Literatura
Entrevista
Noviembre 2020
El poeta Carlos Ernesto García, entre la acción y la utopía
Entrevista a Carlos Ernesto García
*Por Gian P. Codarlupo
28 de octubre de 2020 (Rubí, Catalunya)
1.- Llegaste a Barcelona en 1980 justo en fechas navideñas, tu familia acababa de ser asesinada ese mismo año. Conoces y has vivido en carne propia el rostro del fascismo. Un poema no va a ganar una guerra, y Juan Gelman dice “con un poema no vas hacer la revolución”. En este sentido, ¿por qué seguir escribiendo poesía y publicándola? ¿Por qué escribe Carlos Ernesto García?
-En primer lugar te agradezco la invitación a esta entrevista, el hecho de que hayas venido desde Galicia y que estés hoy en Rubí, esta ciudad que es tan importante en Catalunya y donde vivo hace ya 20 años. En cuanto a tu pregunta, yo creo que el acto de escribir, es un acto que debería en todo caso ser vocacional. Cuando escribo lo hago con la intención de ser leído porque escribimos para que nos lean y nos debemos a nuestros lectores. Lo que sale de nuestra “inspiración”, si es que podemos llamarle así en momentos determinados, tiene que ver con una experiencia personalísima, con la necesidad de contar esa experiencia. Y esa experiencia en mi caso particular, que estoy convencido es compartida por otros poetas a lo largo de siglos, esto no es nuevo y tiene que ver con el sentido de la memoria, el sentido del testimonio. Creo que al menos en mi caso es muy importante contar lo que he visto, lo que he vivido. Somos lo que hemos vivido e intento que esto quede reflejado en la poesía. La poesía que uno escribe no va a salvar el mundo, eso lo tengo muy claro. Pero formamos parte de un gran árbol en el que somos ramas y damos sombra. Estoy convencido que quienes consumen arte y literatura también son personas que aprenden a gestionar sus propias emociones. Es muy distinto una persona que asiste al teatro, que lee novela, poesía, ensayo histórico o político, biografías de personajes destacados, que escucha música, que visita exposiciones, que revisa las noticias de los periódicos, a una persona que no muestra ningún tipo de interés ante estos aspectos teniendo la oportunidad de hacerlo; porque una cosa es cuando no se tiene acceso a esas oportunidades, a cuando sí se tienen y al individuo le son indiferentes. Entonces, considero que la visión del mundo se acota, se vuelve estrecha. De alguna manera el hecho de que escribamos poesía, si bien es cierto que no vamos a cambiar el mundo desde ella y menos en países donde el nivel de analfabetismo es enorme, hay países que rondan el 60% de analfabetismo. Pretender que nuestra poesía vaya a cambiar esas realidades sociales es una ingenuidad. No lo vamos a hacer desde la poesía. Lo haremos como poetas desde acciones personales que nos comprometan en procesos para el cambio social. Eso sí. Si como poeta escribo desde lo que pienso, desde lo que he vivido, pero además tengo un compromiso con la sociedad en la lucha por el cambio de aspectos que tienen que ver con la marcada injusticia, creo que es ya una contribución más. Y en mi opinión, como decía Benedetti en alguna oportunidad, podemos escribir sobre pájaros, abejas, flores pero desde ahí también tenemos que tener una posición como individuos sociales que somos, con nuestra realidad y la realidad de nuestras personas más cercanas.
2.- Con relación a lo anterior, ¿cómo seguir luchando cuando la palabra es insuficiente?
