán negros. Me lo dijo mi abuelo. Y hay también gallinas rojas que alborotan, y hormigas, muchas hormigas cargando a su lomo cosas; como también la gente lo hace.
Porque mi abuelo es muy sabio, y yo lo quiero porque tiene tibias las manos y me lleva los domingos al campo, allá, donde al suelo le crece cabello, como también le crece a la gente; que yo veo. Aunque luego, cuando más grita el sol, se queda calvo.
¡Y los cerdos! Tengo que describir también los cerdos, y cómo caminan despacio sobre sus tacones, sin dejar de comer, muy gordos, felices ellos, allá entre las encinas y entre nosotros.
Y a mi abuela, a la que también quiero hasta el cielo, porque me da pan con azúcar y muchos besos, le voy a enseñar a escribir, porque ella no fue a la escuela, ¡que sus manos lo dicen!
Pero eso será luego, cuando aprenda yo a escribir y gire la Tierra y yo con ella muchas veces. Y ha de quedar escrito así, como ahora yo la veo.
(De Hormigas Rojas)
***
El cuerpo que crece, vuela y se dispersa, se imprime en lívidas tintas, en un instante se disipa sin apenas saborearlo. Ese cuerpo que vive, goza y de ti respira, no se resigna al abandono. Yo también oí pasar el griterío de las aves que migran buscando un lugar más cálido. Pero no hay opción, crecer es algo inevitable. Creces como una sombra que va alcanzando altura conforme avanza la tarde. Yo también tuve miedo al asomarme al balcón de los ojos, de contemplar que no eres sino el pájaro que voló de un nido para cubrir necesidades.
(De Hormigas Rojas)