– La palabra nunca es insuficiente. Podemos tener limitaciones para transmitir esas palabras. Puedo comentarte por ejemplo un caso muy concreto. En El Salvador en los años setenta las organizaciones populares se vieron cerradas por parte de los medios de comunicación. Ya ni siquiera en los periódicos aceptaban espacios pagados. Tomarse una radio, tomarse una cadena de televisión era altamente peligroso, incluso distribuir octavillas era muy peligroso. Entonces, ¿qué pasó? Se comenzaron a escribir consignas de lucha en las paredes y prácticamente todas las ciudades, todas las poblaciones del país se vieron inundadas por estos mensajes que eran escritos. Recuerdo que Monseñor Romero en una de sus homilías, el obispo asesinado de El Salvador, lanzó el mensaje a las organizaciones afeando esta manera de comunicarse. Y amonestó a las organizaciones porque decía que afeaban las ciudades. Claro, Monseñor Romero no había dado el salto de compromiso que dio más adelante. Pero entonces, el líder campesino, Apolinario Serrano, cariñosamente conocido como “Polín”, fundador y secretario general de la Federación de Campesinos Salvadoreños (FECCAS) y de la Federación de Trabajadores del Campo (FTC), quien caería asesinado junto a otros compañeros en 1979, pidió hablar con Monseñor Óscar Arnulfo Romero (asesinado en 1980) a quien le hizo ver que no estaba entendiendo que las paredes de todo el país, ante la imposibilidad de utilizar otros medios, se habían convertido en los periódicos del pueblo. Y fue entonces cuando Monseñor Romero en una homilía, no solo no amonestó, sino que autorizó a los cristianos de base, a las organizaciones, para que continuaran escribiendo en esas paredes sus demandas porque las encontró justas. Es decir, por eso la palabra nunca, nuca será insuficiente. Lo que es insuficiente son los medios a través de los cuales podamos nosotros llegar. Ahora bien, si lo que queremos decir es, llega un momento en que con las palabras, con la poesía, con la literatura, no podemos cambiar nuestra realidad, es cierto que tenemos que ver el contexto social en que nos encontramos, las condiciones sociales en que nos encontramos, y yo diría más, es una obligación moral por parte de cualquier ciudadano o ciudadana, escriba o no, sumarse a esas manifestaciones, a esas organizaciones para la construcción de un mundo mejor. En el caso de El Salvador, yo puedo decir que me siento heredero de esa tradición en que la poesía se incorporó a las luchas populares en el proceso revolucionario. Así que la poesía en El Salvador ha dado su cuota de sangre. Existen casos como el del propio Roque Dalton, nuestro poeta más conocido. Pero tenemos otros como el de las poetas guerrilleras Lil Milagro Ramírez, Delfina Góchez Fernández y Leyla Quintana (Amada Libertad), así como el de los poetas Jaime Suárez Quemain, Alfonso Hernández, Rigoberto Góngora, Mauricio Vallejo (padre), Amilcar Colocho, y Arquímedez Cruz, todos ellos caídos en combate, entre 1979 y 1991, al que habría que sumar los nombres de José María Cuéllar y Nelson Brizuela, ambos muertos en accidente, pero igualmente comprometidos con la lucha. Y hubo otros, que aunque no murieron, alcanzaron importantes grados de responsabilidad en el marco de la guerra revolucionaria, como es el caso del poeta Eduardo Sancho, conocido en los 80´ como Comandante Ferman Cienfuegos, fundador a mediados de los 70´, de la Resistencia Nacional (RN), una de las cinco organizaciones político-militares del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), y como Secretario General de la RN, uno de los cinco miembros de la Comandancia General del FMLN, o caso del destacado poeta y escritor, Miguel Huezo Mixco, miembro de la radio clandestina, Farabundo Martí durante los años 80´.
Monseñor Óscar Arnulfo Romero. Es una imagen al lado de su pueblo. Este obispo, fue asesinado el 24 de marzo de 1980, y recientemente beatificado por el Vaticano. Es conocido como San Romero de América.
Poeta Eduardo Sancho, ex comandante Ferman Cienfuegos, primero por la derecha (de gafas)
Está fotografía, corresponde a los días de represión en El Salvador en la década de los 70.
3.- Comienzas a escribir poesía a través de la crónica y te inicias en el periodismo como corresponsal de prensa. En una de esas andanzas lograste conocer a Gorbachov, te firmó tu libreta. Y también trabajaste en la Radio “Venceremos”. ¿Cómo ha influido este proceso en tu escritura poética? ¿Cuán importante es que la cultura acompañe los procesos revolucionarios?
– Yo no soy periodista de profesión. Ejerzo, sin embargo, como lo han ejercido otros escritores que no tienen la carrera. Hay algunos que incluso son abogados y ejercen de periodistas. No es una intrusión, es ya una tradición. Se viene ejerciendo esa función de periodista desde hace siglos, los cronistas eran periodistas. Si nos ponemos a pensar en los cronistas de la conquista en América Latina, tenemos nombres muy claros. Ellos con sus crónicas estaban haciendo periodismo. Marco Polo, qué es sino periodista. Quiero decir que lo que yo hago en momentos determinados me comenzaron a solicitar el tener columnas, distintas revistas y periódicos. El inconveniente para mí de la columna es que te obliga a tener una periodicidad, y estar pendiente de esa columna que tenés que escribir estés donde estés y la tenés que enviar. Yo no quería encorsetarme un poco en ese sentido y preferí hacer estas colaboraciones puntuales en las cuales yo incluso he llegado a ofrecer en momentos determinados a un periódico determinado tener la corresponsalía para cubrir un evento como fue aquí el caso el Fórum de las Culturas de Barcelona donde vinieron distintas personalidades. En ese momento estaba como corresponsal del diario Co-latino, que es el periódico más antiguo de Centroamérica, y que es uno de los periódicos de referencia en El Salvador, pero que es un periódico que está siendo administrado por una cooperativa. Venía este fórum, yo sabían que iban a haber personalidades muy relevantes, y tratándose de una cooperativa, en la que inclusive su director en un momento determinado fue secuestrado por la ultraderecha, que ha sufrido atentados de bombas como El Espectador en Colombia, me pareció que era importante cubrir ese evento. Ellos por cuestiones económicas no pueden tener un corresponsal y enviarlo como lo hacían los otros periódicos. Decidí cubrir ese evento pero también como iban a haber personalidades, me pareció que podría ser oportuno y estimulante para los trabajadores de ese periódico que a veces no cobran su salario y que no por ello abandonan sus funciones y aguantan a veces meses sin cobrar, sin llevar un sueldo a casa, pero que los mantiene ese espíritu de lo que significa ese periódico en el contexto salvadoreño. Entonces, que menos que pretender un saludo de parte de algunas personalidades que iban a estar ahí. De manera que yo me acercaba a ellos después de su conferencia y pude recoger el saludo de Rigoberta Menchú, Premio Nobel de la Paz; de la viuda de François Mitterrand, que fue presidente de Francia. Incluso de Alberto de Mónaco. Entonces, en un momento determinado entre los invitados estaba Mijaíl Gorbachov pero Mijaíl había puesto como condición no conceder entrevistas, salvo a Mònica Terribas, que en ese momento era la directora de, si no me equivoco, la TV3 que es la televisión autonómica de Catalunya. Se le concedió el privilegio de entrevistarlo en directo. Inclusive en el marco del fórum se le llegó a construir una dacha, casas de la ex Unión Soviética. Se hizo en este espacio la entrevista de Mònica Terribas a Mijaíl Gorbachov y yo siempre andaba buscando ese saludo a los trabajadores del periódico. Me encontré con un amigo que es cámara de televisión española y me comentó que en esta oportunidad no iba a ser posible acercarme para conseguir este saludo. Pero vi que su cámara estaba apuntando a una puerta y no había nadie. Intuí que por esa puerta era por la que iba a salir Mijaíl Gorbachov. De manera que cuando se abrió vi que él venía con su séquito, su aparato de seguridad y yo entré, me dirigí hasta él sin que nadie me interrumpiera el paso. Y cuando estuve a la altura suya lo saludé en inglés, en el poco inglés que hablo, le extendí la libreta y sobre ese cuaderno él estampó su firma. De manera que tengo la firma de Mijaíl Gorbachov pero se dio en ese contexto. Creo que esas son las cosas que más allá de la relevancia que pudieran tener, es lo que yo considero que sí debe estar en el espíritu de cualquiera que quiera hacer periodismo. En parte cierta osadía, sin nunca por supuesto romper los límites del respeto a quien tú vas a entrevistar, a quien te vas a acercar a robarle una imagen. En este caso fue anecdótico porque todos los periodistas que estaban en los costados disparaban todos los flashes de sus cámaras, y estoy convencido que ninguno de ellos entendía ni llegó a entender quién era yo ni qué diablos estaba haciendo en aquel momento delante de aquella figura mundial.
Carlos Ernesto García con Rigoberta Menchú, Premio Nobel de la Paz, durante el Fórum de Las Culturas de Barcelona.
Por otra parte, pienso que la cultura es importante en cualquier proceso social, y debería serlo aún más en el proceso revolucionario. Lo que pasa es que la experiencia me ha dicho, de que desgraciadamente muchos de estos líderes que nosotros tenemos en los procesos no tienen en la agenda la cultura. Tenemos compañeros que salvo libros de política no leen más allá de eso y tanto es así que cuando los procesos revolucionarios desembocan ya en la toma del poder, a veces difícilmente ellos promueven o promulgan o están a favor de una ley de la cultura. En el caso de Nicaragua ha sido muy diferente. Tuvo hasta un ministro de cultura que era un poeta: Ernesto Cardenal. La viceministra fue Daisy Zamora en ese momento. Y se hizo todo un accionar, se aprovechó aquel primer periodo de la revolución de Nicaragua para que todas las expresiones de la cultura ocuparan un papel relevante en el proceso revolucionario. Se hicieron ediciones, conferencias. Yo diría que en buena medida eso se dio porque en esa revolución había poetas. El vicepresidente de ese primer periodo de la revolución nicaragüense era Sergio Ramírez, uno de los novelistas más importantes en este momento y desde entonces de la literatura latinoamericana. Lo mismo que Cuba. Cuba lo primero que hace fue crear lo que se conoce como Casa de las Américas, hay una gran promoción a la cultura, los intelectuales latinoamericanos y europeos se sienten atraídos por esta revolución, y esta revolución les da espacios. Y ahí hubo promoción para autores que después se han convertido en escritores de marcada actitud reaccionaria como el caso de Vargas Llosa. Pero en un primero momento estuvo. De Perú también estuvo siendo jurado Antonio Cisneros. Y como él puedo pronunciar a muchos más. Recordemos la visita de Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir y fueron recibidos con todo el aparato del Estado que reconoce en el movimiento cultural, un movimiento importante para engrasar ese sistema de pensamiento revolucionario. Por desgracia, esto no ha sucedido en todos los procesos. Yo puedo decirte que en El Salvador los intelectuales tuvieron un papel importante porque ahí se creó a finales de los setenta lo que se conoció como Movimiento de la Cultura Popular, el MCP tenía como función aglutinar a todos los trabajadores de la cultura en función de la guerra. Ahí nacen expresiones del teatro callejero. Nosotros le llamamos teatro de guerrilla porque hacían su aparición sin ser anunciados y utilizaban todo el arte teatral para denunciar aquel sistema. Tuvimos la creación de grupos tan importantes como Cutumay Camones, Los Torogoces de Morazán, o el Yolocamba I ta y otros grupos que tuvieron menos proyección en el proceso de la guerra. Y ellos daban conciertos en las universidades y tenían que salir por patas porque muchas veces se anunciaba que entre el público había policías, hombres armados, y tenían que salir prácticamente en medio de la cobertura que daban las organizaciones de estudiantes. El Cutumay Camones, por ejemplo, muchos de sus integrantes ni siquiera eran músicos. Cuando llegó el compañero Eduardo, que era un holandés que llegó a El Salvador, yo no me imaginaba que era holandés porque hablaba perfectamente el castellano en su variante de El Salvador. Y él es el que se hizo cargo de dirigir y seleccionar a quienes iban a integrar este grupo de música. Ellos igual que en el caso de Los Torogoces de Morazán, eran otra formación ahí en Morazán. Estos dos grupos que te he mencionado estaban en la zona nororiental del país, eran compañeros que iban armados, que combatían, que en sus ratos de descanso aprovechaban para componer sus letras y sus canciones y que muchas veces al final de una batalla saltaban de sus trincheras con sus instrumentos y ahí mismo celebraban con sus canciones la derrota a batallones enteros del ejército. Imagínate qué maravilla porque a mí es algo que me conmueve. Tenemos otros grupos muy buenos que componen canciones a la revolución, cantautores, pero que nunca se han visto involucrados en una sola batalla. Eso no los hace menos. Pero esa experiencia de esos grupos que te he mencionado sí que tiene ese sello de la experiencia. Y sus canciones, salvo en el caso de Los Torogoces de Morazán, los Cutumay Camones, y el Yolocamba I Ta, las han llevado por todo el mundo, compartido escenarios con Inti-Illamani, Quilapayún, Mercedes Sosa, Viglietti, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Los Olimareños, Gambino Palomares, los hermanos Isabel y Ángel Parra, Los Guaraguau, Óscar Chávez, Alfredo Zitarrosa, Joan Manuel Serrat, los hermanos Carlos y Luis Enrique Mejía Godoy, o Amparo Ochoa, entre otros. Han estado en esos grandes escenarios llevando el mensaje de la revolución. Después ya tras los acuerdos de paz en 1992, estos grupos se retiraron pero han seguido siempre canciones ya no del corte de la lucha social pero siempre hay elementos presentes.
Foto inédita del Cutumay Camones, en algún lugar de Morazán. Tomada durante los años 80 en la zona de combate. En primer plano, Teresita Guardado, escribiendo, “Paco” y recostado sobre el Árbol, Eduardo. Son 3 de los integrantes del grupo, y no aparece”Lolo”, cuarto miembro de esta formación musical guerrillera.
Dos fotografías de Los Torogoces de Morazán, en algún lugar de El Salvador. Fotografías captadas durante el conflicto armado de los 80 en El Salvador.
Carlos Ernesto García junto al líder de los Torogoces de Morazán.
Poetas nicaragüenses Ernesto Cardenal y Daisy Zamora, quienes fueran Ministro y Viceministra de Cultura en los primeros años de la Revolución Sandinista.
4.- La primera revista que te publicó fue Ojuebuey que se editaba en Valencia. Y hasta el momento solo has publicado tres libros de poesía. Uno pensaría que han sido muchos más. ¿En qué momento sientes la necesidad de expulsar un poema?
– La verdad es que desde que estaba en la escuela, y no es una respuesta típica. Yo sentí la necesidad de escribir desde que estaba en primaria. Es más, antes de comenzar a leer y a escribir yo ya sentía la necesidad de escribir y manifestarme. Creo que con 9 o 10 años, escribí sin saberlo mi primer poema metafísico. Estos poemas ya en mi adolescencia los fui dejando plasmados en un cuaderno, intentando darles forma de poesía, por supuesto sin la calidad necesaria que requiere el poema, el trabajo, el conocimiento de la propia poesía, pero sí que era el instinto poético, y yo creo que diría más la vocación poética. Fui un poeta tardío en publicar porque este primer poema que se publica fue en 1984 o 1985 y yo tenía entre 24 o 25 años. Pero aún recuerdo la emoción que me produjo ese primer poema. Y la verdad es que Ojuebuey era una publicación que promovía desde Valencia, en la dirección de Ricardo Llopeza, esa poesía joven. De hecho algunos de los que ahora son grandes poetas como es el caso de Vicente Gallego o Pablo Zapater, son poetas que estaban próximos a Ricardo y que Ricardo de alguna manera siendo tan jóvenes también los promovía. Entonces, yo lo que hice fue rescatar ese cuaderno porque cuando salí del país en 1980 tras el atentado que tuve por parte de los escuadrones de la muerte, ese cuaderno de esos primeros poemas junto a un cuaderno en el que yo pegaba poemas que recortaba de los periódicos, de los semanarios, de los dominicales de los distintos periódicos, fueron de las pocas cosas que me llevé conmigo. Y que incluso las traje hasta Barcelona, de los cuales conservo solo en el que escribía con esa letra de niño. El de recortes se lo presté a un amigo que nunca me lo devolvió. Pero sí es cierto que soy un autor de pocos libros. Tengo tres libros de poesía al que habría de sumar un libro de una crónica de viaje que hago por el río Yangtsé en China, que se titula El sueño del dragón y un libro de entrevistas a ex comandantes del Frente Sandinista de Liberación Nacional titulado Bajo la sombra de Sandino. Así que tengo cinco libros. Lo que he publicado después son antologías en las cuales incluyo poemas de nueva producción, siempre aprovecho porque todavía no tengo un nuevo libro de poesía pero no dejo de escribirla. En este momento lo que ocupa más mi tiempo es la idea de terminar una novela, que ya llevo años escribiéndola y de un libro de relatos y cuentos. Soy más lector de narrativa que de poesía, la poesía siempre la he leído. Pero si tengo que poner en la balanza, diría que he leído un 30% de poesía en mi vida y un 70% de narrativa. Me gusta mucho leer biografías de determinados personajes, igual que me gustan los libros de historia y los ensayos políticos. Es en ese ámbito en el que yo muevo mis lecturas y en ese ámbito es el que he movido la escritura de mis libros.
Comandancia General del FMLN
5.- ¿Cuál es la relación entre tu activismo poético y tu activismo político?
– Yo intento que sobretodo sea muy coherente, creo que no podría escribir poemas en los que la memoria actúa como elemento de denuncia y no ser consecuente con la realidad no solamente en El Salvador sino en otros países. Una de las cosas que tiene que destacar en una persona que se sienta con un pensamiento revolucionario, y yo me siento así, debe ser su internacionalismo revolucionario. Yo no concibo a una persona de izquierda que no le importe lo que esté sucediendo a nivel de injusticia en otra parte del mundo. No digo que tengas que estar enterado de todo lo que pasa porque desgraciadamente la realidad es que se genera mucha información sobre distintos abusos del sistema capitalista concretamente, para mí el enemigo es el capitalismo, y lo confieso. Además, no solo lo confieso sino que también admito que no todo el mundo pueda compartir esta idea. Pero mi posición es esa. Por lo tanto, yo recuerdo que, a mediados de los setenta, la izquierda salvadoreña estaba pendiente de lo que sucedía en Vietnam, de lo que pasaba en los países árabes, de lo que ocurría en Chile, tras el golpe contra Salvador Allende. No se era ajeno lo que pudiera estar aconteciendo con las dictaduras militares en el Cono Sur: Uruguay, Paraguay, Argentina y Chile. Se intentaba estar al corriente en lo que sucedía también en Bolivia, Brasil, Perú y Ecuador. Recuerdo que una de las cosas que pasó cuando asesinan al Che en Bolivia, Carlos Fonseca Amador, uno de los fundadores del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), escribió que no bastaba con sentirse indignados, y que los revolucionarios, deberían de salir a las calles para hacer sentir su rabia y desprecio frente al asesinato de Ernesto Guevara. Esto a mí me dice el que se siente revolucionario tiene que, no solamente interesarse, sino que también manifestar en todo momento, su indignación y su rabia ante la injusticia en cualquier parte del mundo que se suceda. Repito, la relación que existe entre literatura y actitud personal, yo intento en la medida de lo posible, y además me esfuerzo por ello, para que sea coherente.
Combatientes del FMLN en algún lugar de El Salvador en la década de los 80.
6.- Has sido traducido a múltiples idiomas. Después de más de 30 años escribiendo, ¿qué lecciones te ha dejado la poesía?
– Una de las cosas es que las traducciones parciales o totales de mi poesía, es que la traducción es una manera de trascender a tu propia cultura. Si atendemos a lo que decía Antonio Gramsci que costumbres y lengua es lo que conforman una cultura, pues evidentemente cuando te traducen sin duda alguna estás trascendiendo esas fronteras de tu propia cultura. Si uno no tiene idea del alcance que puede tener algo que tú escribes en tu propia lengua, imagínate cuando eso se traduce. Yo te puedo decir que el primer contacto que tengo con la traducción de mi poesía fue en el 1985 en el marco de un festival de poesía joven que se estaba realizando en Madrid. Yo estaba en la Plaza Colón y al final de mi lectura apareció una señora y me dijo que había venido a Madrid de su universidad en Estados Unidos para pedirme permiso para traducir mi poesía al inglés. Para mí fue un privilegio, primero porque tenía 25 años, ni tan siquiera tenía un libro publicado y ya había despertado el interés en una catedrática de la Universidad Metodista de Dallas, que se había tomado la molestia de viajar para conocerme y para en una cena pedirme que le firmara los derechos de la traducción de mi poesía. Esa fue para mí, imagínate cuando no tenía ni siquiera un libro, cuando yo me consideraba un poeta completamente desconocido, fue para mí muy halagador. Y aún recuerdo cuando estaba saludando a Elizabeth Gamble Miller, se acercó una señora con un viejo abanico que había heredado de su bisabuela, era casi una reliquia familiar. Y me pidió que le escribiera sobre su abanico unos fragmentos del poema “Yo no tengo casa”. Yo a esa señora no la conocía, se perdió en el tiempo. Pero ese hecho de que alguien te deje en sus manos, a mí hasta pena me daba escribir sobre aquella pieza casi de museo familiar. Pero estas son las cosas que te enseñan que la poesía tiene esa magia. Luego, estando en Macedonia en el Festival de Struga, aparecieron unas mujeres que me invitaban a ir a Albania. Imagínate, un país tan desconocido, al menos en ese momento. Te hablo del 2009 o 2010. Y me invitan para proponerme conocer el país, para firmar un contrato de la traducción y publicación de mi poesía. Yo pienso, ya para entonces tenía libros, ya había sido recomendado por una poeta albanesa que conoció mi trabajo. Yo no sabía de ella. Pero cuando llegué y hablé con el editor, me produjo la curiosidad de saber si había otros poetas salvadoreños publicados y traducidos en Albania. Para mí fue una sorpresa cuando me dijo que no solamente no había ningún poeta salvadoreño, yo estaba pensando en Roque Daltón ya que estuvo en países del este, sino que me iba a convertir en palabras del editor en el primer autor en lengua castellana o española traducido y publicado en formato de libro en Albania. Recuerdo que una de mis expresiones fue decirle y porqué yo, hay otros poetas muchísimo más importantes que yo. Y él me dijo, mire yo he asistido a las ferias del libro en Frankfurt. Sé de otros poetas, en las universidades se publica en los libros de texto de estudio de literatura la poesía de García Lorca, Octavio Paz, Neruda. Sabemos que hay otros, pero a usted le va a tocar ser el primero. Este hecho hizo que cuando yo realicé la gira por Albania porque se organizó una gira por parte la editorial para que hiciera mis presentaciones en distintas ciudades, todos los periódicos cada día publicaban artículos, reseñas, entrevistas. Se volcaron las cadenas de televisión también a entrevistarme, hubo una promoción muy importante. Los dos escritores en aquel momento que estábamos recorriendo con esa promoción y esa atención por parte de los medios, eramos Saviano el autor de Gomorra, que estaba perseguido y amenazado por la mafia italiana y yo. Era muy curioso porque cuando no aparecían cosas de él, aparecían cosas mías o de los dos. Y en una de las entrevistas que me hace uno de los principales periódicos de Albania, después de hablar en aquella larga entrevista que se publicó en una página entera del periódico, la periodista decidió bautizarme como “Padre de la crónica poética”. No es algo que lo he dicho yo, pero es algo en lo que coincido. Yo siempre que escribo un poema pretendo escribirlo desde esa visión, desde ese tono de crónica. Mis poemas pueden ser breves pero siempre están contándote un acontecimiento. Además, quiero decir que no me considero el único, esta es una tradición que viene desde Safo, viene de muy lejos, pero a alguien de repente se le ocurrió ponerle una etiqueta como cuando hablamos de la poesía de la experiencia. La poesía de la experiencia es la poesía que hemos escrito todos los poetas, pero cuando hablamos de la poesía de la experiencia, hablamos de Luis García Montero, Joan Margarit, o José Hierro, de poetas muy concretos. A los cuales se les ha puesto esa etiqueta y no me parece mucho menos desacertada, sino todo lo contrario. Yo creo que sí son representantes en su máxima expresión de esa poesía de la experiencia. Por lo tanto, yo me siento representante también de lo que me dieron en llamar la crónica poética.
7.- ¿Cómo ha influenciado la lucha guerrillera y el proceso revolucionario en tu poesía?
– Yo en mi poesía tengo tres vertientes: la vertiente de la poesía amorosa, la vertiente de la poesía de viajes, que es un género dentro de la poesía que me gusta cultivar y además leer en otros poetas, entre ellos el poeta español Jesús Ferrero, pero también está la vertiente testimonial. En esta poesía de testimonio, aunque todo es un testimonio de alguna manera, pero para que hablemos de esa memoria histórica creo que los acontecimientos que me tocaron vivir tanto en los años setenta como fuera de El Salvador en los años ochenta, están ligados directamente a esta crónica de esta guerra que vivimos, que mucha la gente la sitúa como una guerra que fue de 1980 hasta 1992 con la firma de los acuerdos de paz en México. Pero esa guerra comenzó, y aprovecho esta entrevista para decir que comenzó a principios de 1970 con la formación de los primeros grupos políticos-militares, es decir, de los primeros grupos guerrilleros. Estos grupos guerrilleros que estuvieron acompañando las luchas sociales con accionares propios de la guerrilla, en la izquierda eran la punta de lanza para la presión a esos gobiernos que existieron en los setenta y que desembocan con la formación de lo que después se ha conocido como el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional que reúne a cinco organizaciones político-militares y abrimos el escenario de una guerra abierta. Pero digo que comienza en los años setenta. Por lo tanto, ese periodo de la década de los setenta, es una época que paso de la niñez a la adolescencia y en la cual soy testigo de muchos acontecimientos que van a dar origen, estamos hablando de los albores de lo que será una guerra abierta. Así que hay poemas que se inscriben en esa década y luego con cosas que fui viviendo fuera de El Salvador pero que también forman parte de esa memoria histórica. Por tanto, sí hay una relación muy directa entre poesía-historia, poesía-crónica, poesía-memoria.
8.- ¿Por qué seguir creyendo en la utopía?
– Recuerdo que cuando se cayó el muro, cuando despertamos a la Perestroika, yo hablé con un economista marxista de la Universidad de Barcelona, decano del departamento de economía, José María Vidal Villa. Él me dijo algo que me quedó grabado y que tiene razón. Me dijo, mirá Carlos si lo que creímos que era, no es, este es el gran momento para las utopías. Y yo estoy completamente de acuerdo. Lo que tiene que mover a un revolucionario es su capacidad de creer en lo utópico, que el futuro no es algo que podamos decir que va a ser de tal o cual manera porque la historia nos ha demostrado que nosotros no podemos predecir la construcción del socialismo, la construcción del comunismo como un hecho inamovible en la historia de los hombres y de las mujeres. Creo que todo aquello que soñemos hacer, solo tiene cabida en la utopía, y la utopía es la que debería de mover en realidad a cualquier revolucionario porque es el amor a aquello que no conocemos pero que queremos que pase.
SOBRE EL AUTOR
Carlos Ernesto García
(Santa Tecla, El Salvador, 1960)
Poeta, escritor, productor cultural y corresponsal de prensa. Libros de poesía: Hasta la cólera se pudre (Barcelona, 1994), publicado ese mismo año en Nueva York, bajo el título Even rage will rot; A quemarropa el amor (Barcelona, 1996); y La maleta en el desván (Barcelona, 2009). Ha sido incluido en diversas antologías, entre las que destaca: La Poesía del siglo XX en El Salvador (Editorial Visor, Madrid, 2012). El Sueño del Dragón, libro en tono novelado que narra su viaje por el río Yangtsé (China), y otro de reportaje titulado Bajo la Sombra de Sandino. Su obra poética se ha llevado al teatro, la música, la pintura, la danza moderna y la escultura. Ha recibido invitaciones de diversas instituciones académicas y culturales de Europa, Asia, América Latina y Estados Unidos. Asimismo, ha participado en los festivales internacionales de poesía de Struga (Macedonia), Medellín y Barranquilla (Colombia), New York (EE.UU), Concepción (Chile), Granada (España) y Lima (Perú). Recientemente ha sido objeto de un documental titulado A quemarropa el amor, del director catalán, Vicente Holgado, rodado en España, El Salvador y Nicaragua entre 2017 y 2018.